Javier F. Ferrero, Spanishrevolution.net
En una sociedad anhelante de justicia y resolución histórica, el espectro de las atrocidades pasadas se cierne como un abismo insondable. El pasado es un libro que no puede permanecer cerrado, y las páginas manchadas con la tinta de la opresión deben ser examinadas con rigor y determinación. El Valle de Cuelgamuros, durante largas décadas llamado “de los Caídos por Dios y por España” y luego rebautizado con esta denominación, igualmente lacerante para las víctimas del franquismo (al rememorar uno de los penales franquistas más infames), es un lugar que lleva las cicatrices de nuestra historia y testifica la colisión entre la memoria (la verdad) y la búsqueda de justicia.
El ascenso de la ciencia en el valle de Cuelgamuros
A partir de este lunes 12 de junio de 2023, las criptas de Cuelgamuros se encuentran sometidas a un examen meticuloso. Un equipo compuesto por expertos en diversas disciplinas, se zambulle en una operación de exhumación que parece más bien un thriller de ciencia forense. Esta iniciativa, impulsada por el Gobierno, busca recuperar los restos de 128 víctimas de la Guerra Civil, que han sido reclamados por sus familiares. Fausto Canales, uno de los muchos que esperaba con ansias este momento, tiene la esperanza de darle un adiós digno a su padre y tío, ambos sepultados en el mausoleo.
En el interior de la basílica, la ciencia ha erigido su trono. Un laboratorio forense dotado con rayos X, microscopios, y herramientas de medición ha sido estratégicamente colocado para permitir a los expertos trabajar. Algunos de los miembros de este equipo, incluyen arqueólogos, odontólogos y genetistas, que en colaboración con la policía científica, ayudarán a identificar los ataúdes y obtener restos óseos para análisis de ADN. Todo esto sugiere que la ciencia es el antídoto que se inyecta en las venas de un lugar que ha sido, por largo tiempo, el santuario del olvido.
Dilaciones y Resistencias
Sin embargo, el camino hacia la exhumación ha estado plagado de espinas jurídicas y resistencias. Grupos franquistas y antimemorialistas, junto con la alcaldesa de San Lorenzo de El Escorial, formaron una barricada legal en un intento por detener el proceso. Las reacciones recalcitrantes de estos actores es una clara evidencia de una sociedad que permanece dividida entre aquellos que buscan la reconciliación histórica y los que prefieren mantener el pasado envuelto en velos de sombras.
Es inquietante que el Valle de Cuelgamuros haya sido un contenedor heterogéneo de restos sin distinción entre víctimas y victimarios. Además, muchos familiares desconocían que los restos de sus seres queridos fueron trasladados y depositados allí. Esta falta de transparencia y sensibilidad revela la sombría realidad de un mausoleo que era más un monumento a la indiferencia que a la memoria.
La esperanza de reencuentro versus la inoperancia gubernamental
Lo que para muchos podría ser un sombrío ritual forense en la Basílica de Cuelgamuros, adquiere una connotación heroica cuando consideramos el calvario que han atravesado las familias en su lucha para recuperar los restos de sus seres queridos. Una mirada retrospectiva revela una maraña de burocracia, obstrucción e indiferencia.
La necrológica de la burocracia se lee como un thriller cargado de negligencia y antagonismo político. La obstinación de grupos franquistas, antimemorialistas y alcaldes como Carlota López Esteban en bloquear la exhumación, tiene un inquietante parecido con los intentos de negar la historia. La saga judicial se ha alargado hasta la eternidad, asfixiando las esperanzas de quienes merecen un cierre digno. La espera de 20 años de Fausto Canales se convierte en un mero número, un dato que no transmite la agonía y el tormento emocional. ¿Cuál es el valor del tiempo cuando está impregnado de incertidumbre y dolor?
La instalación de un laboratorio forense en la Basílica podría ser considerada como un logro, si no fuera por el hecho de que las víctimas no deberían haber sido relegadas allí en primer lugar. ¿Es este laboratorio una afirmación de justicia, o una reliquia tardía que subraya la inercia histórica? Los técnicos, que descienden al corazón de la Basílica equipados como si fueran a desarmar una bomba biológica, son un recordatorio de la contaminación simbólica de los restos relegados en Cuelgamuros.
El monumento de la infamia y el legado de la guerra civil
La mirada crítica no puede evitar volverse hacia el Valle de Cuelgamuros en sí. Este mausoleo gigantesco, antes conocido como el Valle de los Caídos, se erige como un monumento que refleja la sombra de la Guerra Civil española y la dictadura de Franco. Aunque fue concebido como un monumento para honrar a los caídos, se ha convertido en una fosa común donde las víctimas del régimen franquista fueron enterradas sin el consentimiento de sus familias, en un vano intento de reescribir la historia.
La ironía de que los restos de Francisco Franco, el hombre que orquestó la represión y la brutalidad del régimen, descansaran hasta 2019 en un lugar que ahora se busca desinfectar de su legado, es abrumadora. Pero, ¿puede la exhumación de las víctimas y el cambio de nombre del monumento ser suficiente para desmantelar su legado nefasto?
El camino hacia la reconciliación y memoria histórica
La lucha por la exhumación de las víctimas no es solo una cuestión de recuperar restos físicos; es también un paso hacia la reconciliación y el reconocimiento de la memoria histórica. Con cada hueso exhumado, España enfrenta su pasado turbio y ofrece un rayo de justicia a las familias que han sufrido en silencio. La identificación de los restos y su devolución a sus seres queridos simboliza el reconocimiento de las injusticias cometidas y un compromiso para evitar que se repitan.
El Gobierno español, la sociedad y las instituciones educativas tienen un papel crucial que desempeñar en la educación sobre la Guerra Civil y el régimen franquista. La historia debe ser enseñada de manera objetiva, sin omitir la brutalidad y represión de la dictadura. Las nuevas generaciones deben entender la importancia de la democracia y los derechos humanos, y cómo la falta de estos puede llevar a un sufrimiento incalculable.
En el camino hacia la reconciliación, el Valle de Cuelgamuros puede ser transformado de un monumento de la infamia a un espacio de memoria y reflexión. Convertirlo en un centro de educación y memoria histórica, con exposiciones, conferencias y material educativo, podría ser un paso significativo en este proceso.
Un espejo roto
La historia, como un espejo roto, refleja una imagen fragmentada y, a menudo, distorsionada. Pero en cada fragmento hay una verdad que espera ser descubierta. El Valle de Cuelgamuros, cargado de simbolismo y dolor, ha sido durante mucho tiempo un fragmento oscurecido en la historia de España.
Con las exhumaciones y el análisis científico, se ha comenzado a limpiar ese fragmento. Para las familias de las víctimas, como Fausto Canales, este proceso puede ofrecer un cierre y la posibilidad de enterrar a sus seres queridos con dignidad. Para España, es un paso hacia la confrontación y la reconciliación con su pasado.
Es crucial que este no sea solo un acto aislado, sino parte de un compromiso continuo con la verdad, la justicia y la memoria histórica. Solo entonces la nación podrá curar las heridas de un pasado turbulento y construir un futuro donde la dignidad humana y la libertad sean pilares fundamentales de su sociedad.