Javier Parra. Mundoobrero.es
La reciente DANA ha supuesto una de las peores tragedias que España haya vivido en décadas. El día 29 de octubre de 2024 pasará a la historia de este país como un día en el que las instituciones, a todos los niveles, demostraron que no estaban preparadas para gestionar una tragedia como esta.
Desde primera hora de la mañana habían llegado los primeros avisos de la AEMET elevando el nivel de aviso a rojo en el interior de la provincia, y aproximadamente a las 11:30 h de la mañana empezaron a conocerse las primeras noticias del desbordamiento del Barranco del Poyo y del río Magro a la altura de Utiel. Poco después, la Universitat de Valencia suspendía su actividad y en los medios se publicaba la desaparición de un camionero en l’Alcúdia. A las 13 h, el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, en rueda de Prensa, anunciaba que a las 18 h el temporal se habría desplazado hacia la Serranía de Cuenca.
Las horas siguientes fueron trágicas y extrañas. Trágicas para quienes estaban siendo golpeados por lluvias casi apocalípticas de 600 litros por metro cuadrado en un diluvio que se extendía horas y horas. Trágicas para quienes desde algunas poblaciones al sur del Río Turia, sin haber visto caer una sola gota, vieron como se les venía encima una riada de proporciones inimaginables que lo engullía todo y acababa con todo a su paso: puentes, autovías, viviendas, calles, coches, vidas… Y extrañas para quienes, al norte del Río Turia, incluyendo Valencia capital y otras poblaciones como Paterna, no llovía, ni había inundaciones, pero miles de rayos y un fuerte viento huracanado se apoderaba de las calles, donde continuaba una actividad relativamente normal.
A las 20:20 h de la tarde, con demasiadas horas de retraso, llegaba a los móviles un mensaje de alarma pidiendo que no se produjeran desplazamientos en coche en la provincia cuando miles de personas ya estaban luchando por salvar su vida. Las horas siguientes y la noche entera fue un infierno para cientos de miles de personas, que amanecieron en municipios sin la presencia de quienes deberían estar presentes para ayudar a una población aterrada en medio de esta brutal emergencia. Ni Policía, ni Guardia Civil, ni Ejército, ni Protección Civil, ni Ayuntamientos, ni Generalitat, ni Estado. Nada. El pueblo solo se tenía a sí mismo y a sí mismo se estaba tratando de salvar.
La mañana del 30 de octubre el Secretariado del PCPV empezó a trabajar para organizar la respuesta lo más rápida y organizada posible. Ese mismo día, el PCPV hizo un llamamiento a constituir Brigadas Voluntarias para ayudar de manera organizada a las víctimas de la DANA.
El llamamiento encontró respuesta inmediata entre militantes y simpatizantes del PCPV, así como en otros colectivos que, con urgencia, comenzaron a coordinarse para afrontar la magnitud de la tragedia. Conscientes de sus limitadas fuerzas, el PCPV quiso dar a estas brigadas un enfoque práctico y organizativo para que la ayuda no se convirtiera en una acción espontánea y desorganizada, sino en un esfuerzo conjunto y sostenido. Estas brigadas, que se activaron en menos de 24 horas, se extendieron rápidamente por los municipios más golpeados, asumiendo labores de limpieza, reparto de alimentos y suministro de materiales básicos en coordinación con otros grupos de voluntarios.
El llamamiento también se hizo al conjunto del Partido Comunista de España y de sus territorios, que de manera inmediata se pusieron a trabajar frenéticamente para ayudar en labores de recogida de materiales, e incluso en el envío de Brigadas Voluntarias hasta Valencia. La nueva sede del PCPV, situada en Benimaclet, se convirtió en el centro neurálgico y Cuartel General de toda la actividad de organización, pero en pocos días empezó a ser fundamental activar otros puntos. Paterna se convirtió en un punto donde comenzaron a llegar Brigadas Voluntarias de otras ciudades, incluso de otros países, y pocos días después incorporaríamos también una nave de 2000 metros cuadrados cedida a las Brigadas Voluntarias para su actividad logística, sumando unas 200 toneladas de material gestionado durante las primeras dos semanas tras la DANA.
El apoyo de otros colectivos y partidos comunistas a nivel nacional e internacional le añadió una dimensión de solidaridad más allá de lo local. Llegaron camiones con provisiones enviadas por el Partido Comunista de Madrid, por el PCA en Cádiz, desde el PCA de Huelva, incluso siete camiones recogidos por el PCE de Villamalea en apenas 48 horas. Llegaron cargamentos desde Miranda de Ebro, desde Vallecas o Getafe y otras localidades, junto con brigadas de bomberos voluntarios de Alcorcón. En otros territorios como Asturias se comenzó también una campaña de recogida de materiales en sus sedes, al igual que había hecho el PCM días antes. Llegaron brigadas desde el PCE de Aragón, del PCE de Sevilla, desde el EPK, desde la UJCE, pero también desde fuera de España. Casi medio centenar de camaradas del Partido del Trabajo de Bélgica (PTB) estuvieron participando en las Brigadas y un grupo del PCF se unió a labores de cocina y reparto de comida caliente en la zona cero de la DANA. Además, el PCE abrió una cuenta de donaciones para ayudar a la organización de las tareas de ayuda por la DANA, a la que se sumó la cuenta abierta por la Asociación de Amistad con Cuba José Martí.
El caos que se vivió en los primeros días tras la tragedia no se resolvió por completo con la llegada de la ayuda estatal, que se demoró demasiado, a veces incluso por días. El PCPV fue testigo de esta falta de coordinación: en muchas zonas, y ni las autoridades locales ni los servicios de emergencia lograron llegar a tiempo para rescatar a muchos de quienes habían quedado atrapados por la riada o para asegurar la entrega de suministros básicos a los vecinos aislados. La tragedia no hizo más que evidenciar la vulnerabilidad de muchas poblaciones ante fenómenos naturales de este calibre y la incapacidad de las instituciones para gestionarlos con la rapidez necesaria.
El desastre es mayúsculo, casi apocalíptico. Las poblaciones golpeadas tardarán mucho tiempo en volver a la normalidad, y se corre un grave riesgo de un profundo empobrecimiento de la población en esas zonas, por lo que es fundamental organizar la ayuda y el tejido de redes de solidaridad a largo plazo. Se corre el riesgo de que la marea de voluntarios se frene, entre otras cosas porque las instituciones parecen empeñadas en dificultar su labor, pero también porque el drama vaya desapareciendo poco a poco del primer plano.
Ante esta nueva etapa el Partit Comunista del País Valencià va a seguir trabajando, de la mano del conjunto del Partido Comunista de España, para organizar de una manera efectiva la solidaridad a través de una estrategia de largo plazo que permita que la ciudadanía enfrente y responda con fuerza a las agresiones derivadas de un sistema en el que el interés económico vale más que la vida humana. Por eso no sonaron las alarmas para parar el trabajo, porque había que seguir vendiendo. Por eso nadie paró la actividad económica, porque había que seguir produciendo. Por eso al pueblo nadie vino a salvarle.