Ángel Tubau. Información Obrera (suplemento).
Un fantasma recorre Europa
Ya más que un fantasma, la movilización de los campesinos que empezó en Alemania en diciembre en respuesta al aumento del precio del gasoil y otras medidas supuestamente ecologistas (impulsadas por el Partido Verde alemán, vanguardia de la política de guerra y del aumento de los gastos militares), se ha extendido a Francia, Polonia , Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Gran Bretaña, Países Bajos, Italia… y ahora a nuestro país.
En este movimiento hay cuestiones que son comunes, las esenciales y, en particular, el enfrentamiento con la política de todos los Gobiernos (de coalición, de derechas, de «izquierdas…) que se someten a las directivas europeas, directivas que, recordemos, obedecen simple y llanamente a los intereses del capital financiero, en particular, de las grandes empresas del comercio alimentario: Carrefour, Aldi, Alcampo, Mercadona, Leclerc, a los grandes industriales de los fertilizantes como BASF, a los que controlan las simientes, como Monsanto, todos ellos crecientes propietarios de tierras, así como a los fondos de inversión. Hasta la fecha un sector del campesinado, el rico, se beneficiaba de la Política Agrícola Común, pero incluso esta política ha sido modificada en interés exclusivo de las grandes multinacionales que impulsan hoy los tratados de libre comercio con países de América Latina o de África para inundar Europa con productos más baratos y que no se someten en su producción a ninguna regla ecológica.
O sea, por un lado, los Gobiernos juegan con un supuesto mensaje ecologista y, por otro, negocian con las multinacionales que no respetan ninguna regla.
El ejemplo de Ucrania es claro. En nombre de la ayuda a Ucrania se han levantado las tasas a los productos ucranianos, particularmente los cereales y la carne de pollo y cerdo a mitad de precio que en los países europeos pues son producidos por una mano de obra barata, con antibióticos, sin respetar ninguna norma sanitaria, y la supuesta ayuda a Ucrania cae en manos de los grandes oligarcas ucranianos como Yuriy Kosiuk, que posee empresas con dos millones de pollos alimentados por OGM y antibióticos (algunos ilusos llaman a esto defender la soberanía de Ucrania). Recordemos que ya hace meses los campesinos de todos los países frontera con Ucrania, o sea, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, se movilizaron contra el «libre comercio», es decir, la invasión de los cereales ucranianos, que además teóricamente tenían que ir a África y a Oriente Medio.
Los acuerdos con Mercosur en este momento paralizados van en el mismo sentido.
¿Cuáles son las reivindicaciones comunes?
En primer lugar, la exigencia de precios fijos garantizados por el Estado.
En estos momentos los precios de los cereales, excepto el arroz, se fijan en la bolsa de Chicago, donde es objeto de todos los movimientos especulativos.
Un precio fijo garantizado significa la remuneración al agricultor a un precio que le permita vivir de su trabajo.
Hoy son las industrias agroalimentarias las que fijan los precios. Las cifras oficiales nos dicen que durante los años de la pandemia y, después del inicio de la invasión de Ucrania, estas empresas han casi doblado los beneficios, fijando ellos los precios, muchas veces por debajo del coste de producción, y aumentado el precio de venta, o sea, aumentando la inflación.
Al mismo tiempo en todos los países se ha aumentado el precio de la electricidad y del gasoil (o se ha intentado).
La política europea ha impuesto a los campesinos cuotas de producción, o sea, tierras en barbecho y la obligación de producir ciertos cultivos (recordemos el escándalo en España cuando hace 20 años la Comisión Europea pidió a España arrancar un millón de olivos), en una política destinada a potenciar aceites de palma, de maíz u otros controlados por las multinacionales en particular norteamericanas, y la especulación se ceba hoy en el aumento del precio del aceite de oliva por parte de las distribuidoras, que en muchos casos son ya grandes propietarias de tierras y almazaras (ver por ejemplo uno de los mejores aceites en Lidl, que se anuncia que es propietaria de la almazara que lo produce).
El precio fijo interesa a los trabajadores del campo y de la ciudad. De entrada, el precio al agricultor repercute muy poco en el precio del producto. Un ejemplo espectacular: la barra de cuarto de pan cuesta unos 80 céntimos, el costo de la materia trigo no supera los tres céntimos.
Quiere esto decir que el precio fijo garantizado permite poner al descubierto la especulación de las grandes corporaciones agroalimentarias, se abre la vía al control de precios y la organización para que se realice, aparte de exigir al Gobierno leyes al respecto ,que evidentemente atentarían contra el llamado «libre comercio».
Otra cuestión importante de la movilización actual es que, por el momento en Francia, los grandes sindicatos obreros la CGT y FO apoyan a los agricultores en particular la reivindicación de precios fijos garantizados y los partidos y movimientos que se enfrentan al sistema LFI en Francia y ASW en Alemania apoyan también a los agricultores y su reivindicaciones. Esta es la manera de impedir crecimiento de la extrema derecha.
Descargar el suplemento completo sobre agricultura de IO nº 387 en PDF