España sigue dando pasos de gigante hacia la militarización

Ministra de la guerra Margarita Robles, decidida defensora de la OTAN y la UE

Juan Carlos Rois. Grupotortuga.com

España ha optado decididamente por dar una vuelta de tuerca a su militarismo tradicional, ahora reivindicado sin complejos, mediante el incremento de recursos económicos destinados al rearme y a las políticas de injerencia militar que viene practicando.

Hagamos un somero repaso:

Más de 5.000 millones aprobados de gasto militar extra

En lo que va de año 2024, el ejecutivo ha aprobado nada menos que 10.043,2 millones de euros de gasto militar fuera de los presupuestos prorrogados de 2023. Gran parte de esta millonada se ha ido aprobando en sucesivos consejos de ministros (13 en total de los celebrados entre enero y 24 de mayo) y otros tres (una subvención del CDTI para drones militares, una cesión de un hospital militar por 75 años a uno de los grupos que gestionan gran parte de la sanidad pública y un convenio con Ucrania del que hablaré después) fuera de las reuniones del Consejo de Ministros.
 De ellos, 4.608,96 millones se imputarán en 2023 y los restantes 5.434,96 durante varios ejercicios, tanto en 2023 como en otros sucesivos.

Más de 22 millones de nuevos compromisos de gasto para armas.

También conocimos en el mes de abril, por la contestación dada por el gobierno a unos diputados del PP, que España ha comprometido para los años futuros al menos otros 22.319 millones de euros en once nuevos programas de armas, de los que ya se han pagado 3.906 millones.

Conocíamos también otras perspectivas de nuevos encargos de armas que aún no forman parte de estos pedidos, como la promesa que realizó el propio presidente del gobierno en la campaña electoral de Galicia de construir una nueva fragata, o los 25 aviones Eurofighter aún no encargados que se espera que en el transcurso del año incrementen los pedidos militares, o los aviones F35 que tanto la armada como el ejército del aire planean adquirir, o los tres submarinos S80 que aún se tienen que construir, sin descartar nuevas sorpresas.

Alimento para la guerra de Ucrania.

El lunes tuvimos conocimiento del contenido del convenio de colaboración militar de España con Ucrania y con la guerra que libra contra Rusia. Nada menos que 1.129 millones de euros con los que España, y con independencia de la colaboración que ya realiza por medio del Fondo europeo de Paz, colaborará en 2024, más otros 5.000 millones más para los próximos años, destinados a cronificar la guerra de Ucrania.
Esta cantidad hay que sumarla a la que ya llevamos gastada (al menos otros 1.033 millones) tanto en ayuda militar, como en ayuda financiera, ayuda humanitaria y aportaciones al fondo europeo destinado a tal fin, con arreglo al siguiente cuadro:

A esta contribución debe añadirse la de 19 nuevos tanques Leopard, misiles Patriot y torretas de armas remotas que ya tiene Defensa preparadas para enviar en breve.

Más plazas militares.

Contamos con un ejército sobredimensionado desde el punto de vista comparativo y de racionalidad militar (mucho más si apostamos por una verdadera desmilitarización que acabe por superar el paradigma de defensa militar y sustituirlo por otra de defensa social o de seguridad humana que acabe con el militarismo) y descompensado (una ratio de un oficial por cada 1,7 efectivos y un elevado número de oficiales que sobran y se mandan a la reserva cobrando y pudiendo compatibilizar con un sueldo civil (casi 800 millones nos cuesta al año esta reserva de mandos sobrantes).
 Pero en vez de solventar esta situación de insostenibilidad y «sobrepeso» militar, durante 2024 se convocarán otras 3.405 plazas militares para oficiales, suboficiales y tropa y el parlamento sigue pidiendo que los soldados mayores de 45 años sigan perteneciendo al ejército, lo que puede aumentar el problema.

Digamos de paso que los militares mayores de 45 años pueden pasar a la reserva activa (cobrando por ello cerca de 750 euros mensuales que pueden compatibilizar con el paro o con otro trabajo).

Venta de armas.

España es, según los años, entre el sexto y séptimo exportador de armas mundial. En 2023, y a falta de la información oficial, se estima que la venta alcanzó más de 4.500 millones de euros, cantidad que, según las expectativas de 2024, se verá ampliamente superada en 2024, dado que ya se tienen pactadas ventas de nuevas fragatas y sistemas de armas a Arabia Saudí, otros países de la región, o Australia, entre otros y por el clima de rearme mundial que favorece la diversificación de negocio de la industria militar española.

La venta de armas viene asociada al aumento de la inseguridad global y de la conflictividad, así como del nuevo clima de rearme de los países OTAN y del resto de países.

El incumplimiento de los acuerdos internacionales de limitación de armas convencionales

Al dictado de la OTAN y su nueva estrategia de rearme, los estados occidentales, y España entre ellos, están incumpliendo de forma sistemática los acuerdos internacionales sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa de 1990.
 El pasado 23 de mayo, con el voto favorable de todos los partidos militaristas, incluidos PP; PSOE, Sumar y VOX y miembros del grupo mixto, se aprobó la suspensión de dicho tratado.

Militarización social

La apuesta militarizadora se abre paso en la derecha y la extrema derecha, ya sea con mensajes simplistas y plagados de retórica violenta, y en las izquierdas parlamentarias, igualmente plegadas al reclamo del polo militar.

En este contexto se inscribe el refuerzo de la visión securitizadora de las políticas públicas en general, extendiendo el deseo de control militar y paramilitar a ámbitos como la salud pública, las catástrofes naturales, la crisis ecológica, la movilidad humana, etc. y las de orden social y gestión de la conflictividad, con el creciente aumento del impulso punitivista, el control social cada vez más policial (penetración policial en movimientos sociales, control de redes y comunicaciones, restricciones a las libertades de manifestación y expresión, etc), la criminalización de la protesta y el deterioro del debate político, cada vez más polarizado y con apelaciones a la violencia y la coacción como medio.

En este contexto, merece la pena comprobar la extensión de los discursos del miedo y la inseguridad, el refuerzo de propuestas simplistas, identitarias y neofascistas o la pretensión de reimplantar en Europa el impuesto militar de sangre que supuso el servicio militar (o cualquier otro tipo de prestación «cívica» similar y obligatoria).

Sin noticia de una propuesta política de desmilitarización por parte de la sedicente izquierda

La creciente militarización promovida por los halcones, aplaudida por las derechas radicales, cada vez más entusiasmada por la asunción de sus propuestas de máximos y ejecutada por los gobiernos, no cuenta con una alternativa que la enfrente.

Las izquierdas se conforman con referencias huecas al respeto a la legislación internacional, la aspiración de un pacifismo pacato que pretende no tanto la construcción de la paz como la contención de la guerra, que sigue aspirando a una paz jurídica basada en tratados internacionales de dudosa eficacia y que reivindica el desarme y no la desmilitarización, ni la construcción de una alternativa radical contra la violencia rectora y contra el paradigma de la defensa militar capaz de desarrollar procesos de transarme y de defensa social.

Sigue en pie el reto de llevar a cabo todo el trabajo de construir esa alternativa, hoy por hoy minorizada, y de proponer su despliegue a una sociedad adormecida y atenazada por el discurso unilateral del militarismo rampante.

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