Como señalan las redes sociales, Israel está matando cada día unas 800 personas, la mayoría niños y ancianos. Pero los líderes de la UE siguen mirando a otra parte y permitiendo a Israel perpetrar su genocido con toda impunidad. El gobierno español “progresista”, a pesar de sus tibias llamadas a una “pausa humanitaria”, sigue sin condenar el mayor crimen internacional de nuestra historia reciente y sin mover un solo dedo contra el estado terrorista de Israel. Tampoco otras fuerzas políticas y sociales les andan a la zaga cuando proponen, en sus proclamas y convocatorias sociales, medidas como no consumir productos de empresas israelíes o llevar a la Justicia Penal Internacional a los máximos responsables de las matanzas. En todos los casos, estos “humanitaristas” pacíficos, o a la inversa, eluden cuestionar las disposiciones que en su día legitimaron al estado de Israel dentro del territorio palestino y permitieron durante largas décadas el expolio territorial y apartheid sionistas. Para todos ellos, lo primero es respetar a cualquier precio el orden imperialista mundial institucionalizado en entidades como Naciones Unidas o Derechos Humanos.
Alfonso Aramburu Suárez. Grupotortuga.com
No es posible humanizar la guerra. La guerra es un crimen contra la humanidad. Cuando esta alcanza la dimensión de genocidio, de limpieza étnica, como está sucediendo ahora en Palestina, su deshumanización nos lleva a un territorio que va más allá del horror. Efectivamente, ya no hay palabras para describir lo que está pasando. Las imágenes hablan por sí solas. Solo nos queda el estupor y la indignación.
Sin embargo, no parece ser suficiente el martirio infligido al pueblo palestino en su conjunto, indiscriminadamente, cruelmente, vengativamente, para producir una reacción unánime que ponga fin a la masacre. Por el contrario, se nos reserva la segunda dosis de asombro y rabia ante el desfile de máximos mandatarios internacionales postrándose ante quienes ordenan y ejecutan las matanzas en Palestina. Todos esos representantes políticos no solo son cómplices, son corresponsables de un genocidio. Porque además de no censurarlo o impedir su realización, la justifican, en aras de un supuesto derecho a la defensa que excede todos los límites civilizatorios.
Estos representantes internacionales de la Unión Europea y Estados Unidos avalan irresponsablemente al Gobierno de un país que está ejerciendo terrorismo de Estado sobre la población civil de Palestina, hasta el punto de que más de la mitad de las muertes provocadas por los bombardeos corresponden a niños y niñas. Pero ni siquiera este dato resulta suficientemente significativo como para variar ni un ápice la política de apoyo incondicional europea a un Gobierno criminal.
De alto el fuego a alto el fuego, tiro la próxima bomba porque me toca el privilegio del exterminio, con el dado sobre un tablero siempre favorable para infligir la muerte con impunidad bombardera.
Se conforman con intentar tapar sus vergüenzas esbozando una mueca de gesto humanitario hueco e insuficiente para las personas huidas, expulsadas de sus lugares de vida por una violencia extrema. Efectivamente, a lo máximo que aspiran es a proponer con la boca pequeña un llamado “alto el fuego humanitario” limitado a unos días para socorrer mínimamente sobre cifras ridículas al millón y medio de civiles que malviven aterrorizados. Así, de alto el fuego humanitario a alto el fuego humanitario tiro la próxima bomba porque me toca el privilegio del exterminio, con el dado sobre un tablero siempre favorable para infligir la muerte con impunidad bombardera.
Impresionante documento el de la descomposición tolerada y normalizada de los fundamentos éticos básicos por los que supuestamente se regían nuestras sociedades posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El ‘nunca más’ de Auschwitz cayó en el olvido en Bosnia, y hoy, de forma descarnada, en Gaza. Limpieza étnica, deportación, traslados forzosos de poblaciones, crímenes de lesa humanidad, genocidio. Palabras de grueso calibre que describen perfectamente lo que está infligiendo el Estado de Israel al pueblo palestino.
Las que fueron víctimas del nazismo son hoy victimarios de la población civil palestina. El gueto de Varsovia del pasado es el gueto de Gaza del presente.
Las que fueron víctimas del nazismo son hoy victimarios de la población civil palestina. El gueto de Varsovia del pasado es el gueto de Gaza del presente. Y la llamada Comunidad, Internacional haciéndoles la ola, abrazando a los gobernantes perpetradores y comunicándoles su apoyo fiel e inquebrantable.
Hacía mucho tiempo que no se evidenciaba tanto la distancia existente entre la posición adoptada por esta jauría política e institucional y las gentes, pueblos y países a los que pretenden representar. La indignación suscitada por las imágenes de destrucción y muerte de estos días se incrementa doblemente ante las declaraciones solemnes de alineación total de los mandatarios europeos con el Gobierno del principal agresor en este conflicto, tanto en el presente como en el pasado.
La única ayuda humanitaria válida es decretar el alto al fuego permanente; cesar los bombardeos contra la población civil. Todos los actores internacionales debieran imponerlo. Hay legislación y medios que lo avalan y posibilitan. ¿Por qué no lo hacen? Porque no interesa a las superpotencias que tutelan los organismos internacionales, vetando la capacidad de actuación.
Pedir “pausas humanitarias” para continuar posteriormente las acciones bélicas es un chiste de mal gusto. Estamos asistiendo a una bufonada política que burla la sensatez, la justicia, el sentido común, la decencia, tomando por idiotas a las poblaciones y la opinión pública.
Los crímenes de guerra no pueden justificarse según el lado del que vengan. Los ataques armados contra población civil son crímenes de guerra, sean perpetrados por Hamás o por el Ejército de Israel. 1500 personas asesinadas el 7 octubre en Israel y desde ese día 5000 en Gaza, la mitad de corta edad. Sin perder la perspectiva temporal de este conflicto eterno iniciado en 1948 que ha ofrecido muchos más miles de víctimas en ambas partes, abrumadoramente mayoritarias entre la población palestina.
Milosevich y Karadzic, dirigentes Serbios a los que también se les legitimó en los años 90, ejerciendo su oratoria excluyente y belicista incluso en la ONU, fueron posteriormente juzgados y condenados por la Corte Penal Internacional. Ese mismo itinerario debieran recorrer los gobernantes y dirigentes de Hamás y del Estado de Israel que ordenaron las masacres.
La guerra, todas las guerras, tienen sus beneficiarios –siempre los mismos– y sus víctimas –siempre las mismas–. A las que en el mejor de los casos se les abren “pasillos humanitarios” para certificar su expulsión, deportación o traslado forzado.
Algunos se van a enriquecer aún más con esta catástrofe. Otros verán satisfechas sus ansias de poder político, económico, geoestratégico o de simple venganza. El resto, las mayorías sociales, seguimos siendo espectadores forzosos e impotentes de esta macabra representación.
Son unos miserables todos los que utilizan a civiles como arma de guerra. Malditos sean quienes inducen, ordenan y ejecutan criminalmente con balas o bombas a civiles desarmados, palestinos o israelíes, que solo aspiran a vivir sus vidas en paz. ¡No a la guerra! ¡Alto al genocidio del pueblo palestino!