Sobre la situación laboral y la economía de España en 2024.

Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y Albares comparten mesa y mantel

Recientemente, la prestigiada revista “The Economistrealizó un diagnóstico de la situación de las economías estatales que situaba a España como la mejor durante 2024, en base a cinco parámetros macroeconómicos y financieros. Esta situación económica tan boyante,  valorada en base a los grandes números y que el gobierno aprovechó mediáticamente, tiene por contrapartida la realidad que vive la clase trabajadora en nuestro país y estado y que perfila a grandes rasgos el siguiente artículo, ilustrativo de la enorme carga sobre los treabajadores de los beneficios del capital…

Lleonard Barrios. Catalunyaplural.cat

La revista inglesa The Economist, teniendo en cuenta 5 parámetros macroeconómicos y financieros, acaba de situar a España como la mejor economía mundial del 2024. Valoración que merece el contraste de los datos y las realidades concretas,

Algunos datos: En los últimos 10 años, según las estadísticas del INE, la desigualdad de ingresos entre el 20% de rentas más altas y el 20% de rentas más bajas ha disminuido en España del 6,8% en 2014 al 5,5% en 2023 (del 6,2% al 5,0% si excluimos Ceuta y Melilla). Cataluña se sitúa justo en el 5,0%, la media de las CCAA excluyendo Ceuta y Melilla. A nivel global, sin embargo, el informe de Oxfam Desigualdad SA indica que el poder económico está cada vez más concentrado en unas pocas manos y que mientras estas se hacen cada vez más ricas, la mayoría de la población mundial se empobrece. El 1% más rico acapara el 43% de los activos financieros, el 1% más rico emite tanto CO2 como los 2/3 más pobres del planeta. En España, en 2023, el número de millonarios aumentó hasta los 250.600, un 5,6% más que en 2022.

Ciertamente, hace tiempo que las cifras macroeconómicas mejoran, pero ¿se traduce eso en una mejora real de la situación laboral?

Dejemos momentáneamente las cifras y vayamos a algunos ejemplos de situaciones laborales obtenidas de primera mano.

Repartidor-conductor en dos empresas del sector alimentario. Una de las empresas es conocida por su pan de molde y es líder a nivel mundial en la industria de la panificación. Condiciones teóricas en el momento del contrato: jornada de 6 h de reparto de lunes a sábado. Realidad: El repartidor tenía que preparar los pedidos y con el reparto, todo ello se traducía en jornadas de un mínimo de 10 h, llegando a menudo a 12 h, es decir, unas 60 horas semanales como mínimo. Las horas extras no estaban remuneradas. La segunda es una empresa auxiliar que da servicio de mantenimiento a un grupo muy conocido en el mercado de la alimentación, con tiendas en todo el territorio. Teoría: 8 h diarias de lunes a viernes. Realidad: Únicamente se computaban las horas en el lugar de trabajo y no los desplazamientos, que a menudo eran a lugares lejanos como Tarragona, Girona, etc. Por lo tanto, el conductor, desde que salía de la base hasta que volvía, hacía jornadas de 11 o 12 horas. Únicamente se pagaban las horas de contrato, las horas extra no estaban remuneradas.

Conductor en una famosa empresa de grúas, que da servicio de recogida de contenedores. Aunque el contrato era de 40 horas semanales, ya en la entrevista decían que trabajaría 12 horas diarias de lunes a viernes y 8h más un sábado de cada dos. Por tanto, una media de 64 h semanales. En este caso, las horas extra (obligadas) sí eran remuneradas.

Tres trabajos de camarera en temporada alta en una población de la Cerdanya. El primero, un contrato de 40 h semanales durante el mes de agosto. Todos los días de la semana sin ningún día de descanso durante todo el mes, 4 h al mediodía y teóricamente 4 h por la noche que acababan siendo más, pues hasta “el cierre” significaba regalar alguna hora diaria. Salario según convenio, es decir, el mínimo del convenio por 40 h semanales y no por las 60 h semanales o más que se acababan haciendo. El segundo, otro trabajo de dos camareras en otro restaurante durante agosto, a 10 h diarias entre mediodía y noche, con un día semanal de descanso. Sueldo según convenio, de palabra, pero sin contrato. El tercero, un trabajo de camarera en un hotel de la misma población durante la Semana Santa. Sueldo según convenio, con contrato y con cumplimiento de las horas del convenio. El único caso en el que las condiciones de trabajo se ajustaban a la normativa.

Camarero en un restaurante de tapas del área metropolitana, con contrato de 26h semanales. El resto, hasta más de 50 h a la semana, en negro.

Trabajos esporádicos (sustituciones) en el ámbito de la atención social. La administración licita concursos para que fundaciones, sin ánimo de lucro, realicen el trabajo. En uno de los trabajos sociales, donde era obligada la presencia de dos profesionales al mismo tiempo, también he podido documentar que una noche, un trabajador estuvo solo con los jóvenes residentes. La dirección, con conocimiento de la situación, no hizo nada para solucionarlo. A menudo, los profesionales, integradores, trabajadores o educadores sociales están mal pagados, si se tiene en cuenta el trabajo que realizan, en algunos casos trabajos de riesgo y sin plus de nocturnidad. En cambio, los directivos cobran buenos sueldos. En uno de los casos en que hizo sustituciones durante las vacaciones de Navidad, los dos pagos (de diciembre y de enero) fueron mucho inferiores a lo que correspondía, se solucionó una vez hecha la reclamación.

Estos ejemplos son únicamente eso, ejemplos, pero son casos que conozco personalmente. Todos ellos tienen en común una cosa a destacar: la tarea inspectora de la administración, encargada de hacer cumplir las normas, no existe. Según el comentario de un experto abogado laboralista, la inspección de trabajo se activa generalmente cuando hay una denuncia o un accidente, sustancialmente no hay un trabajo prospectivo. De todos los casos que he documentado, únicamente en uno de los restaurantes apareció un inspector de trabajo, que por alguna razón la empresa ya sabía que iría y por tanto pudo dar instrucciones a los trabajadores. Estoy completamente seguro de que cualquier sindicato podría poner numerosos ejemplos similares.

Volvamos a las cifras. En la gráfica siguiente, con datos del INE, se puede ver la serie de los últimos 10 años de los porcentajes de trabajadores que cobran menos del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) hasta los que cobran 4-5 veces el SMI. Este último grupo integra gran parte de los catedráticos de universidad con complementos de investigación y docencia, así como trienios. En cada año concreto, el porcentaje de trabajadores se agrupa según el SMI del mismo año. Como se puede ver en la gráfica, en los últimos 10 años hay dos categorías donde el porcentaje de trabajadores aumenta.

Los que cobran de 0 a 1 SMI pasan de ser el 13,28% de los trabajadores en 2013 al 17,1% en 2023. Lo mismo ocurre entre los que cobran de 1 a 2 veces el SMI, que pasan del 32,96% en 2013 al 48,16% en 2023. Es decir, en los últimos 10 años el porcentaje de trabajadores que cobran como máximo 2 SMI ha pasado de ser el 46,24% al 65,26%, casi 2/3 del total. Por otro lado, los que cobran de 2 a 5 veces el SMI han pasado de ser el 46,19% en 2013 al 31,69%. Esto quiere decir que, en 10 años, un 15% de los trabajadores que cobraban más de 2 SMI han pasado a cobrar menos de esa cantidad.

Porcentaje de trabajadores según salario

Las cifras indican entonces que, globalmente, los asalariados de este país han ido perdiendo poder adquisitivo si tomamos como referencia el SMI. Demasiado trabajo precario y mal pagado, y más si tenemos en cuenta las condiciones de trabajo que los ejemplos anteriores ponen de manifiesto, al menos para algunos trabajadores.

La economía crece, como muestran los datos macroeconómicos, pero hace falta una mayor redistribución de los beneficios que sirva para disminuir la desigualdad y también el incremento del SMI para que toda la población se vea beneficiada y no pierda poder económico, incluso en épocas de crecimiento. La anterior subida del SMI, y los impuestos a beneficios extraordinarios de la banca y las eléctricas no han llevado al apocalipsis anunciado por la CEOE y los representantes de la banca y las eléctricas, sino a una economía que, según The Economist, funciona de maravilla. Como ocurrió desde la Segunda Guerra Mundial hasta los años 80, el aumento de los impuestos a los más ricos incrementó el crecimiento económico y redujo la desigualdad.

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