Seguidamente reproducimos un reporte importante porque ejemplifica cómo, en las zonas inundadas por la riada, las mayores carencias se manifiestan en los barrios obreros, crónicamente infradotados y que ahora siguen estando a la cola de la asistencia y de los servicios públicos. De hecho, la construcción residencial de barrios obreros en zonas inundables ha constituido la tendencia habitual del desarrollo urbanístico en la zona sur de València.
Joan Canela. Diarilaveu.cat
Vecinos del barrio de Socusa de Alaquàs denuncian el abandono institucional.
El barrio de Ave María, conocido popularmente como Socusa –por el nombre de la promotora inmobiliaria que alzó las casas, de Alaquàs se creó en 1961, irónicamente para dar cabida a familias que habían perdido la casa durante la riada de 1957, y está junto al barranco de La Saleta. Es uno de esos barrios que ahora se llaman «vulnerables», habitados por gente de clase obrera que sufre altos niveles de exclusión social, precariedad e incluso analfabetismo, y después de 60 años, muchas personas mayores, con los problemas de movilidad y salud que conlleva.
Ahora, estas familias son de nuevo afectadas por una barrancada. La del 29 de octubre les tocó de lleno, si bien el agua no llegó a los niveles de Paiporta o Catarroja, con más de un metro inundado, si se evitaron víctimas mortales fue gracias a una cultura ancestral de las lluvias que provocó que los habitantes de los bajos se refugiaran automáticamente en casa los vecinos de los pisos más altos sin esperar la alarma.
Ahora, un paseo superficial por Socusa muestra los bares abiertos, el centro de salud y el de personas mayores impecables e incluso problemas para aparcar. Aparte de algunos desperfectos menores en el parque y alguna puerta aún por reparar, podría parecer que el barrio ya ha vuelto a la normalidad. Tampoco hay, a diferencia de otros municipios, presencia constante de ONG o militares. Pero nada más lejos de la realidad. Socusa es un ejemplo perfecto de los efectos invisibles y de larga duración de la DANA.
Situaciones duras que corren el riesgo de hacerse crónicas, en buena medida por la inacción de las administraciones y un plan de ayudas anémicas. Un peligro –como dice un refrán que encaja especialmente bien- que «llueve sobre mojado», añadiendo más problemas y dificultades, precisamente a la población más pobre y precaria.
«No ha venido nadie».
Para saber qué está pasando en Socusa no basta con pasear por la calle. Hay que llamar puertas y entrar dentro de las casas, una faena nada fácil. Aquí no acostumbran a abrir desconocidos y esto solo se puede hacer gracias a la colaboración de voluntarios que se han ganado la confianza del vecindario.
Más de 40 días después de la tragedia, son estos voluntarios los que se preocupan de la familia que necesita un somier –«llevamos todo este tiempo durmiendo en el suelo», explica un vecino-–, de conseguir la bomba para desembocar unos colectores que ya los construyeron insuficientes o de buscar electricistas que, una vez terminada su jornada laboral, van a las casas cambiando los cuadros eléctricos e incluso el cableado, que todavía tiene el revestimiento de tela.
«La faena es agotadora, cada día descubrimos un nuevo drama —explica una voluntaria-—, pero qué le vamos a hacer, no los podemos dejar solos». Y ese es precisamente el problema. Desde Socusa denuncian el abandono por parte del Ayuntamiento. «Aquí no ha venido nadie» es la frase más repetida por los vecinos cuando les preguntas por servicios sociales o cualquier medida de ayuda que hayan recibido. —Los primeros días sí vi a una trabajadora social —especifica Carmen— y preguntó qué necesitaba y que me llamaría. Ya no he sabido nada más». —Yo estoy en la lista de atención de servicios sociales —explica otra vecina que prefiere no dar su nombre-— por un problema con la chiquilla. Antes de la DANA los tenía todo el día encima; querían ver si la chiquita tenía una cama para dormir, pero desde que pasó todo ya no les preocupa dónde duerme».
En los primeros días, servicios sociales organizó un servicio de reparto de comida caliente, pero funcionaba solo de lunes a viernes. Y aunque muchas casas siguen sin cocina, este servicio también se ha suprimido. «Nosotros nos hemos organizado muy bien, tenemos contactos con muchas organizaciones que se han creado, como Apoyo Mutuo DANA, pero no llegamos a todo, nos hacen falta recursos y también herramientas, técnicos, cosas que el ayuntamiento o la Generalitat tienen, pero aquí no llegan, ¿Cómo vamos nosotros a desembozar esos colectores?», denuncian las voluntarias. «En cambio, en las zonas del centro ya están repintando las calles, ¿cuáles son las prioridades?», se lamentan.
Sin acceso a ayudas
La sensación de abandono y enfado es enorme. Mateus y Abigaïl son una pareja joven que trabajan de administrativos autónomos. Tienen dos hijos varones, el mayor con un autismo que le provoca que el agua lo ponga nervioso. Desde el 29 de octubre los tics se le han empeorado. Cuando dejaron la casa, tuvieron que pagarse ellos el hotel y ahora han vuelto, aunque les faltan muchos muebles, les cuesta calentar una casa que aún conserva la humedad. «No tenemos otra», aseguran. A pesar de la caída de ingresos –no han podido mantener el ritmo de trabajo-– deben seguir pagando el alquiler. Su agradecimiento a los voluntarios es infinito. «Ya no es la ayuda material, es que sin ellos todavía viviríamos en el barro, porque no tienes ánimos ni de limpiar». Verlos como ellos u otros vecinos se han sobrepuesto a la desgracia es lo que nos ha dado fuerzas, pero, de nuevo, no basta con voluntad. Sin ningún tipo de apoyo psicológico, ni siquiera para el hijo, tampoco les ha llegado la ayuda prometida de 6.000 euros para los autónomos. Denuncian que las webs oficiales para informar de las ayudas son caóticas e imposibles de entender. «Nos enteramos mucho mejor por los voluntarios o los vecinos».
Y ellos son profesionales de los trámites administrativos. La señora Amparo tiene a la madre enferma, con un grado de dependencia aún por clasificar, pero tiene demencia y no puede alzarse de la cama, además de un nivel educativo que le impide rellenar un formulario oficial. La única ayuda que ha recibido fue un paquete de pañales para su madre los primeros días después de la riada.