Gerardo del Val. Gacetacrítica.com
El martes 7 de enero, en una conferencia de prensa en su mansión de Florida, el presidente electo Donald Trump se quitó los guantes, después de mostrar una paciencia monumental ante las maniobras del presidente saliente Joe Biden y su círculo íntimo para «hacerle un Obama» por segunda vez al fijar la brújula para su nuevo mandato en la Casa Blanca a partir del 20 de enero.
Trump arremetió contra Biden y su equipo (“grupos de personas enfermas”) y señaló que ya estaba harto de su supuesta “transferencia de poder”. La proverbial gota que colmó el vaso fue el torpe intento de la administración Biden de publicar el “informe final” del fiscal especial Jack Smith sobre la investigación federal a Trump, que no tiene otro propósito que humillarlo.
Por cierto, Biden ha recompensado a Smith, un oscuro abogado, por su lealtad perruna hacia su amo al nominarlo para un cómodo mandato de cuatro años como fiscal jefe de la Cámara de Especialistas en Kosovo en La Haya, que investiga los crímenes de guerra en la Guerra de Kosovo.
Al parecer, Smith, en deferencia a los deseos de Biden, se esforzó por condenar a Trump como un riesgo para la seguridad nacional y un renegado que subvirtió la constitución mientras era presidente. El extraño intento de Biden de difamar a Trump apenas 11 días antes de que preste juramento como presidente no funcionará. En pocas palabras, la fenomenal victoria de Trump en las elecciones del 5 de noviembre es la nueva realidad.
Este sórdido drama deja en muy mal lugar a la administración Biden y desacredita toda la transferencia de poder. Hasta ahí llega la decadencia política en Estados Unidos y la polarización altamente tóxica entre demócratas y republicanos.
Sin embargo, la administración Biden no hace más que seguir los pasos de Barack Obama, quien en el período de transición que siguió a la sensacional victoria electoral de Trump en noviembre de 2015 inventó una crisis en las relaciones diplomáticas con Rusia y alimentó la absurda hipótesis de la «colusión con Rusia» fabricada por las agencias de inteligencia del Reino Unido y los Estados Unidos, alegando que Trump estaba en deuda con el Kremlin (lo que desde entonces ha quedado expuesto como una caza de brujas política) que prácticamente paralizó toda la presidencia de Trump y culminó en dos juicios políticos.
Trump regresa a la Casa Blanca enojado y amargado. En la conferencia de prensa, atacó al FBI y se refirió a su elección deliberada de Kash Patel como director del FBI. Trump está obsesionado con el allanamiento del FBI a su residencia en Florida, supuestamente en busca de documentos de alto secreto que ponen en peligro la seguridad nacional, ¡incluso en los muebles del dormitorio de su esposa en busca de ropa interior! Sin duda, la venganza está a la vuelta de la esquina.
En el ámbito político, Trump dejó muy en claro que tiene la intención de descartar las políticas de Biden en materia de energía, medio ambiente y cambio climático, así como también en materia de inmigración.
Sin embargo, lo que acapara los titulares de los medios son las explosivas declaraciones de Trump sobre la posibilidad de que Estados Unidos tome el control del Canal de Panamá y Groenlandia mediante acciones militares, si fuera necesario. En respuesta a una pregunta directa sobre si descartaría el uso de “coerción militar o económica”, Trump respondió: “No, no puedo asegurarle ninguna de las dos, pero puedo decir esto: las necesitamos para la seguridad económica”.
Advirtió que si Dinamarca se resiste a la toma de control de Groenlandia (un territorio autónomo de Dinamarca) por parte de Estados Unidos, impondrá aranceles elevados.
Trump reveló que tiene la intención de cambiar el nombre del Golfo de México por el de Golfo de América, “que tiene un hermoso contorno. Abarca mucho territorio, el Golfo de América. ¡Qué nombre tan hermoso! Y es apropiado”.
Pero lo que deja sin aliento es que sus comentarios anteriores sobre la incorporación de Canadá a Estados Unidos como su 51.º estado se han vuelto cada vez más serios. Trump amenazó a Canadá con “fuerza económica” y apuntó al déficit comercial bilateral de Estados Unidos. “¿Por qué apoyamos a un país que gana más de 200.000 millones de dólares al año con nosotros?”, preguntó.
Mientras tanto, hablando de la OTAN, Trump propuso que la contribución de los países miembros de la alianza se incremente hasta el 5% del PIB en defensa, en lugar del 2% actual. Advirtió que Estados Unidos no protegerá a los “delincuentes”.
Otros puntos de interés son:
- Trump evitó cualquier crítica a Rusia en la guerra de Ucrania y, en cambio, aludió al origen del conflicto como la expansión de la OTAN hacia el este, en dirección a las fronteras rusas, y en un momento señaló: “Puedo entender sus sentimientos (rusos) en el asunto”.
- Trump se mostró evasivo respecto del despliegue militar actual de Estados Unidos en Siria, diciendo que se trata de una cuestión de “estrategia militar”. Asimismo, depositó esperanzas en que el presidente turco, Recep Erdogan, muestre moderación al atacar a los kurdos (que están alineados con Estados Unidos en Siria).
- Trump amenazó a Hamas con consecuencias nefastas si no libera a todos los rehenes antes de su toma de posesión el 20 de enero. (“Si esos rehenes no han regresado… para cuando yo asuma el cargo, se habrá desatado el infierno en Oriente Medio, y no será bueno para Hamas ni, francamente, para nadie. Se desatará el infierno. No tengo que decir nada más, pero eso es lo que es”).
- Trump evitó cualquier comentario crítico sobre China o Irán.
Los europeos que ya están nerviosos por la presidencia de Trump verán en sus comentarios un cierto distanciamiento. Se mostró serio con respecto a la OTAN y criticó la expansión imprudente de la alianza hasta las puertas de Rusia. Cuenta con llegar a un acuerdo con el presidente Putin. La Unión Europea tiene motivos para preocuparse.
Canal de Panamá, Groenlandia, Canadá: la prioridad que Trump ha dado al control estadounidense del hemisferio occidental (y del estratégico mar de Barents) para perpetuar su influencia hegemónica como potencia global es evidente. En ningún momento hizo referencia al Indopacífico.
Dicho esto, lo realmente sorprendente es que tanto Canadá como Dinamarca son miembros fundadores de la OTAN, pero a Trump no le importa en absoluto. Está planeando anexar un país miembro y amenazar la integridad territorial del otro. Y ni siquiera pueden invocar el Artículo V de la Carta de la OTAN en defensa propia.
Por otra parte, la imposibilidad de lograr que los países de la OTAN acepten su demanda de un enorme aumento del 150% en las contribuciones al presupuesto de la alianza en un momento en que sus economías están en crisis también puede darle la excusa perfecta para descuidar a la OTAN, condenando efectivamente a la arcaica alianza al olvido.
De hecho, en el primer círculo de su estrategia de política exterior (la región del Ártico, el hemisferio occidental y Oriente Medio), Trump no tiene en cuenta a la OTAN. En esa tarea actúa solo, como un lobo solitario.
Sin duda, el proyecto Greater America (Gran Estados Unidos) es la pasión de Trump y es parte integral de su movimiento MAGA (Make America Great Again, o “Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande”). Se espera que su repudio a la medida de última hora de Biden para bloquear la perforación petrolera costera estadounidense en un vasto espacio de 625 millones de acres del océano estadounidense convierta a Estados Unidos, con diferencia, en el mayor país productor de petróleo del planeta.
Al mismo tiempo, el proyecto de la Gran América es una Doctrina Munroe del siglo XXI cuyas implicaciones económicas y de seguridad para China y Rusia son evidentes, aunque a estos países les resultará difícil cuestionarla. Trump ha enterrado el “orden basado en reglas”.
Si triunfa, Estados Unidos superará a Rusia en población y superficie terrestre, e igualará o incluso superará su base de recursos. Es evidente que Trump no tiene ningún interés en la multipolaridad o el multi alineamiento, conceptos que los expertos en política exterior están discutiendo animadamente para definir un nuevo orden mundial. Associated Press calificó todo este menú de anexiones territoriales como “una nueva agenda imperialista”, mientras que para la CNN, significaba un “impulso al expansionismo estadounidense” y a las “apropiaciones imperialistas de tierras”.
Moscú y Pekín no estarán en desacuerdo con esa caracterización de los principales medios de comunicación estadounidenses, pero, no obstante, tomarán nota de que la agenda de Trump posiblemente siente un precedente. Después de todo, lo que es bueno para el ganso es bueno para el ganso.