Gessamí Forner . Elsaltodiario.com
La sociedad vasca lanza un ultimátum: basta de cuidados privatizados y familiaristas
¿Y si la patronal son las instituciones, además de los empresarios? ¿Y si la patronal es el propio Gobierno vasco y navarro? ¿Y las diputaciones y los ayuntamientos? ¿Y si la patronal también son los partidos políticos? La respuesta afirmativa a estas preguntas plantea otra aún más compleja: ¿cómo se puede cambiar todo? El Movimiento Feminista Autónomo de Euskal Herria concluyó hace casi un año que la huelga general es la herramienta adecuada para iniciar una transformación social, económica y política. El pasado 8 de marzo, anunciaron que este otoño celebrarían la primera huelga feminista general para reivindicar el derecho colectivo a ser cuidados, para defender un sistema público, e incluso comunitario, y para decir, alto y claro, que la frase “pongamos la vida en el centro” no es solo una expresión. Instaron a la mayoría sindical vasca a despejar sus agendas durante el mes de noviembre para comprometerse a sacar adelante una huelga que hoy, tanto las portavoces sindicales como del movimiento, han calificado de “histórica”. Y la elevada participación en las calles, a través de piquetes, acciones y manifestaciones, la han convertido en un éxito.
El movimiento feminista ha concluido con una petición: “Nos dirigimos claramente a los gobiernos vascos para exigir la creación de una mesa intersectorial para abordar con urgencia la crisis de los cuidados”. Dicen basta a un modelo privatizado y familiarista, promovido por un “sistema capitalista, patriarcal y colonial”.
La jornada se ha dividido en tres bloques: los piquetes informativos de la mañana —dos detenidas en la fábrica Michelin (Gasteiz), 21 identificaciones en varios puntos del territorio—, las acciones simbólicas del mediodía —cinco arrestadas tras encadenarse en la puerta de la Diputación de Gipuzkoa— y las multitudinarias manifestaciones de la tarde, que han llenado las calles en las cuatro capitales de Hego Euskal Herria y más de una decena de municipios. A pesar de la lluvia, intensa e incesante durante toda la jornada. La de Bilbao ha sido emotiva —con bertsos, discursos con una fuerte carga política y canciones en vivo— y concurrida —cuando la cabecera llegaba a la plaza Circular, la cola se encontraba casi al final de Gran Vía—.
En noviembre, más de 1.500 comités de empresa se adhirieron a la convocatoria. Una cifra que empató con la huelga general que convocó el movimiento pensionista en enero de 2020. Los nervios del largo proceso para organizar la huelga posiblemente terminaron cuando buena parte de la industria votó a favor —el comercio ha sido el sector más reacio a cerrar, junto con los establecimientos hosteleros—. ELA, LAB, ESK, Steilas, EHNE, Etxalde y CGT —además de contar con el apoyo de CNT— han dado cobertura legal a esta movilización capitaneada por el potente movimiento feminista autónomo de Euskal Herria.
Los datos del Gobierno vasco sobre los servicios públicos sitúan el seguimiento en un 40% en el maltrecho sector de la educación, que en octubre fue convocado a tres jornadas de paros y, en diciembre, a otros tres. En Sanidad, apenas ha llegado al 6%, con unos servicios mínimos altos —nadie del turno de noche pudo hacer huelga— y excesivos incluso para los guardas forestales —del 50%—. A pesar de ello, el paro ha tenido un impacto muy reseñable en los centros escolares y el transporte público —hasta un 43% de seguimiento en el tranvía de Gasteiz, por ejemplo— y notable en la radio televisión pública vasca, que solo ha emitido informativos y no ha grabado un solo programa. En el sector privado, no ha habido diario impreso de Gara y Berria. Otros muchos medios, como El Salto, Pikara. Argia y Hamaika, secundaron la huelga la víspera o se comprometieron a dar cobertura en exclusiva a la jornada de movilizaciones.
La huelga ha sido mixta. Los hombres se han acomodado en los piquetes y manifestaciones lideradas por las mujeres: “La apoyo completamente porque es absolutamente necesario reivindicar el derecho colectivo a ser cuidados y luchar contra el deterioro del sistema público”, enfatizaba Txapi Asla en el piquete informativo que ha bloqueado el tráfico en la entrada de Bilbao por la calle Juan de Garay. Asla es cocinero y trabaja en un comedor escolar de un instituto. Está subcontratado y trabaja en un sector “feminizado, muy precarizado y privatizado”.
Y la movilización ha dado un papel relevante a las trabajadoras del hogar y de los cuidados, socializando su situación en las acciones del mediodía. En la Oficina de Extranjería, Mardenia Castrillón portaba el brazalete naranja, indicativo de que ella ni siquiera tiene derecho a huelga: “Hoy no puedo hacer huelga porque estoy lesionada. Me lesioné en la columna tras trabajar once años cuidando a ancianos en una residencia. Los médicos dicen que lo mío no da para una discapacidad, que solo me corresponde un 8%, así que nada, que mientras pueda caminar, que tire adelante. Pero este dolor no se quita y no puedo trabajar. Vivo de la caridad”, explica Mardenia Castrillón, trabajadora de los cuidados racializada.
Maryuris Piñero también lleva el brazalete naranja. Ahora trabaja cuatro horas en una casa de Leioa, “todo bien”, dice, pero durante una larga temporada estuvo de interna. “Es la esclavitud del siglo XXI. Trabajaba todas las horas de todos los días excepto las tardes del domingo, que era cuando podía ir al médico o tener libre. Solo dormía cuatro horas y me tenía que levantar a las 6 de la mañana”. “La injusticia es enorme para nosotras, por eso es necesaria la huelga de hoy”, añadía.
Nerea Lalinde, chófer de Bizkaibus, resume la reivindicación hablando de todo un poco, porque de eso se trata: “Tenemos que decir basta a la precariedad de los sectores feminizados, de que las trabajadoras del hogar no tengan una jubilación digna ni casi derecho a paro, y tenemos que salir hoy porque necesitamos cuidados paliativos dignos. ¡Yo qué sé! Necesitamos mucho más. Es tan indignante que tengamos que luchar por estas cosas”.
El Departamento de Sanidad del Gobierno vasco informó la semana pasada de que iba a reducir, aún más, los horarios de atención de los centros de atención primaria durante el puente de diciembre y las Navidades. Días antes se jactaba de que las listas de espera para intervenciones quirúrgicas se habían acortado a 61 días, pero escondía que la espera para un especialista se ha doblado en solo un año: de 39.034 pacientes esperando a 69.532 en un año, informaba Gara. Osakidetza acumula huelgas y manifestaciones, como las residencias y el sector de los cuidados en general —centros de menores, por ejemplo—. El PNV acumula pérdida de votos, aunque se transfieren al PSE, partido con el que cogobierna.
La huelga también ha sido un pulso político a una gestión neoliberal de las arcas públicas —EH Bildu, Elkarrekin Podemos y Sumar Mugimendua se han adherido a ella—. Los parlamentarios de las izquierdas han acudido hoy solo a debatir las leyes de Salud y Patrimonio. Se han sumado a las movilizaciones casi todos los consistorios de Gipuzkoa, tanto el personal contratado como el subcontratado en Irura, Anoeta, Mutriku, Aretxableta, Azpeitia, Oañti, Arraste, Orio, Tolosa, Beasain, entre otros. Ha hecho mella en las comarcas vizcaínas de Busturialdea, Gernika, Durangaldea y Arratia, con polideportivos, centros culturales y oficinas de turismo cerradas, así como incidencia en Barakaldo y Galdakao. La huelga ha dibujado un mapa político, donde el PSE se ubica en el patriarcado.
“Ante la falta de propuestas políticas”, por parte de los gobernantes, “hemos conformado un Acuerdo social entre las integrantes del movimiento feminista, agentes sociales y sindicatos que nos hemos unido en este proceso”, indica el movimiento feminista. “Pedimos voluntad política urgentemente, no ignoréis nuestras peticiones. Hoy ha sido un hito, pero no es el final. Queda un largo camino y estamos seguras de que habrá muchos hitos como este. Saldremos fuertes de la movilización de hoy y seguiremos movilizándonos, tejiendo redes y asentando bases solidas”, añaden. Hoy ha sido un día histórico y el principio de la segunda etapa de este proceso que se inició en la pandemia, cuando el sistema mostró sus costuras y los cuidados públicos se demostraron ineficientes e insuficientes.