Actualidad de Lenin en la lucha de la clase trabajadora de hoy

Lenin se dirige a los obreros rusos. Foto de archivo coloreada

El siguiente artículo forma parte de una monografía más extensa del profesor y militante Xabier Arrizabalo (recomendamos su lectura, previa petición por email del documento completo), elaborada en el marco del actual centenario de la muerte de Lenin, uno de los más importantes dirigentes y teóricos revolucionarios de la historia, para responder a la cuestión esencial de «¿Qué enseñanzas aporta Lenin para el movimiento obrero de hoy?»

Xabier Arrizabalo Montoro. Universidad Complutense Madrid

En 1847 se crea la Liga de los Comunistas, con la participación de Marx y Engels, quienes redactarán su programa a principios de 1848: el Manifiesto del Partido Comunista. “Todos los hombres son hermanos” era la consigna de la organización que en parte fue su antecesora, la Liga de los Justos, lo que denotaba su idealismo. Pero la Liga de los Comunistas adoptó como consigna “Proletarios del mundo, uníos” (1). Esta consigna concentra tres elementos determinantes, en torno a los cuales se puede identificar bien el legado de Lenin. En primer lugar, el sujeto: proletarios. Quienes sólo tienen a su prole porque carecen de medios de producción, por la expropiación de que son objeto. Pero además con el contenido internacionalista expresado en que se alude a los proletarios del mundo. Y la vía para resolver los problemas que plantea su condición de expropiados y, por eso mismo, de explotados: su unión. Su organización (2).

Lo que nos importa es la contribución de Lenin para la lucha de la clase trabajadora hoy. No presentamos a un Lenin sacralizado, el mito que el estalinismo pretendió hacer de él, precisamente para desactivar su enorme legado revolucionario (3). La Revolución rusa tiene una singularidad nunca repetida en oros procesos revolucionarios: una parte de sus dirigentes eran excelentes teóricos. Es el caso, en particular y muy destacadamente, de Lenin y de Trotsky. Por ejemplo, hoy seguimos necesitando la caracterización del imperialismo del primero, para entender el momento histórico del capitalismo en el que nos encontramos, y la caracterización del desarrollo desigual y combinado del segundo de cara a comprender las formas particulares que adopta el capitalismo en las distintas regiones del mundo. Se trata de dos verdaderos teóricos y militantes marxistas que, en su condición de dirigentes obreros, aplican efectivamente el método marxista en la forma que definió Engels: “toda la concepción de Marx no es una doctrina, sino un método. No ofrece dogmas hechos, sino puntos de partida para la ulterior investigación, y el método para dicha investigación” (4).

Lenin lo resumió con precisión y lo aplicó efectivamente:

El marxismo exige de nosotros el análisis más exacto, objetivamente comprobable, de la correlación de clases y peculiaridades concretas de cada momento histórico. Nosotros, los bolcheviques, hemos procurado siempre ser fieles a esta exigencia, indiscutiblemente obligatoria desde el punto de vista de toda fundamentación científica de la política (5).

La situación actual está identificada por lo que hemos caracterizado como una suerte de “crisis crónica del capitalismo” (6). Se profundiza en una destrucción de fuerzas productivas cada vez más sistemática, que toma distintas formas que se complementan. Por una parte, son las crisis económicas recurrentes que destruyen capital hasta el punto de que, transcurrido ya más de medio siglo desde el estallido de la crisis de los setenta, sigue sin haber ninguna fase expansiva a escala mundial. Las guerras, incluso en Europa, región propagandísticamente presentada como supuesta prueba de que es posible un “capitalismo bueno”; guerras que adoptan la forma de genocidio incluso como en el caso de Palestina. El saqueo de los recursos naturales, que supone mayores privaciones para amplios sectores de la población y efectos climáticos muy peligrosos. Y sobre todo, la política económica que impulsa la desvalorización de la fuerza de trabajo, principal fundamento de las fuerzas productivas, a través del desempleo y el subempleo, las privatizaciones, la desregulación, etc. La pregunta que se plantea inmediatamente ante todo ello es qué hacer. Y para responder adecuadamente a esta pregunta el legado de Lenin es precioso.

Lenin nos lega aportes muy valiosos para el análisis económico riguroso que revela el estadio capitalista en el que nos encontramos, que padecemos, el imperialista, último posible, y sus implicaciones a partir de la constatación refrendada de la imposibilidad de reforma del capitalismo y los límites del mercado mundial, de acuerdo con lo ya formulado por Marx en el libro tercero de El capital:

el imperialismo es la época del capital financiero y de los monopolios, los cuales traen aparejada por todas partes la tendencia a la dominación y no a la libertad. La reacción en toda la línea, sea cual fuere el régimen político; la exacerbación extrema de las contradicciones en esta esfera también: tal es el resultado de dicha tendencia. Particularmente se intensifica también la opresión nacional y la tendencia a las anexiones, esto es, a la violación de la independencia nacional (pues la anexión no es sino la violación del derecho de las naciones a su autodeterminación) (7).

A su vez y por esto mismo, Lenin nos lega aportes asimismo muy valiosos acerca de la fundamentación teórica y empírica para excluir toda ilusión en que en el seno del Estado burgués puedan resolverse los problemas y, en consecuencia, la necesidad de su destrucción y la creación de un Estado obrero que, eso sí, acabará extinguiéndose:

Las clases explotadoras necesitan la dominación política para mantener la explotación, es decir, en provecho egoísta de una insignificante minoría contra la inmensa mayoría del pueblo. Las clases explotadas necesitan la dominación política para suprimir completamente toda explotación, es decir, en provecho de la inmensa mayoría del pueblo contra una insignificante minoría de los esclavistas modernos, o sea, los terratenientes y capitalistas (8)

Y, ante todo ello, Lenin nos lega un aporte valiosísimo respecto a la construcción del partido, un partido obrero organizado que lidere la lucha de la clase obrera para abrir la salida a los problemas. Un partido independiente de todo posible compromiso con todas y cada una de las instituciones del capital y que, por tanto, como demostró en el partido bolchevique con su dirección, tenga la capacidad de ejercer efectivamente ese liderazgo que, en última instancia, haga posible el triunfo revolucionario. Esto no es una apelación genérica, sino que tiene concreciones prácticas que incluyen desde el lugar del periódico hasta la delimitación de la condición de militante.

He aquí el gran legado de Lenin para hoy: la comprensión de las causas profundas de las distintas y complementarias formas de opresión, de trabajadores y pueblos, así como la forma de organizarse para combatirlas. Sin ninguna pretensión de recetario universal, como tan caricaturescamente promovió la burocracia estalinista en 1935 con el etapismo, que pretendía una línea idéntica en todos los países, desatendiendo precisamente ese legado de Lenin, alusivo a la necesidad del análisis concreto de la realidad concreta.

Ningunas palabras han podido ser más promisorias en la historia que las escritas, por Lenin, en las primeras veinticuatro horas del triunfo de la insurrección:

El Poder de los Sóviets propondrá una paz democrática inmediata a todos los pueblos y un armisticio inmediato en todos los frentes. Asegurará el paso, sin indemnización, de la tierra de los terratenientes, de las tierras de la Corona y de los conventos a los comités campesinos; defenderá los derechos del soldado llevando a cabo la completa democratización del ejército; implantará el control obrero sobre la  producción;  asegurará  la  reunión  de  la Asamblea  Constituyente en  el  plazo  acordado;  se preocupará de abastecer a las ciudades de pan y al campo de artículos de primera necesidad y garantizará a todas las nacionalidades que pueblan Rusia el verdadero derecho de autodeterminación. El Congreso acuerda: todo el Poder en las localidades pasa a los Sóviets de diputados obreros, soldados y campesinos, llamados a asegurar un orden verdaderamente revolucionario (…) ¡Viva la Revolución! (9).

Lenin, con sus camaradas, se atrevió, revelando que efectivamente otro mundo es posible pero sólo en ruptura con el capitalismo. Como explicó Rosa Luxemburg en su texto sobre la Revolución rusa, aun publicado contra su voluntad:

Lenin, Trotsky y sus amigos fueron los primeros, los que fueron a la cabeza como ejemplo para el proletariado mundial; son todavía los únicos, hasta ahora, que pueden clamar con Hutten: “¡Yo osé!” (10).

NOTAS

(1) El origen de la consigna se le atribuye a Flora Tristán en su libro Unión Obrera de 1843. Efectivamente apela a la unión internacional de trabajadores, aunque no la escribe exactamente así.

(2) La comprensión por parte de Lenin de la opresión nacional le llevó a formular lo siguiente como consigna del congreso del partido de 1920: “¡Proletarios y pueblos oprimidos de todos los países, uníos!”.

(3) Del mismo modo no mitificado del análisis de Lenin de la realidad, que le lleva a identificar la existencia de una aristocracia obrera, cuya realidad material le presiona para aliarse con la burguesía.

(4) Carta de Engels a Werner Sombart del 11 de marzo de 1895; tomada de Marx, Karl y Engels, Friedrich (1845-1895); Obras escogidas, tres tomos, Progreso, Moscú, 1976, pág. 534.

(5) Lenin (1917); “Cartas sobre tácticas”, https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo31.pdf, pág. 139.

(6) Véanse los últimos números de La Verdad. En particular Arrizabalo, X. (2019); “La crisis crónica del capitalismo”, La Verdad, n.º 101, abril y Arrizabalo, X. (2022); “La dislocación del mercado mundial y la crisis del capitalismo”, La Verdad, n.º 110, marzo.

(8) Lenin, (1017); “El Estado y la revolución”, https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo33.pdf, pág. 25.

(9) Lenin (1917); “¡A los obreros, a los soldados, a los campesinos!”, 25 de octubre. Tomado de Arrizabalo (2018: 468).

(10) Luxemburg, Rosa (1918); “La Revolución rusa”, https://www.marxists.org/espanol/luxem/11Larevolucionrusa_0.pdf.

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