S.Lupe. Izquierdadiario.es
“Sumar es reformismo honesto. Podemos es solo reformismo”. Así de sincero describía el periodista Antonio Maestre el proyecto encabezado por la vicepresidenta del gobierno, Yolanda Díaz, presentado oficialmente el domingo 2 de abril en Madrid. El siguiente artículo del camarada SL plantea verdades como puños y una sola salida
Maestre (@AntonioMaestre) considera que tanto Podemos como Sumar son proyectos reformistas post neoliberales que habrían venido a “afianzar” el estado del bienestar y mitigar el proyecto neoliberal hegemónico durante cuarenta años. Una estampa demasiado elogiosa si vemos el verdadero legado del primer gobierno de coalición con el PSOE.
El ejecutivo Sánchez-Iglesias, primero, y Sánchez-Díaz, después, no han mitigado sino revalidado piezas capitales de estas cuatro décadas neoliberales como las reformas laborales de PSOE y PP, la subcontratación, la jubilación a los 67 años o la privatización de la gestión de servicios públicos, entre otras.
Además, políticas que hasta ahora hubieran suscitado un rechazo automático de parte de la izquierda, incluso la reformista, hoy son bendecidas por ella. Desde el envío del Ejército a Ceuta para devolver inmigrantes en caliente, presumir de ser el gobierno que más dinero público ha transferido a las empresas –Enrique de Santiago dixit– o ser el alumno cumplidor de todos los planes de la OTAN y la escalada imperialista en curso.
La gran diferencia entre el proyecto de Díaz 2023 y el de Podemos 2014-2019 es que el primero estaría mejor adaptado “a un momento de época que pide menos ceño fruncido e hiperventilación y más acuerdo y negociación”, como saluda Maestre. En otras palabras, Sumar es la versión aún más conservadora e integrada al régimen del neorreformismo, y no es fruto de Díaz (o no solo), sino la continuación consecuente del legado de Iglesias.
Es lo que toca en un momento en el que el neoreformismo ya no tiene por delante la ardua tarea de desmovilizar y servir de desvío a fenómenos como el se despertó tras el 15M, las mareas, las huelgas generales de 2012 o el movimiento democrático catalán. Esto ya lo ha conseguido, ahora solo tendrá que mantenerlo. Hoy se trata pues de dar continuidad a una gestión normal del Estado capitalista, y para ello a quien debe convencer –porque conmover ya no conmueve a nadie– es a una parte del establishment que ve que la mejor opción para los siguientes cuatro años sería una sin demasiados cambios ni sobresaltos. Si lo consigue, los resultados de un proceso electoral en una situación de mayor “normalidad” que los de 2015, 2016 y 2019, pueden ser incluso buenos.
Lo que se presentó el 2 de abril en Magariños no es, por lo tanto, ninguna novedad significativa. Maestre lo define como que “Sumar dice que hará lo mismo que ha hecho Podemos, pero sin adornarlo con fuegos de artificio”. Que los morados hoy no sean parte, al menos de momento, obedece a una disputa de bolsillo, el reparto de puestos en las listas de las próximas generales, y a que esta “marca” ya ha prestado sus mejores años de servicio a la empresa común de intentar restaurar el régimen del 78.
Los discursos de Díaz y quienes le acompañaron en el escenario combinaron algunos significantes vacíos como “más derechos” o “políticas al servicio de la gente”, con una reivindicación de su labor en el gobierno. Cuando hicieron algún amago de especificar en que consistiría el “contrato democrático, económico y social para la España de la próxima década”, todo sonaba a lo vivido estos cuatro años: alguna migaja para los de abajo, a cambio de sostener lo esencial de la herencia recibida tras una década de ajustes y tres más de neoliberalismo.
Díaz presentó, como ejemplo de lo que se propone hacer, un balance exitista de la legislatura que acaba a base de datos parciales que no aguantan el mínimo contraste con la realidad. Blandió la subida del SMI durante la legislatura, pasando por alto que el 90% de los asalariados han visto caer casi 10 puntos su poder adquisitivo en este mismo periodo. Tuvo la desfachatez de presumir de la Ley Riders, que ha sido sistemáticamente señalada por los repartidores por ser papel mojado ante los abusos de las plataformas. Ni hablar del resto de demandas contra la subcontratación o las externalizaciones que han sido sistemáticamente negadas, como denuncian las Kellys o las trabajadoras del SAD. Habló de una fantasmagórica “regulación de los precios de los alquileres” como si la subida del 50% de estos últimos 4 años no existiera…
Estos son los “derechos” de cartón piedra que seguirá ofreciendo el neorreformismo ibérico, que aspira a otros 4 años en Moncloa, y ya sea en la presidencia o en la vicepresidencia, siempre de la mano de uno de los dos grandes partidos del IBEX35, el PSOE. Díaz se mantuvo de perfil en el resto de temáticas en las que no tiene más posición que la de respaldar las de su socio de gobierno. La escalada militarista del imperialismo español, la política criminal de fronteras o el mantenimiento de todo el legado represivo, son de esos temas en los que directamente no tienen nada ni que prometer porque ya son un partido de Estado.
Esta versión más responsable y sosegada del neorreformismo se presenta también como la mejor vía para detener el avance de la derecha y la extrema derecha. Pero si algo se ha demostrado en los últimos 4 años es que la mejor alfombra roja para el avance de estas fuerzas reaccionarias es un “progresismo” en el gobierno que aplica buena parte de su agenda en el terreno económico, social o en cuestiones como la lucha contra la migración o las políticas de orden público. Que los ministros comunistas justifiquen la militarización de las fronteras o las ayudas milmillonarias a las empresas, es el mejor “blanqueo” de las políticas ultraneoliberales y reaccionarias de PP o Vox.
Si a esto sumamos el rol jugado por los socios de investidura del resto de la centroizquierda parlamentaria, la burocracia sindical y la que controla diversos movimientos sociales, dándole un respaldo y una tregua total al gobierno, se fortalece la idea de que no hay alternativa por izquierda y deja el terreno de oposición a completa disposición de la demagogia derechista que logra ser la principal capitalizadora del descontento.
Que los “pablistas” de 2014 sean hoy los mejores “yolandistas” de 2023, como el mismo Maestre y el grueso de los asistentes al acto del domingo, no es, por tanto, ninguna sorpresa. Sumar viene a consolidar el proyecto de restauración del régimen del 78 con un relato “progre”, ofrecer algunas migajas y (sobre todo) permitir que se siga gobernando para las grandes del IBEX35 con la menor contestación social, para lo que el respaldo y complicidad de la burocracia sindical seguirá siendo clave.
Nada tenemos la clase trabajadora y los sectores populares que esperar de lo presentado este domingo en Magariños, como se ha demostrado que tampoco lo teníamos en Vistalegre. La bancarrota del neorreformismo –medida desde nuestros intereses, ya que desde los de la clase dirigente ha sido un proyecto relativamente exitoso-, el ascenso de la derecha y la extrema derecha y el deterioro de nuestras condiciones de vida, solo podremos enfrentarlo y superarlo desarrollando la movilización y autoorganización independiente. Para ello, construir una izquierda anticapitalista, de clase y socialista, que no se resigne a entender la política como el engaño naturalizado por los Maestre y compañía, es una tarea urgente e imprescindible.