Paz en Palestina?

Imagen del articulo de Galeano sobre Palestina

Este breve y clarificador artículo del compañero Marc Cabanilles tiene la virtud de revelar lo que significa, histórica y políticamente, defender la libertad de Palestina pero manteniendo a la vez la participación de su territorio en dos estados (Israelí y palestino) que ha llevado al genocidio actual. Una partición, además, que fue dictada por el imperialismo de acuerdo con sus intereses geo estratégicos y que, en consecuencia, resultará siempre una imposición al pueblo palestino incompatible con la posibilidad de ejercer su derecho a la libre autodeterminación.

Marc Cabanilles. Brigadista en Palestina. Membre de l’ong Help Solidarity Projects

En nombre de la objetividad, no escribo este artículo desde los sentimientos o una posición partidista, ni siquiera desde la indignación por tanto sufrimiento provocado ante la falta de humanidad, estupidez e insensatez, de la que tanto hacemos gala los seres humanos, con el agravante que supone la indiferencia de una gran parte de la población, aunque dice no participar de esa falta de humanidad, de esa estupidez, de esa insensatez.

Me limitaré a dar datos, confiando en que la frialdad de estos, quede compensada por la claridad para entender el conflicto.

En la Palestina histórica, que formaba parte del Imperio Otomano a finales del siglo XIX, dentro de la denominada Gran Siria, la población mayoritaria era musulmana, siendo los judíos el 5%.

La primera gran migración judía a Palestina vino desde Rusia, donde los judíos fueron acusados de participar en el asesinato del Zar Alejandro II en 1881. Estas migraciones contaban con el apoyo del sionismo, un movimiento judío que considera que el pueblo judío constituye una nación, y que ante el antisemitismo europeo, necesitaba un estado donde refugiarse, llevándole a considerar varios lugares, desde la Argentina, Uganda o Mozambique.

Al acabar la I Guerra Mundial, el Imperio Otomano, aliado de Alemania, perdió sus posesiones, quedando Palestina en manos de Gran Bretaña, que en 1917 (Declaración de Balfour, ministro de Exteriores Británico) prometió el establecimiento de un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina, con la condición, de que no se viera afectada la vida de los allí ya residentes, cosa que evidentemente no ha ocurrido. En ese momento la población judía, apenas llegaba al 11% del total.

Terminada la II Guerra Mundial, y tras varias revoluciones árabes y atentados judíos, Gran Bretaña pone el problema en manos de la ONU, que decide dividir Palestina en dos territorios, adjudicando el 55% a los judíos (que eran propietarios del 7% de la tierra y constituían el 33% de la población) y el restante 45% a los palestinos, dejando Jerusalén bajo administración internacional, aunque posteriormente fue anexionada ilegalmente por Israel.

La partición de Palestina y la posterior proclamación del estado de Israel, provocó la Nakba (Desastre, Catástrofe, en árabe), con la muerte de 13.000 palestinos, el éxodo y exilio de cerca de 800.000 (que actualmente, con sus descendientes ya son cerca de 5 millones) que se establecieron en campos de refugiados, que aún existen, en Cisjordania, Gaza, Líbano Jordania y Egipto, la despoblación de 400 localidades que fueron destruidas o repobladas por judíos (sólo en el primer año del estado de Israel, cerca de 120.000 inmigrantes judíos se acomodaron en casas palestinas).

A partir de ahí, la expansión de Israel en todo el territorio palestino, ocupando toda Cisjordania, ha sido imparable, con la construcción de numerosas colonias de nuevos inmigrantes judíos, quedando la parte adjudicada a los palestinos como una serie de reductos aislados, verdaderos guetos, porque Israel tiene el control absoluto de la movilidad, mediante una infinidad de controles militares (Checkpoints, se llaman).

Según datos de la ONG israelí B’Tselem, desde diciembre de 1987 hasta septiembre de 2023, han muerto 13.400 personas, de las que 11.658 eran palestinos y 1.742 israelíes. Esta gigantesca asimetría en la correlación de víctimas, es aún más dramática si se atiende al número de heridos que se han registrado desde 2008: Del total de 158.000 afectados, más de 152.000 son de origen palestino.

Según el Banco Mundial, las colonias en Cisjordania (que representan el 15% de la población) controlan y tienen acceso a más del 80% de los recursos de agua dulce. Por si no fuera poco esta descripción de hechos físicos, existe además, toda una legislación israelí que supone un auténtico régimen de apartheid hacia el pueblo palestino.

Un estricto e inhumano «sistema de control», que comprende la continua identificación, la segregación racial y religiosa, la continua ampliación de las colonias en la Cisjordania ocupada, el uso de carreteras separadas, el monstruoso muro de separación, la ley de bodas excluyentes, la aplicación de legislación civil a los colonos israelíes de Cisjordania, mientras a los palestinos se les aplica la ley militar, el abuso de palestinos como mano de obra barata, las desigualdades en infraestructuras, la discriminación en el acceso a la tierra.

Destacar la ley de “Presentes Ausentes”, según la cual, muchos palestinos no pueden vivir en las casas en las que habían vivido hasta 1948, aunque pudieran demostrar que son sus propietarios.

El gobierno israelí los califica de «ausentes» porque no estaban en sus casas en un día concreto, e incluso aunque marcharan a la fuerza. El Centro de Control de Desplazados, un organismo radicado en Ginebra, calculó en 2007, que había entre 150.000 y 420.000 personas “presentes ausentes” dentro de Israel, la gran mayoría de ellos son musulmanes (el 90%) y el resto (10%) son cristianos.

Con este panorama, siguen siendo muchos los que, encarecidamente, piden la paz en Palestina. Peticiones que muchas veces llegan desde enmoquetados despachos institucionales o desde cómodos sofás de casa.

Pero la paz hay que pedírsela a quien lleva manteniendo esta situación injusta desde 1948, cuando se partió Palestina en dos, para regalar más de la mitad de la tierra a judíos que venían de todas partes del mundo con la excusa de que un supuesto dios se la “prometió” hace 3.000 años.

No habrá paz mientras continúe el régimen de apartheid israelí, que tan pocos reproches genera, contrariamente a lo ocurrido en Sudáfrica.

No habrá paz mientras el pueblo palestino no tenga esperanza. Y es suficiente analizar datos y leyes, para deducir que, por ahora, esperanza no hay, y por lo tanto, la paz es imposible. Tanto cuesta entender que quien lo ha perdido todo, actúe como si no tuviera nada que perder?

Artículo original en valenciano:

“Pau en Palestina?”

En nom de l’objectivitat, no escric este article des dels sentiments o una posició partidista, ni tan sols des de la indignació per tant sofriment provocat davant la falta d’humanitat, estupidesa i insensatesa, de la que tant fem gala els éssers humans, amb l’agreujant que suposa la indiferència d’una gran part de la població, encara que diu no participar d’eixa falta d’humanitat, d’eixa estupidesa, d’eixa insensatesa.

Em limitaré a donar dades, confiant que la fredor d’questes, quede compensada per la claredat per a entendre el conflicte.

En la Palestina històrica, que formava part de l’Imperi Otomà a la fi del segle XIX, dins de la denominada Gran Siriana, la població majoritària era musulmana, sent els jueus el 5%.

La primera gran migració jueva a Palestina va vindre des de Rússia, on els jueus van ser acusats de participar en l’assassinat del tsar Alexandre II en 1881. Estes migracions comptaven amb el suport del sionisme, un moviment jueu que considera que el poble jueu constitueix una nació, i que davant l’antisemitisme europeu, necessitava un estat on refugiar-se, arribant-se a remenar diversos llocs, des de l’Argentina, Uganda o Moçambic.

En acabar la I Guerra Mundial, l’Imperi Otomà, aliat d’Alemanya, va perdre les seues possessions, quedant Palestina en mans de Gran Bretanya, que en 1917 (Declaració de Balfour, ministre d’Exteriors Britànic) va prometre l’establiment d’una llar nacional per al poble jueu en Palestina, amb la condició, que no es vera afectada la vida dels allí ja residents, cosa que evidentment no ha ocorregut. En eixe moment la població jueva, a penes arribava a l’11% del total.

Acabada la II Guerra Mundial, i després de diverses regirades àrabs i atemptats jueus, Gran Bretanya posa el problema en mans de l’ONU, que decideix dividir Palestina en dos territoris, adjudicant el 55% als jueus (que eren propietaris del 7% de la terra i constituïen el 33% de la població) i el restant 45% als palestins, deixant Jerusalem sota administració internacional, encara que posteriorment va ser annexionada il·legalment per Israel.

La partició de Palestina i la posterior proclamació de l’estat d’Israel, va provocar la Nakba (Desastre, Catàstrofe, en àrab), amb la mort de 13.000 palestins, l’èxode i exili de prop de 800.000 (que actualment, amb els seus descendents ja són prop de 5 milions) que es van establir en camps de refugiats, que encara existeixen, a Cisjordània, Gaza, Líban Jordània i Egipte, la despoblació de 400 localitats que van ser destruïdes o repoblades per jueus (només en el primer any de l’estat d’Israel, prop de 120.000 immigrants jueus es van acomodar en cases palestines).

A partir d’ací, l’expansió d’Israel a tot el territori palestí, ocupant tota Cisjordània, ha sigut imparable, amb la construcció de nombroses colònies de nous immigrants jueus, quedant la part adjudicada als palestins com una sèrie de reductes aïllats, vertaders guetos, perquè Israel té el control absolut de la mobilitat, mitjançant una infinitat de controls militars (Checkpoints, s’anomenen).

Segons dades de l’ONG israeliana B’Tselem, des de desembre de 1987 fins a setembre del 2023, han mort 13.400 persones, de les quals 11.658 eren palestins i 1.742 israelians. Eixa gegantesca asimetria en la correlació de víctimes, és encara més dramàtica si s’atén el nombre de ferits que s’han registrat des de 2008: Del total de 158.000 afectats, més de 152.000 són d’origen palestí.

Segons el Banc Mundial, les colònies jueves a Cisjordània (que representen el 15% de la població) controlen i tenen accés a més del 80% dels recursos d’aigua dolça. Per si no fora poc esta descripció de fets físics, existeix a més, tota una legislació israeliana que suposa un autèntic règim d’apartheid cap al poble palestí.

Un estricte i inhumà «sistema de control», que comprèn la contínua identificació, la segregació racial i religiosa, la contínua ampliació de les colònies jueves a la Cisjordània ocupada, l’ús de carreteres separades, el monstruós mur de separació, la llei de casaments excloents, l’aplicació de legislació civil als colons israelians de Cisjordània, mentre als palestins se’ls aplica la llei militar, l’abús de palestins com a mà d’obra barata, les desigualtats en infraestructures, la discriminació en l’accés a la terra.

Destacar la llei de “Presents Absents”, segons la qual, molts palestins no poden viure a les cases en les que havien viscut fins a 1948, encara que puguen demostrar que són els seus propietaris.

El govern israelià els qualifica de «absents» perquè no eren a les seues cases en un dia concret, i fins i tot encara que marxaren a la força. El Centre de Control de Desplaçats, un organisme radicat a Ginebra, va calcular en 2007, que hi havia entre 150.000 i 420.000 persones “presents absents” dins d’Israel, la gran majoria d’estos són musulmans (el 90%) i la resta (10%) són cristians.

Amb este panorama, continuen sent molts els que, encaridament, demanen la pau en Palestina. Peticions que moltes vegades arriben des d’emmoquetats despatxos institucionals o des de còmodes sofàs de casa.

Però la pau cal demanar-li-la a qui porta mantenint esta situació injusta des de 1948, quan es va partir Palestina en dues, per a regalar més de la meitat de la terra a jueus que venien de tot arreu del món amb l’excusa que un suposat déu li la “va prometre” fa 3.000 anys.

No hi haurà pau mentre continue el règim d’apartheid israelià, que tan pocs retrets genera, contràriament a l’ocorregut a Sud-àfrica.

No hi haurà pau mentre el poble palestí no tinga esperança. I és prou analitzar dades i lleis, per a deduir que, ara com ara, esperança no hi ha, i per tant, la pau és impossible. Tant costa entendre que qui ho ha perdut tot, actue com si no tinguera res a perdre?

Marc Cabanilles
Brigadista en Palestina
Membre de l’ong Help Solidarity Projects

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