Moshé Machover. Sinpermiso.info
Esta es una respuesta a los artículos de dos camaradas: “¿Qué solución para Palestina? La propuesta republicano socialista” de Steve Freeman y “Todos son palestinos” de Tony Greenstein. Artículos que, a su vez, respondían a mi reciente artículo “Palestina: el espejismo de la solución de uno o dos estados“.
Las soluciones al conflicto causado por la colonización sionista de Palestina que proponen son bastante diferentes, pero tienen una cosa importante en común: podrían ser, y de hecho han sido apoyadas por personas que no son socialistas y para quienes la lucha de clases es un concepto extraño.
Utopía
El plan de Steve, una “república federal de Israel-Palestina”, es ideológicamente burguesa-liberal. Esto, en sí mismo, no es un argumento suficiente en su contra: claramente marca algunas de las casillas esenciales necesarias para una resolución benigna del conflicto, que enumeré en mi artículo citado: igualdad de derechos para todos, incluidos los mismos derechos individuales, y, en segundo lugar y lo más importante, la igualdad de derechos nacionales para ambos grupos involucrados: a saber, los árabes palestinos y los hebreos (también conocidos como judíos israelíes).
Una condición adicional, que Steve no menciona (¿debido a un descuido?), es el derecho de los refugiados palestinos a regresar a su tierra natal. Con esta adición necesaria, el plan podría, si se implementa, avanzar un largo trecho en la resolución del conflicto. Si se implementa. Lo que hace que la posición burguesa-liberal de Steve sea políticamente utópica es su insistencia en que su plan no requiere una transformación socialista regional, sino que puede implementarse bajo el capitalismo.
He escrito extensamente explicando por qué una resolución equitativa del conflicto solo sería posible en el contexto de una transformación socialista regional. Resumiré el argumento. Parte de constatar que una resolución equitativa de este conflicto colonial requiere la descolonización de Israel-Palestina, lo que significa, concretamente, la de-sionización de Israel, el derrocamiento de su régimen sionista. He argumentado en detalle que esto no se puede lograr exclusivamente mediante fuerzas externas, aunque los factores externos pueden crear condiciones favorables para ello. La acción interna es esencial.
Una condición indispensable para el derrocamiento del sionismo es el apoyo y la participación de la clase trabajadora hebrea. Pero en las condiciones actuales, bajo el capitalismo, este apoyo no se puede lograr, porque exigiría que la clase trabajadora hebrea intercambiase su posición actual de ser una clase explotada con privilegios nacionales a una posición de clase todavía sujeta a la explotación capitalista, pero despojada de sus privilegios nacionales. Este es un acuerdo perdedor.
Sin embargo, dado un fermento socialista en la región, en países como Egipto e Irak, los instintos de clase bien pueden conducir a los trabajadores hebreos a la solidaridad con las clases trabajadoras de estos países. Hubo expresiones claras de tales sentimientos de solidaridad durante la Primavera Árabe de 2011 y las manifestaciones masivas simultáneas en Israel. En este contexto, un movimiento internacionalista socialista de clase trabajadora en la región podría ofrecer a la clase trabajadora hebrea un pacto atractivo: renunciar a sus privilegios nacionales a cambio de compartir como socio en pie de igualdad la dominación regional de la clase trabajadora.
No estoy diciendo que este tipo de escenario sea seguro; no hay tal certeza. Pero es una posibilidad; y no hay ninguna situación alternativa que se pueda predecir con una mayor probabilidad de ganar a la clase trabajadora hebrea. El plan burgués-liberal de Steve es políticamente utópico, porque está enmarcado en la aceptación de un contexto capitalista que lo hace inviable.
Nacionalismo
Tony también rechaza la idea de una resolución socialista del conflicto. De hecho, no parece creer posible ningún proyecto que no se pueda implementar bajo el capitalismo, porque el capitalismo durará para siempre: “El hecho es que el capitalismo no ha sido abolido en ninguna parte del mundo. ¿Estamos diciendo que la liberación de los palestinos tiene que esperar hasta el final de los tiempos?”
Su plan para la liberación palestina es, en todos los elementos esenciales, idéntico al de Fatah de alrededor de 1969, cuando abogaba por una “Palestina laica y democrática” (1). Fatah, la facción dominante de la Organización de Liberación de Palestina, era entonces un movimiento de resistencia militante, pequeño-burgués y nacionalista comprometido con la lucha armada. A partir de 1974, después de una serie de derrotas, la OLP/Fatah comenzó a cambiar su posición y en la década de 1980 sucumbió a la ilusión de “dos estados”. Pero Tony se ha mantenido fiel al viejo plan de un “estado secular y democrático”, que ha defendido durante décadas.
Es bastante común que los nacionalistas nieguen la propia nacionalidad de su nación rival; esta última no existe realmente, es una falsificación. De hecho, esta era la posición que tenía Fatah: es lo que la palabra, “laica” tenía la intención de señalar en la fórmula, “estado laico y democrático”. De entrada esta palabra parece obvia: un estado democrático no puede ser teocrático, debe ser laico. Pero en el texto completo del antiguo programa de Fatah se deja claro que “laica” es lo contrario de “binacional”. Los judíos israelíes no constituyen una nación, sino una comunidad religiosa. Tras la liberación de Palestina, a esta comunidad se le concederían las mismas libertades religiosas y culturales que otras comunidades religiosas. El estado en sí sería laico. Solo existe y existirá una nación en Palestina: una nación palestina, que es una nación árabe.
Tony ha estado abogando durante mucho tiempo por la misma posición. Negando la realidad, rechaza la existencia misma de una nación hebrea, una nación colona formada por la colonización sionista, como en otros países colonizados cuya economía política no dependía de la mano de obra indígena. Según Tony, no es una nación, sino una formación inherentemente reaccionaria con una clase obrera superreaccionaria. Y, afirma con confianza, que seguirá siendo así para siempre, independientemente de las circunstancias. Como tal, no merecerá ningún derecho nacional después del derrocamiento del sionismo. La liberación de Palestina la someterá a la subordinación nacional.
Claramente, este tipo de pensamiento no tiene nada en común con el socialismo, y mucho menos con el marxismo o la dialéctica.
La igualdad de derechos nacionales no es solo un principio socialista sacrosanto: también es un imperativo político. Contrariamente a la caricatura dibujada por Tony, los judíos israelíes no son un monolito sionista reaccionario; tampoco los trabajadores hebreos son racistas de extrema derecha de manera uniforme. Además de una pequeña minoría de auténticos socialistas hebreos comprometidos (y antisionistas ipso facto), hay una minoría flotante bastante considerable cuyo compromiso con el colonialismo sionista está lejos de ser firme: pueden ser convencidos por el internacionalismo, dadas las circunstancias adecuadas.
Además, no todos los trabajadores hebreos apoyan a la ultraderecha racista; hay muchas manifestaciones de solidaridad de clase transnacional y apoyo mutuo, particularmente en los lugares de trabajo donde los trabajadores palestinos y hebreos conviven codo con codo. La conciencia de clase y los intereses comunes a veces pueden superar la ideología colonial-nacional y supremacista (2).
El tamaño de estas minorías políticas fluctúa, dependiendo de las circunstancias y, lo que es más importante, de las ideas que encuentren. Es frustrante e inasumible que los socialistas les digan que después del derrocamiento del sionismo se les negará la igualdad de derechos nacionales y tendrán que soportar la subordinación nacional. Predicar tal posición es una llamada a la resistencia equivocada, que invita a la minoría vacilante a luchar con uñas y dientes por el estado sionista.
Conclusión
No seguiré a Tony en la especulación sobre posibles condiciones adversas para el sionismo que puedan surgir a nivel regional o dentro de la sociedad israelí. Déjenme plantear un par de puntos. En primer lugar, contrariamente a una impresión generalizada, que Tony aparentemente respalda, Israel no está perdiendo la guerra contra Gaza. El éxito o el fracaso de una guerra solo se puede medir en comparación con su objetivo. Medida por los objetivos oficiales de la guerra, la erradicación de Hamas y la liberación de los rehenes israelíes, la guerra va bastante mal para Israel. Pero, como he señalado en varias ocasiones, el verdadero objetivo de Israel en esta guerra es la limpieza étnica, y evidentemente está avanzando constantemente para lograrlo.
En segundo lugar, en el próximo período, Oriente Medio puede enfrentarse a grandes turbulencias que serán extremadamente perjudiciales para Israel. Además, es probable que la sociedad israelí entre en un profundo conflicto interno entre la burguesía pseudoliberal y los crecientes populistas mesiánicos. Pero es fácil asumir que cualquier perjuicio para el régimen sionista es necesariamente bueno para la liberación palestina.
Este no es un juego de suma-cero. Una explosión o implosión israelí puede ser una pérdida destructiva tanto para los colonizadores como para los colonizados, y estos últimos son mucho más vulnerables. Solo una solución socialista sería una victoria de la clase trabajadora.
Notas:
- Véase “Hacia la Palestina democrática” en Fatah (Líbano, enero de 1970); Mohammad Rasheed Hacia un estado democrático en el Centro de Investigación de la OLP en Palestina, Beirut 1970, He criticado este programa en varias ocasiones – vea mi libro Israelíes y palestinos: conflicto y solución Chicago 2012, capítulo 17
- Los logros importantes en este sentido se deben a la organización sindical internacionalista, Koach LaOvdim (“Poder para los trabajadores”); véase workers.org.il/? lang=en.