Alto el fuego en el Líbano y futuro de la resistencia contra Israel

Partidarios del movimiento libanés Hezbolá, aliado de Irán, ondeaban banderas mientras asistían a una manifestación masiva y a un discurso televisado del secretario general de Hezbolá, Hassan Nasrallah, el 3 de enero de 2023 en Líbano, Beirut (Foto: Marwan Naamani/dpa vía ZUMA Press/APAIMAGES)

Abdaljawad Omar, Mondoweiss.

El acuerdo de cese del fuego entre el Líbano e Israel puede abordarse desde varios puntos de vista. El más significativo son los golpes acumulativos que Israel ha asestado a la resistencia libanesa, apuntando sistemáticamente a sus cuadros, liderazgo y capacidades operativas desde septiembre. Estas operaciones han elevado el costo de la estrategia de “unidad de campos” de Hezbolá, lo que indica que mantener una postura militar activa en múltiples frentes tiene un costo mayor de lo previsto. Ya habían comenzado a surgir señales que sugerían que Hezbollah estaba preparado para mantener un alto el fuego, siempre que les permitiera preservar su posición operativa, salvaguardar la integridad del sur del Líbano y mantener su narrativa ontológica de resistencia.

Es probable que el aparato militar israelí, sus servicios de inteligencia y su red de seguridad vean esta campaña como un éxito. De hecho, han puesto fin al reinado de varios cuadros de primera generación de Hezbolá, han demostrado su capacidad para infiltrarse y asesinar a líderes clave e infligido un castigo generalizado en el “mundo social” del que Hezbolá extrae su fuerza. De cara al futuro, Israel vigilará de cerca quién asume el liderazgo dentro de Hezbolá, con la esperanza de un cambio hacia figuras similares a las del pasado que podrían abogar por la moderación.

Sin embargo, en las últimas semanas, los límites de la estrategia militar israelí —normalmente estructurada en torno a enfrentamientos cortos, bruscos y decisivos— se han hecho cada vez más evidentes. Hezbolá no se desmoronó bajo la presión de la invasión terrestre. En cambio, logró recuperar gran parte de su capacidad operacional, manteniendo su posición como un actor militar formidable al tiempo que impedía con éxito cualquier acuerdo que lo desarmara o estableciera una zona de amortiguación en el sur del Líbano.

El acuerdo de cesación del fuego ofrece a Israel un logro notable: la disociación de Gaza del Líbano. Sin embargo, en todos los demás frentes, no logró los resultados decisivos que Israel buscaba.

Este acuerdo también tiene implicaciones significativas para los asentamientos israelíes cerca de la frontera con el Líbano. La retórica de la victoria total ha sido reemplazada por una voluntad pragmática de retirarse, restaurando un statu quo ante similar al período anterior a la guerra. A pesar de los éxitos tácticos, los residentes de estos asentamientos siguen siendo muy conscientes de que la presencia y las capacidades de Hezbolá persisten. Convencer a miles de personas para que regresen será un desafío, y probablemente requerirá incentivos financieros e inversiones sustanciales para restablecer la confianza y la seguridad.

Por otro lado, la guerra expuso vulnerabilidades dentro de Hezbolá, que sin duda darán forma a su reconstrucción interna y conducirán a una reevaluación de sus supuestos operativos. Estas vulnerabilidades incluyen la exposición de la organización a la inteligencia israelí y occidental, la incapacidad o falta de voluntad para emplear más de su potencia de fuego y el costo de aplazar la confrontación con Israel durante más de diecisiete años.

Sin embargo, a esta ronda le seguirá una pregunta y una lucha críticas: ¿corre el riesgo Hezbolá de retirarse a ideologías aislacionistas atadas únicamente al Estado libanés, especialmente después de perder gran parte de su liderazgo central? Tal cambio podría socavar sus ambiciones regionales más amplias y debilitar su eficacia estratégica en futuras confrontaciones con Israel, o transformarlo en otro partido sectario en la tensa escena política libanesa. También podría envalentonar las voces internas que abogan por un statu quo de no confrontación con Israel, alterando fundamentalmente su papel en el eje de la resistencia.

Gaza queda aislada, pero Israel está fatigado y fragmentado

Israel ha logrado desacoplar el frente libanés de Gaza, poniendo fin en la práctica al desgaste a lo largo de su frontera septentrional. Esta maniobra ha dejado a Gaza y a su resistencia aisladas, enfrentando todo el peso de la presión militar y política israelí. Si bien es posible que aún surja apoyo de otros frentes, en particular de Yemen, la influencia de Gaza en las negociaciones ha disminuido significativamente, lo que reduce su poder de negociación.

Este desacoplamiento también permite a Israel avanzar en sus planes de guerra en Gaza, aunque con varias advertencias. El primer desafío radica en la intención estratégica más amplia de Israel: reafirmar el control sobre Gaza en el futuro previsible. El regreso militar de Israel a la Franja plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de tal medida, los costos de gobernanza y las implicaciones a largo plazo para su posición nacional e internacional. Las complejidades logísticas, políticas y sociales de mantener el control en un territorio tan disputado presentan obstáculos formidables, especialmente cuando no ha logrado derrotar a Hamas ni poner fin a su influencia en la Franja.

En segundo lugar, los planes de Israel para la expansión de los asentamientos en Gaza, la anexión de tierras, el rediseño de la frontera y una presencia continua en el Corredor de Filadelfia y otras áreas estratégicas reflejan una ambición colonial más profunda. Estos planes tienen como objetivo consolidar el dominio territorial, pero conllevan riesgos significativos. La resistencia palestina sostenida, combinada con las complejidades logísticas y éticas de la imposición de estructuras coloniales de asentamiento, hace que esos objetivos sean precarios. El traslado de colonos a Gaza exige un grado de estabilidad y aquiescencia de la población local que parece improbable en las condiciones actuales. Además, estos planes complican la posición de Israel con respecto al retorno de los cautivos, presentando una contradicción crítica en su cálculo estratégico.

Estas contradicciones están ahora a punto de dominar el panorama político de Israel. Después de más de un año de guerra, la fatiga y el cansancio se están instalando, desafiando la narrativa de la victoria total. Están surgiendo signos de pragmatismo, con segmentos crecientes de la sociedad israelí —particularmente en los últimos meses— expresando su deseo de poner fin a las guerras en Gaza y Líbano. Este sentimiento subraya una tensión entre las ambiciones militares expansivas del estado y la creciente demanda pública de estabilidad y resolución, un regreso a la vida sin guerra.

Sin embargo, estas dinámicas se desarrollan en el contexto de un gobierno de derecha obsesionado con la limpieza étnica y la expansión de los asentamientos. El sacrificio de los cautivos, una preocupación central para las facciones de izquierda de Israel, exacerbará las luchas internas sobre la corrupción de Netanyahu y se cruzará con las controvertidas reformas legales defendidas por el bloque sionista religioso. Este proyecto más amplio para redefinir la identidad del Estado podría profundizar las fracturas sociales, polarizar la arena política e intensificar la batalla en curso sobre la trayectoria futura de Israel.

Unidad de campos

La estrategia de la “unidad de campos”, tal como la practica el eje de resistencia, se basa en un delicado equilibrio entre ambigüedad y flexibilidad. Vincula a sus fuerzas constituyentes a una narrativa estratégica compartida y a un objetivo general, al tiempo que permite que cada contexto geográfico defina el alcance y la naturaleza de su participación. Este enfoque dual, unificado en la visión pero localizado en la ejecución, ha permitido que la resistencia se adapte a diversos terrenos y aproveche dinámicas específicas sin comprometer la coherencia de su marco más amplio.

La guerra actual ha sacado a la luz las fortalezas y vulnerabilidades de esta estrategia. Entre sus éxitos se encuentra la sincronización de varios frentes, lo que ha creado múltiples dilemas para Israel en diferentes teatros de operaciones. Este prolongado conflicto no solo ha agotado los recursos de Israel, sino que también ha profundizado su dependencia de las potencias occidentales, exponiendo la fragilidad de sus ambiciones hegemónicas. La capacidad de la resistencia para mantener la presión sobre Israel desde varias direcciones ha demostrado la eficacia de un modelo de lucha descentralizado pero interconectado.

Sin embargo, esta estrategia no está exenta de desafíos. Revela las tensiones inherentes a las diferentes geografías, ideologías y contextos sociales de las fuerzas constituyentes de la resistencia. Estas contradicciones tensan la cohesión del enfoque de la “unidad de campos”, poniendo de relieve la dificultad de mantener un frente unificado cuando las realidades locales divergen de la narrativa colectiva. El acto de equilibrio entre los objetivos compartidos y las limitaciones localizadas sigue siendo una prueba persistente para la viabilidad a largo plazo de esta estrategia.

Si el frente libanés hubiera estado aislado de la guerra de un año en Gaza, los resultados para Hezbolá podrían haber sido marcadamente diferentes. En muchos sentidos, Hezbollah ha asumido el costo de la estrategia de “unidad de campos”, soportando pérdidas significativas en cuadros, liderazgo y capacidad operativa. Sin embargo, también se ha beneficiado de este marco interconectado. Los ataques de decapitación, los asesinatos selectivos y las operaciones de inteligencia llevadas a cabo por Israel, que se basaron en herramientas como buscapersonas y comunicaciones interceptadas, ocurrieron dentro del contexto más amplio de la resistencia de Gaza. Este contexto, junto con el cansancio de las fuerzas israelíes tras las prolongadas operaciones en Gaza, diluyó el impacto de la ofensiva israelí sobre Hezbolá.

Sin el telón de fondo de la resistencia en curso en Gaza, estas operaciones podrían haber infligido un daño mucho mayor a Hezbolá. El alineamiento con Gaza, por lo tanto, no sólo difuminó el enfoque militar de Israel, sino que también proporcionó a Hezbolá un respiro crítico para recalibrar sus estrategias. El prolongado conflicto en Gaza ha puesto a prueba los recursos de Israel, ha puesto a prueba sus capacidades militares y ha socavado la moral de sus fuerzas de reserva. Estas condiciones, combinadas con la coherencia estratégica proporcionada por la “unidad de campos”, permitieron a Hezbollah mantener su resistencia y maniobrar política y militarmente.

De cara al futuro, la trayectoria de la estrategia de la “unidad de campos” sigue siendo incierta. ¿Se retirarán las fuerzas constituyentes a una postura aislacionista, atadas a preocupaciones localizadas, o mantendrán su postura antihegemónica más amplia en la región? Las respuestas a estas preguntas darán forma al futuro del eje de resistencia y su capacidad para navegar por la compleja interacción de las dinámicas de poder regionales y globales.

¿Victoria total o éxito suficiente?

El acuerdo de alto el fuego con el Líbano fractura el impulso israelí hacia la victoria total. También señala el comienzo de su propia implosión bajo el peso de la realidad.

Israel se enfrenta ahora a una serie de desafíos: órdenes de arresto pendientes en la CPI, fracturas en su narrativa histórica y la paradoja estratégica de buscar una solución decisiva a la cuestión palestina sin resolverla realmente, con la posibilidad de cambiar solo los términos y condiciones de la lucha.

Esto, en sí mismo, es uno de los éxitos de la “unidad de campos”. Obligó a Israel a una guerra prolongada, una guerra que Israel inicialmente abrazó y buscó, pero que en última instancia tiene el potencial de remodelar su propia comprensión de lo que el poder militar puede y no puede lograr. El conflicto duradero ha puesto a prueba los límites de su estrategia y ha expuesto las contradicciones inherentes a su dependencia de la fuerza como medio para mantener la supremacía judía en Palestina.

La narrativa israelí sufrirá inevitablemente una sutil mutación: de proclamaciones de victoria total a la concesión más modesta de una victoria suficiente. Sin embargo, incluso esta suficiencia, este precario lugar de descanso, dará paso a los antagonismos persistentes e inflexibles que sustentan su tejido social contemporáneo. Estos antagonismos definirán no sólo su relación con los palestinos —esos recordatorios inconvenientes de una historia no resuelta— sino también su ajuste de cuentas interno, las fracturas y las líneas de falla de las que no puede escapar dentro de sí mismo.

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