Portugal y la unidad de la izquierda

Foto de archivo de la revolución de los claveles

Manuel Afonso. Sinpermiso.info 

En Portugal, las elecciones al Parlamento Europeo han confirmado el giro a la derecha que se había sentido en las elecciones legislativas de marzo. La victoria por un margen mínimo del PS no lo cambia, al igual que no fue el margen mínimo con el que ganó el AD hace tres meses lo que entonces marcó el giro. La caída de Chega es ciertamente una buena noticia, pero nada hace creer que señale una tendencia consistente.

De hecho, la agresividad racista, no solo en el debate público y en la campaña de la extrema derecha, sino también en la violencia criminal (las brutales agresiones en Oporto) y en la acción abierta y constante de grupos neonazis (con cobertura de las fuerzas policiales), ha escalado a niveles inéditos.

En este escenario, hay que asumirlo, la izquierda no fue capaz de resistir. Nosotros, el Bloque de Izquierda, hemos retrocedido 20 años; la CDU (PCP) tuvo su peor resultado de la historia; Libre muestra dinamismo, pero está lejos de “compensar” el retroceso que la izquierda a la izquierda del PS sufre en conjunto. Esto ocurre dos semanas después de otro resultado muy duro, en Madeira, en el que, por primera vez, la izquierda a la izquierda del PS quedó fuera de la Asamblea Regional.

Hay que asumir, en la izquierda a la izquierda del PS, que los tiempos son muy exigentes. Para sus fuerzas más combativas, el riesgo es grande. El Bloque de Izquierda, a lo largo de sus 25 años de vida, ha pasado por momentos duros, pero nada indica que se haya encontrado con un peligro de esta dimensión. El riesgo de marginación no puede pasarse por alto. La extrema derecha, el capital que la financia, parte notable de los grandes medios, apuestan fuertemente por ello. “Acabar con la izquierda” ha dejado de ser una ofensa indecible; de hecho, es un programa asumido. Nunca hay que subestimar a los enemigos, es una regla básica de la política y la vida, especialmente cuando son poderosos.

Miremos con atención los resultados electorales. El hecho de que las últimas europeas hayan ocurrido hace cinco años propicia una visión de conjunto. El casi 20% que alcanzó la derecha a la derecha del PSD, fue superado entonces por la izquierda a la izquierda del PS. En comparación con 2019, el cuadro se ha invertido; la ruptura es muy notable.

Dirán que el mundo, Europa y Portugal han cambiado ellos mismos, y mucho, desde 2019. Esta fecha lejana precedió a la pandemia, la guerra en Ucrania, la crisis inflacionaria, el genocidio en Palestina. No vivíamos entonces bajo una carrera desenfrenada de armamento en la que se vuelven banales las amenazas de guerra nuclear. Dirán que estos cambios ciertamente pesarían sobre la izquierda.

¡Precisamente! El cambio en la situación política es profundo, la correlación de fuerzas ha empeorado mucho. Y ante los cambios reales, la táctica tiene que adaptarse como corresponde. Esta es la esencia de la política: firmeza estratégica, flexibilidad táctica. Mantener la misma táctica cuando la correlación de fuerzas se ha invertido es abdicar de hacer política. Es casi rendirse. La fe de que podemos mantener todo inalterable esperando días mejores es muy arriesgada. Hay que cambiar.

Unidad: matar el tabú de una vez por todas

Aquí es donde entra el que es el gran anhelo, de décadas, y el gran tabú de la izquierda portuguesa: la unidad.

Ricardo Araújo Pereira no ocultó su irritación cuando, el lunes, en su programa dedicado a las secuelas de las europeas, señaló que, juntos, Bloco, CDU y Livre serían la tercera fuerza política, por delante de Chega e IL. Lo que en él es irritación, en miles de personas, es frustración. La simpatía por esta idea es prácticamente unánime en la base de los tres partidos, que por cierto no es estanca y se mezcla. Repita-se: podríamos haber estado por delante de Chega y IL. Juntos. Podemos imaginar qué efecto tendría esto en el ánimo de miles y miles de trabajadores y jóvenes.

Pero no es solo una cuestión de votos. La manifestación del Cincuentenario del 25 de abril fue la mayor movilización en el país, al menos, en la última década, quién sabe si del siglo. No fue una celebración ceremonial del medio centenario de la revolución, fue la expresión de la resistencia popular de las masas al ascenso de la extrema derecha. Fue la prueba de que hay un potencial de lucha para frenar el giro a la derecha y para invertir el rumbo del retroceso. Pero este potencial está políticamente huérfano: el PS no puede y no quiere representar ninguna corriente combativa de masas; a su izquierda, nadie, solo, puede cumplir ese papel. Como el vapor de agua que no está canalizado, huérfano, este potencial de lucha se dispersará. La barrera que persiste ante el ascenso de la extrema derecha será aún más tenue. Tardará años en reconstruirse. En un escenario de crisis climática, militarización del mundo y ascenso global de la extrema derecha, no sabemos cómo vamos a atravesar esta tormenta; ¿qué izquierda surgirá al otro lado de la borrasca? Lo ignoramos y es mejor no arriesgarse.

La unidad de la izquierda es esencial. Comienza a ser una necesidad existencial. Cuando se enuncie seriamente, de manera firme, sin trucos, sin dudas, se abrirá un diálogo con decenas -cientos- de miles de trabajadores que nadie podrá ignorar. Las dificultades de décadas de sectarismo acumulado se harán sentir, pero no son insuperables.

La perspectiva electoral de una política así debe considerarse seriamente. Pero se trata de mucho más que eso: de dar un cuerpo político al torrente popular y democrático que llenó las calles el 25 de abril. Ningún otro protagonista político se apoya en un potencial de movilización parecido. Sólo la izquierda expresa una fuerza de esta dimensión. Pero solo unida puede cumplir este papel.

Y el PS, ¿cómo entra en esta ecuación? Un campo popular a la izquierda sólo puede afirmarse sobre un programa claro en defensa de la vivienda y los servicios públicos, el aumento de los salarios, la paz y la lucha contra el racismo y la xenofobia. En oposición a la extrema derecha y al gobierno. El reto debe lanzarse al PS, desde ahora, exigiendo que se oponga al Presupuesto de Estado del gobierno, cuya aprobación anula a los socialistas, consolida a la derecha y alivia a la extrema derecha. Sí, el PS debe ser desafiado a decidir, de una vez por todas, a quién le da la mano; qué programa abraza; sin trucos. ¿Está con la izquierda o con el gobierno?

Pero este requisito solo puede partir de la izquierda, Bloque, PCP y Libre. Realmente tenemos que hablar.

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