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La guerra en Ucrania no ha distraído a Washington de su objetivo asiático. Este conflicto europeo es parte de una estrategia global para destruir a Rusia y subyugar a China. Este plan, definido por Paul Wolfowitz en 1992 en la “Guía de Planificación de la Defensa”, establece que después del colapso de la Unión Soviética, Estados Unidos ya no tolerará competidores que puedan oponerse a su hegemonía mundial.
Además del apoyo financiero, político y militar a Ucrania, Estados Unidos y sus aliados están proporcionando a Kiev apoyo logístico para hacer frente a un posible ataque ruso contra los países bálticos, Polonia y otros países. Este plan incluye la creación de un Schengen militar para transportar rápidamente armas, municiones y 300.000 combatientes desde puertos de los Países Bajos, Italia, Grecia y Noruega con el fin de contrarrestar un ataque de este tipo. Bajo el liderazgo de Alemania, este plan permite a Estados Unidos centrarse en su estrategia de giro hacia Asia, iniciada por Barack Obama en 2011, abandonada temporalmente y asumida por Donald Trump.
El giro hacia Asia vino acompañado de acuerdos con Filipinas y Japón para controlar el acceso al Mar de China Meridional y, por tanto, el comercio chino con el resto del mundo. Estos acuerdos incluyen el Quad (Australia, India, Japón y Estados Unidos) y AUKUS (Australia, Reino Unido y Estados Unidos). Se espera que Corea del Sur se una al Quad, pero la participación de India es incierta.
Ante estas amenazas, Rusia y China están reaccionando. Moscú, que no tiene ni los medios ni el deseo de atacar a Europa, está consolidando sus relaciones con sus aliados, como lo demuestran los viajes de Vladimir Putin a Kazajistán, Corea del Norte y Vietnam, así como la reciente visita del primer ministro indio, Narendra Modi, a Moscú.
China, por su parte, confía en la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) para contrarrestar la amenaza estadounidense y busca convertir el Mar de China Meridional en una “panacea”, como está haciendo Estados Unidos con el Golfo de México.
La OCS cuenta con diez miembros y catorce socios de diálogo, entre ellos Arabia Saudí. Su última cumbre se celebró en Astaná (Kazajistán) los días 3 y 4 de julio, reuniendo a China, Rusia, India, Turquía, Irán, Pakistán, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Azerbaiyán, Mongolia y Bielorrusia, que representan el 40% de la población mundial y alrededor del 30% del PIB mundial. Cabe señalar que el Ejército Popular de Liberación de China está llevando a cabo ejercicios militares en Belarús sobre el tema de la lucha contra el terrorismo.
No es Rusia, sino Washington la que quiere la guerra, como lo demuestra la decisión de Joe Biden de establecer 15 bases militares en Finlandia y la afirmación del secretario de Estado, Antony Blinken, de que Ucrania algún día será miembro de la OTAN. Las bases militares estadounidenses en Finlandia representan una amenaza existencial para Rusia, que comparte una frontera de 1.340 kilómetros con el país. ¿Qué diría Biden si Putin estableciera bases militares en México? Blinken no puede ignorar que la inclusión de Ucrania en la OTAN es una línea roja para Rusia. Bill Burns, el actual director de la CIA, era embajador en Moscú cuando este tema se discutió por primera vez en Washington y envió un telegrama urgente al Departamento de Estado titulado “Nyet significa nyet”, que no dejaba dudas sobre la posición rusa. ¿Cómo explicar la indiferencia de Blinken hacia Rusia?
Los medios de comunicación acusan fácilmente a Vladimir Putin de querer invadir Europa. Pero en ese caso, ¿por qué habría propuesto un proyecto de tratado para la seguridad en Europa en diciembre de 2021? Un proyecto que Occidente ignoró. Estas acusaciones se repiten sin pruebas en el comunicado de la 75ª cumbre de la OTAN en Washington. La operación militar especial rusa no es una agresión, sino una respuesta a los repetidos ataques de Ucrania en Donbass, una respuesta autorizada por los artículos 2 y 51 de la Carta de la ONU.
No es China sino Washington la que quiere la guerra, como lo confirma la decisión de Joe Biden de enviar armas y municiones a Taiwán, en contradicción con la política oficial de Estados Unidos de una sola China. Además, en la declaración de la OTAN, se insta a China a cesar su apoyo -no probado, pero declarado- a Rusia en el conflicto ucraniano. Pekín “está desempeñando un papel decisivo en la guerra de Rusia a través de su asociación ‘sin tabúes’ y su fuerte apoyo a la base industrial de defensa de Rusia, lo que aumenta la amenaza para sus vecinos y la seguridad del Atlántico”.
Esta situación potencialmente explosiva llevó a figuras angloamericanas a emitir una carta en la que pedían negociaciones urgentes para alcanzar un acuerdo de paz en Ucrania. Estados Unidos debe abandonar sus ambiciones hegemónicas, que ya no puede permitirse, para establecer una paz justa y duradera.
Desde 1947, los científicos han estado calculando el tiempo entre nosotros y una tercera guerra mundial con el Reloj del Apocalipsis, actualmente 100 segundos antes de la medianoche. Nunca ha estado más cerca, y dados los recientes acontecimientos en Ucrania y Oriente Medio, es probable que esté incluso más cerca de lo que los científicos se han atrevido o se les ha permitido indicar. El reloj marcaba 17 minutos desde la medianoche a principios de la década de 1990. Parece que fue hace un siglo…