Otra semana de lucha y de resistencia

Foto de Pedro Sánchez y la duda sobre República

Termina esta semana con una festividad que rechazamos celebrar, la del 12 de octubre, rebautizada como fiesta de la “hispanidad” después de llamarse durante muchos años “día de la raza española”. Una fiesta que este año viene precedida por dos incidentes significativos en la agenda internacional: la negativa del jefe de estado (secundado por su gobierno “progresista”) a reconocer ante México las tropelías cometidas en torno a lo que se sigue mal denominando el “Descubrimiento de América“, así como la declaración del rey ante Naciones Unidas condenando el “terrorismo” de los palestinos de Hamás y silenciando cuidadosamente toda referencia al genocidio sionista. Lo que se produjo, hay que resaltar, muy poco después de las masivas manifestaciones realizadas en muchas ciudades españolas (5-6 octubre) en solidaridad con Palestina y contra la colaboración del estado español con el sionismo genocida de Israel.

Ambos incidentes muestran claramente, como señala otra publicación incluida en esta página y que Facebook ha rechazado publicar, la calidad de este régimen monárquico heredado del franquismo y que exhala un tufo pro-imperialista cada vez más rancio; tratando de asumir una identidad y pasado glorioso de la patria que la historia desmiente y la población hoy, mayormente, repudia. Un régimen que sigue apoyado y defendido, entre otros, por gran parte del parlamento y por el gobierno del PSOE-Sumar actuales.

Pero la semana que ahora cierra ha tenido muchos más asuntos. Destacando solo aquellos que los medios de comunicación soslayan o menosprecian, hay que citar los problemas ascendentes en materia de derecho a la vivienda; la insolidaridad practicada por el gobierno en materia de asilo a los refugiados saharauis; la persecución que sigue amparando de la protesta social y sindical; la reforma de las pensiones o el deterioro creciente de la sanidad pública.  Unas políticas y des-políticas que tienen como fondo permanente la adhesión a la espiral belicista impuesta por el imperialismo occidental y a los recortes de presupuestos y de servicios públicos comandados desde Bruselas (la próxima semana hablaremos de ello).

Frente a todos estos problemas hay alternativas de conjunto, pero cada vez más alejadas de la impotencia de votar cada cuatro años a quienes nunca han representado a los trabajadores y los pueblos del estado. Del mismo modo que también puede haber un enfoque muy distinto de lo que debería ser la festividad nacional española, como plantea la siguiente nota publicada por Diario.red. Sin duda, otra sociedad mejor es posible, pero no bajo este régimen corrupto, depredador e ilegítimo desde el punto de vista democrático. Ya toca República.


David Martinez. Diario.red

12 de octubre, día de la raza y la fiesta nacional

El 12 de octubre se celebra el día de la hispanidad. Desde 1918 se celebró este día como Fiesta de la Raza, para transformarse, entre 1940 y 1958, en el día de la Raza.Desde entonces, y, refrendado por el parlamento en 1981, se ha celebrado el día de la Hispanidad. Hispanidad y raza, dictadura y monarquía, juntos de la mano con el Régimen del 78.

El 12 de octubre, como tantos otros 12 de octubre, desfilarán militares y banderas, banderas y aviones, banderas y tanques y otros vehículos motorizados, especialmente en Madrid. Banderas, banderas, banderas y militares. Es extraño que la principal muestra de celebración de la hispanidad se produzca a través del ejército, como si el ejército fuera lo que nos configura como nación y como si lo único que pudiéramos reivindicar como españoles fuera una marcha militar. Es extraño, también, porque ya hay un día de las Fuerzas Armadas (el 31 de mayo). Por cierto, que el himno de España pueda tener su origen en la nuba andalusí de Ibn Bayya (siglo XII) sería sencillamente maravilloso, y una muestra más de un pasado cercenado y negado, y tal vez algo se descompondría en aquellos que celebran el 12 de octubre con el corazón en el pecho y la nostalgia de tercios y caballeros cristianos en el campo de batalla.

En el día de la hispanidad, haríamos bien en reivindicar la mezcla, el mestizaje, la riqueza lingüística y cultural de este país, la herencia recibida, múltiple y diversa, la lengua que nos une con quienes la hablan de manera diferente fuera de nuestras fronteras, que además son muchos millones de personas más que los que la hablan dentro de la península ibérica. Pero saldrán los tanques en una demostración de fuerza y poderío, y habrá tecnología y banderas en el cielo y muchas marchas militares, muchos saludos respetuosos, uniformes bellos, uniformes hermosos y diversos dando cuenta de las distintas formas de vestir dentro del ejército. Como un desfile de moda.

Será una demostración de fuerza para los que piensan diferente y será un recuerdo de otros desfiles victoriosos con el pueblo oprimido y golpeado, la libertad acechada en cada esquina y la verdad oculta en las sentencias farragosas de tribunales militares. Será una demostración de fuerza: allí están y son los que siempre han mandado, sobre una tribuna, mientras el pueblo, los soldados y la bandera se mojan o sufren las inclemencias del tiempo. Incluso habrá una cabra y perros y algunos animales y por un momento parecerá una feria, una fiesta verdadera. No habrá desfilando ningún trabajador sanitario, ningún profesor, ningún maestro, ningún inspector de trabajo, ningún trabajador del sector servicios, ningún agricultor, apicultor o ganadero. Tal vez les quedará el placer de colgarse una bandera en la muñeca, en el retrovisor del coche, en las aceras o en las plazas de los pueblos. Una bandera para todos, una bandera para tapar las vergüenzas de unos pocos: las dificultades de acceso a la vivienda, las largas listas de espera en Sanidad, la colaboración del dinero público en las empresas privadas sanitarias, el abandono de los ancianos en las residencias, la falta de medios en la justicia, las oposiciones interminables, la falta de avance en derechos sociales para los trabajadores, la ausencia de la conciliación de la vida laboral y familiar, los altos precios, los bajos salarios, en fin: la vida entera. Una bandera para tapar la vergüenza que uno quiera, en unidad, en libertad y para todos. Tal vez, podría hacerse de otro modo y podrían defenderse otras cosas en un día de la Hispanidad que reivindicara a pensadores e intelectuales, científicos o artistas. La parte humanista de la hispanidad, la que construye y crea. Sin embargo, no está montado de esa manera. Está pensado para que los trabajadores desfilen sólo en las manifestaciones.

Tal vez llueva y un arcoíris brille en toda España. O por error, un rojo se torne morado. No lo sabré, no lo veré, porque como en la canción de Paco Ibáñez o de George Brassens:

Cuando la fiesta nacional, yo me quedo en la cama igual, que la música militar nunca me supo levantar.

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