Llueve sobre mojado. La semana que ahora termina presentó nuevas réplicas de la catástrofe sufrida por la DANA, particularmente en València pero no solo, así como una agenda política repleta de cortocircuitos en muchos ámbitos. En EEUU, la victoria de Trump y su ascenso a la presidencia que despiertan un intenso rechazo social y movilizaciones, como en el caso del movimiento pro aborto, mientras que en Europa se profundiza la crisis de unos gobiernos entregados a la guerra y a los recortes presupuestarios, como ocurre en Alemania, Italia, o Francia.
En España, el cuestionamiento político por las responsabilidades derivadas de las más de 200 muertes y de la destrucción provocada por las inundaciones ha dado un nuevo paso, tras el alineamiento de la monarquía y el bipartidismo en la defensa del régimen del 78. Así, la comisión de investigación sobre la DANA que el martes 12 no se aprobó en el parlamento por la inasistencia del PSOE y del PP estuvo acompañada, igualmente, por las declaraciones del presidente Sánchez criticando la coreada consigna de todas las movilizaciones “solo el pueblo salva al pueblo”, así como por su llamado, junto con Sumar y los sindicatos CCOO-UGT, a aplazar todas las consideraciones políticas. Razones, por cierto, por las que tampoco habían participado en las movilizaciones por la dimisión del presidente de la Generalitat Valenciana, entre otras exigencias, salvo en contadas y bienvenidas excepciones, como ocurrió en Elx con los comunistas.
Afrontar el problema político puesto de manifiesto por la DANA, sin embargo, es esencial no solo para depurar las responsabilidades incluso penales sobre lo sucedido y para evitar que vuelvan a producirse este tipo de desastres; también para desarrollar unos planes de recuperación de los daños que, ya es comúnmente aceptado por la gran mayoría, no pueden delegarse, pasivamente, en estas mismas administraciones públicas caracterizadas por sus políticas de recortes y de fomento del urbanismo depredador del territorio y del bienestar colectivo que venimos padeciendo.
El papel crucial que jugó en los primeros días de la DANA el voluntariado solidario y en ocasiones “consciente” ha continuado también esta semana, alcanzando mayores niveles de organización y desarrollo, al tiempo que sigue evidenciando la escasez de recursos aportados por las administraciones públicas, e incluso las “cortas miras” de las ayudas y subvenciones decretadas por los gobiernos estatal y autonómico. Unas ayudas cortoplacistas, como veremos próximamente en esta web, además de insuficientes y que no podrán por sí mismas garantizar las condiciones de vida y de trabajo de la población damnificada, ni ahora ni mucho menos a semanas o meses vista.
Por otra parte, el protagonismo social que vivimos también se ha manifestado en otros ámbitos y territorios, como la solidaridad con Palestina de Zaragoza, o cuestionando la gestión de un (casi paralizado) gobierno “progresista”, aunque no tanto, a juzgar por sus políticas represivas de la protesta social y de subordinación a la Europa de la guerra y del capital.
En suma, vivimos una semana que, como señala Laura Arroyo en Diario Red.es, estuvo marcada por las políticas y políticos “del barro”. Es decir… “… esa es la política que se hace desde la comodidad de ciertas instituciones y ciertos escaños, desde ciertos pisos alfombrados mientras son los vecinos y vecinas quienes ponen el cuerpo, el tiempo, el sudor y el agotamiento en limpiar el barro –lo que pueden–, las calles de su ciudad y sus pueblos (hayan estado afectados o no por la DANA, añadiríamos nosotros). Ellos estuvieron antes que nadie y por eso también son los primeros en exigir la obviedad: responsabilidades políticas. Es decir, la dimisión del primer responsable: Carlos Mazón. Por eso el pueblo valenciano atiborró las calles después de haber estado limpiándolas durante dos semanas, pero mientras el pueblo lo dice fuerte, en la comodidad de las instituciones que son las principales responsables también hay barro, pero de otro tipo. Un barro que se lanzan entre unos y otros, pero como una performance, es decir, un barro hipócrita…“
¿Para cuándo una alternativa política a todo esto?