9 de agosto: Jornada antiimperialista en defensa de la Humanidad

Composición fotográfica sobre Hiroshima y Nagasaki

La REDH (Red en Defensa de la Humanidad) ha escogida la fecha del 9 de agosto, día mundial recordatorio de los crímenes estadounidenses contra la humanidad, para realizar una Jornada reivindicativa internacional y un llamamiento a todos y todas las intelectuales, artistas y activistas, para contribuir con sus escritos, reflexiones o videos, también obras de arte en todas sus manifestaciones, a hacer de este 9 de agosto una Jornada de memoria, lucha y exigencia antiimperialistas.

Si bien no hay día en que no pueda recordarse un golpe militar, una invasión, un bombardeo sobre poblaciones indefensas, desapariciones o asesinatos selectivos cometidos por Estados Unidos, se escoge la fecha del 9 A para destacar que fue entonces cuando lanzó su segunda bomba nuclear sobre Nagasaki, en el año 1945, tres días después de que la lanzara sobre Hiroshima. Decenas de miles de vida civiles murieron de forma instantánea; cientos de miles lo harían indirectamente con posterioridad. No había ninguna justificación militar, pues Japón ya estaba derrotado.

Seguidamente incluimos este buen análisis y resignificación política de los hechos

En los aniversarios de las bombas de Hiroshima y Nagasaki

Iolive. Hemensalidaporlaizquierda.org

El 6 y 9 de agosto se cumple el 78 aniversario del lanzamiento de las bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki por parte de los EE.UU. de América. Bombas que, según las estimaciones actuales, a finales de 1945, habían matado a 166.000 personas en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki, totalizando unas 246.000 muertes, aunque solo la mitad falleció los días de los bombardeos.

Los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki están de especial actualidad este año por el estreno de la película Oppenheimer, sobre la vida del director del Proyecto Manhattan, que dio lugar al desarrollo de la bomba atómica por parte de los EE.UU., y por la guerra de Ucrania, en la que participa directamente una potencia nuclear como Rusia, e indirectamente las potencias nucleares de la OTAN (que ya están suministrando a Ucrania proyectiles con uranio empobrecido), con la amenaza latente de que pueda derivar en el uso de armas nucleares en plena Europa.

En la película, fiel en líneas generales a los hechos históricos, se desliza el viejo argumento de que las bombas aceleraron la rendición del imperio japonés, ahorrando la vida de cientos de miles de soldados americanos que habrían perecido en una eventual invasión terrestre, que, eran, por tanto, necesarias desde el punto de vista militar. Un argumento falso, como veremos.

Dejemos que hablen importantes expertos y dirigentes militares y políticos de los propios EE.UU.

“Hemos adoptado las normas de los bárbaros de las edades oscuras” (almirante William D. Leahy, 1950)

Charles L Mee, historiador, explica que “de manera genérica, se estimaba, el 25 de julio de 1945, que la bomba no era necesaria como arma para vencer a Japón. Así lo habían declarado a Truman números miembros de su entorno, particularmente Leahy, Eisenhower, King, Arnold y Le May. El general MacArthur, entonces comandante de las fuerzas aliadas en el Pacífico, declaró, tras la guerra, que su consejo había sido inútil”

El Consejo de Vigilancia de los bombardeos estratégicos americanos sobre Japón explicaba en 1946 que “partiendo de una encuesta minuciosa de todos los elementos, y apoyándonos en los testimonios de responsables japoneses supervivientes, la opinión de este Consejo es que antes del 31 de diciembre de 1945 y probablemente antes del 1 de noviembre, Japón habría capitulado incluso si las bombas atómicas no hubieran sido lanzadas, incluso si Rusia no hubiera declarado la guerra e incluso si no se hubiera organizado una invasión”.

El almirante Chester W. Nimitz, comandante en jefe de la flota del pacífico dijo que “de hecho, los japoneses ya habían intentado emprender conversaciones de paz. La bomba atómica no ha jugado ningún papel decisivo, desde un punto de vista puramente militar, en la derrota de Japón”

El general Eisenhower escribió en sus memorias que, cuando fue informado de que su gobierno tenía la intención de lanzar una bomba atómica sobre Japón, les transmitió sus “graves aprensiones, en primer lugar sobre la base de mi convicción de que Japón ya estaba vencido y de que este bombardeo no era necesario, y además porque creía que nuestro país debería evitar enfrentar a la opinión pública mundial con el uso de un arma cuyo empleo no era, en mi opinión, una medida obligatoria para salvar vidas americanas”.

El almirante William Leahy, jefe de gabinete del presidente Truman, declaró en 1950 que “la utilización de las bombas atómicas no ha proporcionado ningún apoyo material en nuestra guerra contra Japón. Los japoneses ya estaban vencidos y dispuestos a rendirse, a consecuencia del bloqueo marítimo eficaz y de los bombardeos convencionales. Mi sentimiento personal es que, habiendo sido los primeros en utilizarlas, hemos adoptado las normas éticas propias de los bárbaros de las Edades Oscuras”

James P Cannon, dirigente trotskista norteamericano, calificaba el lanzamiento de las bombas en un discurso pronunciado el 22 de agosto de 1945 como “atrocidad inexpresable”, y añadía “¡qué vergüenza ha caído sobre América, la América que en otros tiempos edificó en el puerto de Nueva York la estatua de la libertad iluminando al mundo!” Y añadía que “el imperialismo americano ha atraído sobre sí el temor y el odio de todo el mundo. Hoy el imperialismo americano está considerado en todo el mundo como el enemigo del género humano” .

El papel de los bombardeos contra Alemania y contra Japón

Las bombas de Hiroshima y Nagasaki no fueron los únicos bombardeos criminales realizados sobre ciudades que no eran objetivos militares. El 9 de marzo de 1945, Tokio sufrió un poderoso ataque con bombas incendiarias. El efecto sobre una ciudad construida con madera, papel y tela fue devastador. Se lanzaron 1.700 toneladas de bombas incendiarias de napalm M69 sobre la ciudad, desatando un incendio de tal magnitud que en su epicentro se llegaron a alcanzar los 980 °C. El ataque destruyó 41 km² (aproximadamente la cuarta parte de la ciudad) y se calcula que unas 100.000 personas murieron.

Alemania fue objeto también de intensos bombardeos sobre poblaciones civiles. Hamburgo sufrió en julio de 1943, un bombardeo de 8 horas, en el que más de 9.000 toneladas de bombas fueron lanzadas desde 2.700 aviones. La mayoría de esas bombas eran artefactos incendiarios de benceno o de fósforo, que provocaron un viento de fuego de 300 kms/hora hora que destruyó 350.000 viviendas, dejando sin techo a un millón de personas y matando a más de 40.000 personas.

Dresde, ciudad sin ningún objetivo militar, plagada de refugiados y de heridos de guerra en sus 20 hospitales, fue sometida, del 13 al 15 de febrero de 1945, a un bombardeo angloamericano que lanzó sobre la ciudad 800.000 bombas incendiarias y explosivas, transformándola en un inmenso fuego en que fallecieron, abrasadas, 35.000 personas, en su mayoría ancianos, mujeres, niños y heridos. Las ciudades alemanas de más de 100.000 habitantes fueron sistemáticamente bombardeadas.

Si el objetivo hubiera sido derrotar cuanto antes a los ejércitos alemanes, la doctrina militar explica que lo más efectivo hubiera sido destruir sistemáticamente las vías de comunicación. Pero éstas no sufrieron semejante campaña de bombardeos, como no la sufrieron las vías férreas que transportaban a los campos de exterminio a millones de judíos, gitanos y otras poblaciones tildadas por los nazis de “subhumanos”.

El objetivo de los bombardeos no era militar, sino político

Después de las batallas de Stalingrado (julio de 1942-febrero de 1943) y Kursk  (julio-agosto de 1943), los aliados se ven, por primera vez, ante la posibilidad de una derrota alemana. Y se plantean el escenario tras esa derrota. Temen la posibilidad de levantamientos revolucionarios en Alemania, como los que siguieron a la I Guerra Mundial, y, por ello, lanzan su exigencia de “rendición incondicional” (a pesar de que puede prolongar la guerra hasta el límite de la resistencia de Alemania).

Y diseñan una estrategia de terror sobre la población civil. Ya el 9 de julio de 1941, Churchill emitía instrucciones para que los bombardeos no tomaran como blanco objetivos militares, sino la población desarmada para “de manera general, destruir la moral de la población civil, y la de los obreros industriales en particular”. Es decir, el objetivo central era destruir a la clase obrera alemana.

El 14de julio de 1942, la directiva “Área Bombing”, dirigida por el ministerio de Aviación al Bomber Comand, establecía las zonas urbanas más pobladas como objetivos prioritarios “se ha decido que el principal objetivo de su operación estará centrado en la moral de la población civil enemiga, y especialmente en la de los obreros de la industria”. Y añadía que “está claro que los objetivos deben ser zonas residenciales y no, por ejemplo, los astilleros o las industrias de aviación”. El encargado de aplicar estas instrucciones será Arthur Harris, conocido a partir de entonces como “Bomber Harris” o “Harris the butcher” (Harris el carnicero)

En diciembre de 1943, el Secretariado Europeo de la IV Internacional declara que “con su acción aérea terrorista contra la población alemana y su propaganda racista “antialemana”, el imperialismo anglosajón busca desmoralizar al proletariado alemán, aplastar su fe en el internacionalismo de la clase obrera, enfrentar a los proletarios de los países extranjeros con sus hermanos alemanes, fraccionar la ola revolucionaria para finalmente llega a estrangularla”.

En el Pacífico, las bombas atómicas sobre Japón –cuya derrota estaba clara desde la batalla de Midway, en junio de 1942- debían dejar clara la futura hegemonía política, económica y militar de los EE.UU. sobre Asia.

Los bombardeos no fueron considerados crímenes de guerra

Leo Szilard, un físico que tuvo una importante participación en el proyecto Manhattan, escribió lo siguiente: “imaginemos que Alemania hubiera fabricado dos bombas (…) y que hubiera lanzado una, digamos, sobre Rochester y otra sobre Buffalo, pero que hubiera perdido la guerra ¿Puede alguien dudar de que habríamos calificado esos bombardeos sobre ciudades como crímenes de guerra y que habríamos condenado a muerte en Nuremberg a los alemanes responsables de este crimen y los habríamos ahorcado?”

En efecto, en los juicios de Nuremberg, ningún jerarca nazi fue juzgado por los bombardeos de la población civil en Inglaterra ¿Cómo hacerlo sin llevar a juicio a Bomber Harris, y los responsables de los bombardeos de Tokio, de Hiroshima, de Nagasaki? En sus memorias, Taylor, acusador principal en el juicio de Nuremberg, explica “el acta de acusación no incluía ningún cargo por los bombardeos aéreos ilícitos, imputables a Göring y a los acusados en general. (…) los grandes raids aéreos que habían aplastado las ciudades durante la guerra -Hamburgo, Berlín, Dresde, Tokio, Hiroshima y Nagasaki- fueron obra de Gran Bretaña y los Estados Unidos, y la acusación debía sin duda evitar poner en evidencia los precedentes ataques alemanes, que, por destructivos que fueran, no pasaban de ser una bagatela en comparación”.

No es sólo una cuestión del pasado

Hoy en Ucrania asistimos a una destrucción monstruosa de las fuerzas productivas empezando por cientos de miles de jóvenes ucranianos y rusos. Se lleva a toda una generación al matadero en defensa de la supuesta soberanía de Ucrania por un lado o la defensa de la patria rusa de otro. Más de la mitad de la población de Ucrania, contando desde 1990, ha emigrado, a lo que se suman miles que han huido de la leva, como han hecho, según algunas fuentes, alrededor de tres millones de jóvenes rusos. Una tragedia que sucede bajo el silencio casi completo de los medios de comunicación “independientes y democráticos”.

La lucha por el control del mercado mundial de cereales (a propósito, como consecuencia de la guerra Ucrania este año ha pasado de producir 100 millones de toneladas de cereales a 53), y de la energía, exige en la lógica capitalista destruir a un sector de la población y los medios de producción.

El significado profundo de la campaña ALTO A LA GUERRA, CESE EL FUEGO SIN CONDICIONES, ABAJO LA GUERRA SOCIAL es enfrentarse a la barbarie capitalista. Toda organización que se dice defensora de los derechos de los trabajadores y los pueblos ha de tomar opción: o con la defensa de la Humanidad o con la guerra, los gastos militares; en suma, la barbarie.

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