Jean-Luc Mélenchon. Diariored.red
Emmanuel Macron está a punto de nombrar a un jefe de gobierno sin tener en cuenta el resultado político de las últimas elecciones legislativas que perdió, después de haber perdido previamente las elecciones europeas. Esto sería una decisión sin precedentes en el mundo de los sistemas parlamentarios y en el sistema de la democracia representativa. Ya en los países europeos, tanto dentro como fuera de la Unión, muchos habían expresado su sorpresa sobre la supuesta tregua política olímpica. También se había comentado lo extraño que resultaba ver al Presidente de la República francesa desestimar como si nada no solo el resultado de la votación, sino también a Lucie Castets, la persona propuesta como primera ministra por la coalición ganadora, el Nuevo Frente Popular. La objeción presentada por los macronistas es conocida: nadie tiene la mayoría absoluta, entonces, nadie ha ganado y nadie tiene el derecho de reivindicar la constitución de un nuevo gobierno. Tal argumento podría haberse considerado si Francia no hubiera ya experimentado lo contrario, ya que el país fue gobernado sin mayoría absoluta después de las elecciones legislativas de 2022. Además, esta vez, justo después de la disolución de la Asamblea, el ministro del Interior macronista afirmó que, aunque tuviera solo una mayoría relativa, la coalición ganadora sería legítima para gobernar. Sin duda, esperaba repetir la situación anterior…
En estas condiciones, se puede caracterizar como un golpe de fuerza institucional contra la democracia la decisión del jefe de Estado. Esta decisión se toma después de una larga serie de acciones impunes que marcan una evolución autoritaria del régimen. Ahora, estamos nadando en las aguas del “iliberalismo” que los macronistas reprochaban al húngaro Viktor Orbán. Pero, ¿quizás el jefe de Estado se cree absolutamente sin restricciones institucionales en una situación como esta? No es el caso. Existen medios que permiten al parlamento poner fin a un abuso de poder tan notoriamente antidemocrático. Evidentemente, está la moción de censura para tumbar, desde su presentación, el nuevo gobierno del agrado presidencial.
La objeción presentada por los macronistas es conocida: nadie tiene la mayoría absoluta, entonces, nadie ha ganado y nadie tiene el derecho de reivindicar la constitución de un nuevo gobierno
Pero no podemos quedarnos ahí. La causa de este abuso de poder debe ser señalada y sancionada. Es el propio presidente de la República. El medio para iniciar esta acción existe en el marco constitucional actual. Se trata del artículo 68 de la Constitución, que define las condiciones para la destitución del jefe de Estado. Esto puede aplicarse en caso de incumplimiento de sus deberes, claramente incompatible con el ejercicio de su mandato. La ley orgánica que implementó las disposiciones prácticas de este artículo aclara que no se refiere únicamente a posibles incumplimientos de la ley. Es la Asamblea, y únicamente ella, la que decide si tal es la situación. En este caso, es evidente que el rechazo a reconocer el resultado de unas elecciones legislativas y la decisión de ignorarlos constituyen una falta condenable a las exigencias elementales del mandato presidencial, ya que este impone ser el garante del respeto a la democracia y de sus reglas organizativas en Francia.
Se puede caracterizar como un golpe de fuerza institucional contra la democracia la decisión del jefe de Estado. Esta decisión se toma después de una larga serie de acciones impunes que marcan una evolución autoritaria del régimen
El procedimiento para emitir esta destitución es simple. La propuesta debe formularse y someterse, primero, a la mesa de la Asamblea, donde hoy el Nuevo Frente Popular es la fuerza mayoritaria. La mesa podría, por lo tanto, aceptarla antes de transmitirla a la comisión de leyes, donde los partidarios del presidente son minoría. De esta manera, el texto debería ser inscrito en el orden del día de la Asamblea y ser sometido a votación por parte de todos los diputados. Cada uno asumiría sus responsabilidades. Es probable que la moción sea adoptada, ya que los partidarios del presidente de la República son minoría en la Asamblea.
Esta proposición enviaría una señal de resistencia democrática de primer orden. Demostraría que el presidente de la República en Francia no es un monarca que dispone de un derecho de veto suspensivo sobre el resultado del voto democrático. Recordaría que en la República, el único soberano es el pueblo. Su soberanía está por encima de todos los órganos que se supone deben expresarla habitualmente: el presidente, los diputados del momento, y así sucesivamente. Este derecho ya había sido negado a Luis XVI en 1789, incluso antes de la instauración de la República. ¿Cómo se le podría conceder a Macron en 2024? ¿Por qué permitir al presidente que niegue la soberanía del pueblo cuando existe un medio legal y pacífico para impedírselo?
Ofrecemos a esta tribuna un rol concreto de advertencia solemne. El presidente debe admitir el resultado de las elecciones legislativas y nombrar a Lucie Castets como Primera ministra, tal como lo propuso el Nuevo Frente Popular
Si este medio de acción contra el golpe de fuerza de Macron debe ser utilizado, evidentemente, se tendría que explicar con detalle ante nuestro pueblo y organizar metódicamente su aplicación. Es evidente que se trata de una decisión importante y seria. Idealmente, debe beneficiar de un procedimiento sólido y de una base lo más colectiva posible. Por eso consideramos que corresponde a los líderes de los partidos de nuestra coalición y a los presidentes de nuestros grupos parlamentarios debatirlo y tomar su decisión respectiva.
Ofrecemos a esta tribuna un rol concreto de advertencia solemne. El presidente debe admitir el resultado de las elecciones legislativas y nombrar a Lucie Castets como Primera ministra, tal como lo propuso el Nuevo Frente Popular. Si no lo hace, el presidente debe saber que se utilizarán todos los medios constitucionales para destituirlo antes que someternos a su indebido golpe contra la regla fundamental de la democracia: ¡en Francia, el único soberano es el voto popular!
Signatarios:
- Mathilde Panot, presidenta del grupo LFI-NFP en la Asamblea Nacional
- Manuel Bompard, coordinador del movimiento de La Francia Insumisa
- Nadège Abomangoli, vicepresidenta de la Asamblea Nacional
- Manon Aubry, co-presidenta del grupo La Gauche (La Izquierda) al Parlamento Europeo
- Eric Coquerel, presidente de la Comisión de Finanzas en la Asamblea Nacional
- Clémence Guette, primera vicepresidenta de la Asamblea Nacional, co-presidenta del Instituto la Boétie
- Marina Mesure, presidenta de la delegación insumisa en el Parlamento Europeo
- Jean-Luc Mélenchon, co-presidente del Instituto La Boétie