El sector agrícola que ha permitido la vida laboral de una decreciente población rural está puesto en peligro por el modo de producción capitalista y su crisis no tiene solución dentro de él. El profesor de sociología Andrés Piqueras analiza en el siguiente artículo, desde un punto de vista marxista, las características del sector en el estado español y las líneas de avance para el cambio social.
Andrés Piqueras. Observatoriocrisis.com
Consideraciones previas
1) El trabajo productivo (y por extensión “capital productivo”) desde el punto de vista de la totalidad social o la economía en su conjunto es aquel que no sólo produce plusvalía, sino que además produce nuevo valor, es decir, nuevos productos convertidos en mercancías. Esto es propio exclusivamente del capital industrial o productivo. “Efectivo” como lo llamara Marx.
Tal circunstancia es la que explica que fuera la parte obrera industrial de la clase trabajadora la que albergara en sí la mayor potencialidad revolucionaria del orden social, mediante su accionar consciente.
El proletariado lo constituye el conjunto de población que ha sido desposeída de sus medios de producción. Obligada, por tanto, a asalarizarse, convirtiéndose en “fuerza de trabajo” o clase trabajadora. La clase obrera es la parte industrial de la clase trabajadora.
En las formaciones socioestatales de capitalismo primigenio o avanzado, el desarrollo de las fuerzas productivas propició, sin embargo, que el peso del sector servicios fuera haciéndose mayor, reduciéndose el peso de la fuerza de trabajo obrera dentro de la clase trabajadora. Con ello se fue diluyendo también la conciencia identitaria de clase y por ende potencialmente revolucionaria.
Buena parte de la clase trabajadora experimentaría un desclasamiento o primacía de identidades profesionales por encima de la de clase, que la proporcionaban “nuevos estilos de vida”, muy diferentes estatus y sin embargo una generalizada autoadscripción de “clase media”. De ahí saldrían los “nuevos movimientos sociales”, separados del mundo de la producción -y por tanto del movimiento obrero-, para centrarse en aspectos socialmente importantes pero no centrales para la acumulación de capital.
2) Las formas del capital, en su ciclo completo de acumulación, son capital productivo, capital dinero y capital mercancía. A pesar de estar inseparablemente imbricados en el movimiento total del capital, lo que hace el capital-dinero autonomizado como capital a interés, y el capital-mercancía autonomizado como capital comercial, es distribuirse el monto total de plusvalía generada en la producción por el capital productivo
Es decir, las otras formas funcionales del capital retraen parte de la ganancia del capital productivo que éste consigue a través de la plusvalía extraída en la producción mediante la explotación de la fuerza de trabajo industrial. Partes de esa plusvalía derivan como ganancia en favor del capital a interés y el capital comercial. La explotación de la fuerza de trabajo por parte de los capitalistas comerciales y bancarios no crea plusvalía pero permite a los capitalistas bancarios y comerciales apropiarse de parte de la plusvalía total generada.
En ese reparto entre capitalistas hemos de contar también con las actividades rentistas de la economía. La plusvalía que queda para las tres formas de capital tiende a ser menor, al tener que pagar el alquiler (renta) de terrenos o solares o, en general, de cualquier bien no reproducible. Esto ha sido especialmente importante para el sector agrícola.
Caracterización del sector agrícola y su dilución globo-industrial
El sector primario de la economía, el agrícola, está en vías de ser diluido en el sector industrial. Hoy se producen industrialmente cada vez más parte de nuestros alimentos. No tanto por la utilización de maquinaria para ello, sino por los procesos artificiales y de laboratorio implicados en la “creación” y recreación de semillas, insumos y toda clase de productos utilizados para la producción de alimentos, ya no tan “naturales” (cada vez menos pueden ser vistos como recursos dados y arrancados de la naturaleza -como las semillas “terminator”-, incluida la propia ganadería una vez que la biogenética empieza a extenderse por todo el sector agrícola). Todo ello hace que tengamos que replantearnos cuestiones como el valor, la plusvalía y la renta en el mundo agrario.
El sector agrícola es el que hasta hoy más ha aguantado el proceso de proletarización o desposesión de medios de producción, no porque no se haya venido desposeyendo a millones y millones de campesinos/as en todo el mundo desde la Primera Revolución Industrial, sino porque buena parte de la poca población activa que quedó en él ha sido propietaria, aunque fuera de una pequeña parcela de tierra, con la consiguiente conciencia no-proletaria, a menudo anti-socialista y, en todo caso, renuente a lacolectivización. Esto siempre dio quebraderos de cabeza en los procesos revolucionarios a la hora de intentar congeniar intereses obreros y campesinos, como los bolcheviques tuvieron que aprender rápido.
Obviamente, jornaleros y asalariados agrícolas en general no entran en esa categoría, pues sí son por lo general proletarios (a veces se combinan formas de pequeña o muy pequeña propiedad con trabajos asalariados temporales).
Con la industrialización del sector agrícola tenemos varios procesos concomitantes (el referente aquí es sobre todo Europa, aunque en gran medida lo dicho es extrapolable al conjunto del planeta):
1. Se acentúa de nuevo la expulsión de población activa -pequeños sobre todo, pero también medianos propietarios-. Entre los principales factores y procedimientos que contribuyen a ello y, en general, a la despoblación rural, tenemos:
La Agenda 2030 y sus inviables requisitos dentro de la ley del valor del capital Las directrices de la UE que van en la misma línea de ahogar la pequeña propiedad La Política Agraria Común, que transfiere sin parar fondos a los grandes propietarios Los Tratados de Libre Comercio, en favor de las transnacionales El IPOD (índice de precios en origen y destino – ver cuadro más abajo, para el Reino de España-), que reduce peligrosamente los márgenes de beneficio en favor de la intermediación y distribución comercial -como grandes cadenas de supermercados del estilo de Mercadona, Carrefour, AuChan, Lidl…, que disparan sus márgenes para los alimentos básicos hasta 10 veces más que el IPC- La destrucción del campo en pro de la “industria ecológica” (con la “siembra” por doquier de placas solares y molinos de viento, por ejemplo) Las sanciones a Rusia impuestas por EE.UU. a la UE, en favor de la economía norteamericana, que están significando pérdidas millonarias mensuales al sector agrícola europeo. Rusia era el 6º país destinatario de sus exportaciones agrícolas.
El IPOD general, que incluye tanto los productos agrícolas como ganaderos, se sitúa en 3.92. Además de productos agrarios como la naranja, el plátano, el repollo, el ajo o la misma patata, que rompen barreras, en el sector ganadero destacan productos como la ternera y el cordero con incrementos de 286% y 310% respectivamente, como puede apreciarse en el cuadro de la COAG.
2. La asfixia de la pequeña -y mediana- propiedad da paso a una creciente concentración agraria. Transnacionales y sobre todo grandes fondos buitre (que controlan la mayor parte de la propiedad del mundo, incluida la de las mayores empresas transnacionales) pasan a ser los grandes propietarios. Esto significa, entre muchas otras cosas, que cada vez más los productores agrícolas-industriales son los propios detentadores de la propiedad, con lo cual el factor renta pierde relevancia para ellos. En cambio, pueden utilizar las tierras para aumentar su ganancia rentista a costa de otros capitalistas que quieran producir, o también a costa de la propia clase trabajadora mediante por ejemplo la “chaletización” del campo, la conversión de territorios en “parques temáticos”de aventuras, actividades deportivo-recreativas, complejos turísticos en general, etc.
3. Se da un proporcional aumento de la asalarización en relación a la población activa agrícola, que en total disminuye. En el Reino de España la mano de obra en las explotaciones agrícolas pasó de 828.200 personas en 2008, a 774.800 en 2022, (Trabajadores por sector económico en España 2008-2022 | Statista); ya sólo representa el 6,9% de la población activa total. En 2020 la mano de obra del titular bajó un 3,7% y la referida a los familiares del titular un 49,8%. Por el contrario, la mano de obra contratada aumentó un 16,3% y la subcontratada un 13,9%, según el INE (https://es.statista.com/estadisticas/475096/numero-de-empleados-en-espana-por-sector-economico/).
4. La sobreacumulación de capital (exceso de maquinaria en relación a la fuerza de trabajo empleada por unidad de capital invertido -causa principal de la caída de la tasa de ganancia, dado que la plusvalía sólo se extrae de los seres humanos-) va llegando también al campo. Tal proceso busca compensarse a través de una explotación extensiva y a menudo una sobreexplotación de la fuerza de trabajo agrícola (cuando el salario no cubre la propia reproducción del trabajador/a). Para ello se deslocaliza la inversión en explotaciones agrícolas hacia lugares donde la mano de obra sea más barata, o bien sirviéndose de población inmigrante altamente precarizada. En el sector se da asimismo con frecuencia una explotación de mano de obra servil o semi-servil e incluso esclava, a escala planetaria. Contra los precios de esa explotación globalizada (a menudo llevada a cabo por el empresariado connacional) la pequeña y mediana propiedad no pueden competir. La globalización de fuentes de plusvalía y beneficios se da, pues, como en cualquier otro sector.
5. Técnicas nocivas empeladas por la agroindustria se acompañan de productos dañinos para la salud, cada vez más genéticamente modificados, los cuales forman parte de la continuación de la desposesión o acumulación tardía de capital en el campo. Monocultivos en gran escala, pérdida masiva de variedades agrícolas y de especies vegetales, deforestación extensiva e intensiva, pérdida de formas de vida y culturales, son algunas de las peores consecuencias, las cuales además arrastran consigo otras de la misma terrible condición, como la mayor recurrencia de plagas y enfermedades, más utilización de químicos y productos nocivos para intentar compensarlo, menor resistencia y adaptación natural al estrés climático que padecemos, así como a los que quieren llamar “desastres naturales”, mayores hambrunas, mayor pobreza y migraciones en masa, etc…
Así que lo que tenemos es una ofensiva en toda la regla para terminar la desposesión en el mundo rural, con una gran concentración de la propiedad en él. Quien de momento están protestando contra ello no es la clase asalariada agrícola [que en todo caso lucha por sus condiciones laborales (¿alguien recuerda todavía cuándo fue la última huelga de jornaleros -magrebís- en Andalucía, por ejemplo?)], sino los pequeños propietarios en vías de proletarización y hasta medianos propietarios que ven menguar más y más sus beneficios.
El sector agrícola que ha permitido la vida laboral de una decreciente población rural está seriamente puesto en peligro por el modo de producción capitalista y su crisis no tiene solución dentro de él. Por eso su defensa desde posiciones de transformación social sólo puede ir acompañada de procesos de cooperativización y socialización de las explotaciones agrícolas y de sus productos. No se trata de volver atrás hacia el pequeño capital agrícola, ni de fomentar un nuevo proteccionismo que se beneficie de la división internacional del trabajo capitalista y sus relaciones de intercambio desigual, sino aprovechar el descontento general y la falta de soluciones al mismo, para poco a poco ir transformando las relaciones sociales agrícolas de producción. Eso pasa por comenzar a revertir los procesos causales de su ruina antes mencionados. Para empezar, rompiendo con la UE y denunciando los Tratados de Libre Comercio.
Las organizaciones comunistas europeas (y del resto del mundo) dignas de tal nombre tienen la enorme responsabilidad de estar a la altura de las circunstancias y comenzar a actuar en ese sentido. El trabajo de base en y con el sector agrícola es imprescindible. De él y a través de él puede afrontarse el reto de que comience a levantarse una conciencia de clase entre su población activa.
Lo cual a su vez es vital, pues sólo a través del socialismo se podrá tener una base agrícola sustentable y sana como fuente de vida de una parte importante de la población y como posibilitadora de vida del conjunto de ella.