El llamado Parlamento Europeo, un parlamento fantasma

Pancarta llamando a las elecciones europeas del 9J

Carta semanal nº 992. Posicuarta.org

El 6 de junio están convocadas elecciones –a las que se presentan 33 candidaturas- al mal llamado “Parlamento Europeo”, una institución que tiene la apariencia exterior de un parlamento, pero ninguno de los poderes reales de un verdadero parlamento. El “Parlamento Europeo” no tiene ni poder legislativo ni posibilidad de controlar al ejecutivo.

¿Cuál es entonces, el papel de ese parlamento?

Su única función es dar a las instituciones de la Unión Europea, que tienen enormes poderes y se imponen por encima de la soberanía de los Estados miembros, una apariencia democrática, la de que existe una institución elegida directamente por los ciudadanos. Pero muchos de éstos no se dejan engañar. Dan la espalda a las elecciones del europarlamento, con una abstención masiva en la mayoría de los países, o, en muchos casos, utilizan esas elecciones para emitir un voto-protesta o dar un voto de castigo a todos los partidos.

Cuando rediseñaron las instituciones de la Unión Europea en el Tratado de Maastricht, los jefes de los correspondientes gobiernos –la inmensa mayoría de ellos “de izquierdas”, 13 de un total de 15, lo que desmiente a quienes nos hablan de un proyecto desvirtuado por una supuesta “deriva neoliberal”– cayeron en la cuenta de que el enorme poder de instituciones como la Comisión Europea y el Banco Central, que no son elegidas por los ciudadanos, no responden ni rinden cuantas ante nadie e imponen su voluntad por encima de gobiernos y parlamentos nacionales, necesitaban una cobertura aparentemente democrática para dar legitimidad a la dictadura de los tratados europeos, una institución elegida por los ciudadanos y ciudadanas, y relanzaron una cosa que se había constituido ya en 1951, entonces denominada Asamblea Parlamentaria y que convirtieron en Parlamento y que simula serlo.

Lo llamaron así, pero no lo es, a pesar de lo que nos pretenden hacer creer los partidarios de la Unión Europea. Por ejemplo, Simone Veil, presidenta del Parlamento Europeo elegido por primera vez por sufragio universal en 1979, que explicaba entonces: “Nuestra sesión es de carácter histórico (…) Tenemos el gran honor de contar entre nosotros con numerosos presidentes de Parlamentos de países asociados y de terceros países, que representan a los pueblos de los cinco continentes y que, con su presencia aquí, prestan un apoyo inestimable a nuestra construcción democrática“.

Ni iniciativa legislativa, ni control sobre la Comisión Europea

En una democracia representativa, un parlamento no sólo es elegido por el pueblo, sino que tiene la potestad de hacer las leyes y controlar al gobierno. El Europarlamento no tiene ninguno de los poderes de un parlamento real, ni capacidad de iniciativa legislativa (que es de la Comisión Europea), ni capacidad de modificar sustancialmente los proyectos legislativos, y en cualquier caso su voto por una norma no vale nada si no la aprueba también el Consejo Europeo (los jefes de gobierno). Por otro lado, no puede nombrar o controlar a la Comisión, “gobierno” de la UE, ni, por supuesto, controlar la política económica y monetaria (que es competencia exclusiva del Banco Central).

¿Tiene el parlamento la iniciativa legislativa? Veamos lo que dice a ese respecto el artículo 225 del Tratado de la Unión Europea: “El Parlamento Europeo podrá (…) pedir a la Comisión que presente las propuestas legislativas oportunas (…). La Comisión puede aceptar o rechazar la presentación de la propuesta legislativa solicitada”. Es decir, que toda la capacidad legislativa del “parlamento” se limita a la posibilidad de proponer un proyecto de ley a la Comisión, pero la Comisión tiene todo el poder para rechazar esta solicitud.

¿Tiene la capacidad de controlar la actuación del Comisión Europea? Vayamos al artículo 17 del Tratado de la Unión Europea: “El Consejo Europeo (…) propone al Parlamento Europeo un candidato a la Presidencia de la Comisión. Este candidato es elegido por el Parlamento Europeo por la mayoría de los miembros que lo componen. Si dicho candidato no obtiene la mayoría, el Consejo Europeo (…) propondrá, en el plazo de un mes, un nuevo candidato que será elegido por el Parlamento Europeo con arreglo al mismo procedimiento”. O sea, que el mal llamado Parlamento Europeo sólo puede respaldar la elección del Consejo Europeo (formado por los jefes de Estado y de Gobierno) en relación con la elección del presidente de la Comisión de Bruselas.

Apoyar los planes de ajuste y cubrir las responsabilidades de las instituciones europeas

Tampoco es que el parlamento haga muchos esfuerzos para controlar a la Comisión Europea. Al contrario, a menudo actúa como soporte de los planes de ajuste. Recordemos lo que decía en 2015, en plena crisis griega, su entonces presidente, Martin Schulz: “El Parlamento Europeo está dispuesto a desempeñar su papel en el proceso con el fin de fortalecer la adhesión en materia de gobernanza económica (…). También desea desempeñar su papel en lo que respecta al control de los programas de ajuste macroeconómico“. Un Parlamento cuya función es intentar reforzar la adhesión de los ciudadanos a las medidas destructivas de la Unión Europea y “controlar” los programas de ajuste estructural que aplicaba entonces la troika (FMI + Comisión Europea + Banco Central), es decir, participar en ellos.

En marzo de 2014, esa eurocámara aprobaba “abrir una investigación” sobre el papel de la troika, el agrupamiento que, vulnerando las normas escritas de la UE, pero no el espíritu real de tales normas, daba poder al FMI –es decir, directamente al imperialismo norteamericano– de decidir, junto con la Comisión Europea y el Banco Central, qué políticas imponer a los gobiernos elegidos por los ciudadanos en los países sometidos a “rescate”. En aquel momento, en una Carta Semanal, decíamos: “¿Cuál será el resultado práctico de esa investigación? Todos los analistas coinciden: ninguno. La troika seguirá adelante arruinando a Grecia, Portugal, Irlanda, Chipre y España, diga lo que diga el Europarlamento. Pero el objetivo no es parar a la troika: es que un mes antes de las elecciones europeas haya titulares de prensa: ‘el Parlamento Europeo censura a la Troika’”.

En diciembre de aquel año, una nota de prensa del propio parlamento daba cuenta así de esa “investigación”: “El PE reconoce el papel de la Troika para superar la crisis, pero alerta del coste social de sus medidas”. Tras lo que se hacía una crítica moderada de las consecuencias sociales de las actuaciones de la troika, pero se añadía: “La Eurocámara ha lamentado, también, que las instituciones europeas se hayan convertido en el chivo expiatorio de los efectos adversos de las reformas en lugar de los ministros de finanzas de cada país, que son quienes deben asumir la responsabilidad política de las mismas”. Dos instituciones de la UE, la máxima autoridad política, la Comisión Europea, y la máxima autoridad económica, el Banco Central Europeo, junto con el FMI, imponen a los países unas durísimas medidas, ¡y el Parlamento lamenta que los ciudadanos culpen de esas medidas a las instituciones europeas! Eso ilustra el papel de ese “parlamento”: cubrir, bajo su apariencia de institución electa, las fechorías de las instituciones con verdadero poder dentro de la UE.

Hoy el PE es la cámara de registro de la política de guerra del imperialismo. La Unión Europea y todas sus instituciones siguen a pies juntillas lo que dicta la OTAN o sea la administración americana. Y quisieran hacer de esta campaña electoral una especie de aprobación implícita de esta política.

Ni plataforma para avanzar en derechos

En las campañas electorales, muchos llaman a los ciudadanos a votar para “cambiar la UE”, “para que sirva para defender los derechos”. Vana ilusión. Veamos un caso concreto: el 11 de diciembre de 2013, el Pleno de ese “parlamento” rechazaba una propuesta de la parlamentaria socialista portuguesa Edite Estrela, que pretendía que se garantizara el derecho al aborto en toda Europa. Contra ese texto se impuso una resolución que dice: “El PE observa que la formulación y aplicación de políticas en materia de salud sexual y reproductiva y derechos afines, así como en materia de educación sexual en las escuelas, es competencia de los Estados miembros”. La misma Unión Europea que impone el cierre de los astilleros o la libre deslocalización de industrias en nombre del principio fundamental de la UE, la “libre competencia no falseada” y de la “preeminencia del derecho comunitario”, deja claro que no está entre sus funciones defender los derechos de las mujeres. Defender a un puñado de especuladores, sí, defender a la mitad de la población de Europa, no. Esa es la naturaleza de la Unión Europea, y eso no es reformable: hay que acabar con ella.

En última instancia, existe una razón de fondo por la cual el PE no es, ni puede ser, un verdadero parlamento. No existe un Estado europeo. No hay una burguesía nacional europea. Hay múltiples burguesías que compiten entre ellas para tener su espacio en el mercado mundial, todas ellas subordinadas al imperialismo USA, incluso aceptando las normas y situaciones que llevan a la desindustrialización, la destrucción de la agricultura, de los servicios públicos.

La burguesía no puede unificar Europa. Esta es una tarea de la revolución proletaria.

A partir de todo lo expuesto, salta a la vista que ninguna ilusión puede depositarse en que las elecciones del próximo 9 de junio sean el medio para resolver los graves problemas que enfrenta la clase trabajadora en los países miembros de la UE, o siquiera para avanzar hacia ello.

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