Miguel Salas. Sinpermiso.info
Es un día caluroso en Barcelona en el que apetece estar en la playa o en el campo disfrutando de la primavera. No es un día habitual, domingo 26 de mayo, ni la mejor hora, a las 4 de la tarde, pero unas 80 personas, la mayoría jóvenes, responden a la convocatoria de un debate organizado por la revista Catarsi titulado Llegiu Lenin. Parla de nosaltres (Leed a Lenin. Habla de nosotros). Es una de las numerosas actividades organizadas durante ese fin de semana por Fira Literal, una reunión anual de editoriales y publicaciones alternativas.
La juventud no es ajena a la polarización política. Los análisis y comentarios de prensa hacen hincapié sobre los sectores juveniles (hijos de ricos, pequeña burguesía desclasada, hombres asustados por el avance de los derechos de las mujeres) que se decantan hacia la extrema derecha, pero obvian que otro sector de la juventud se radicaliza hacia posiciones activas antifascistas y revolucionarias. La política oficial, básicamente parlamentaria, sin perspectivas reales de cambio, no atrae a la mayoría de la juventud y de ahí surgen los interrogantes sobre el futuro. Unas decenas de jóvenes interesados por Lenin no son muchos, pero tiene más interés cuando se comprueba que es un proceso estatal, y seguramente internacional, de sectores juveniles que buscan entroncar con las tradiciones revolucionarias del movimiento obrero.
Todo proceso emancipador necesita conocer y aprender de las experiencias históricas anteriores. La ignorancia no puede conducir a buenos resultados, por eso es sugerente la idea de que Lenin habla de nosotros. No para repetir citas ni para replicar lo que hicieron los revolucionarios rusos, sino para aprender de su método como guía para entender lo que pasa y orientarse en las luchas del presente y del futuro. El punto de partida es estudiar el marxismo. Durante toda su vida y en prácticamente todos sus libros hay una continua reflexión sobre el marxismo y su actualización. Escribe Lenin: “La historia de la filosofía y la historia de las ciencias sociales muestran con diáfana claridad que en el marxismo nada hay que se parezca al “sectarismo”, en el sentido de que sea una doctrina fanática, petrificada, surgida al margen del camino real del desarrollo de la civilización mundial. Al contrario, el genio de Marx estriba, precisamente, en haber dado solución a los problemas que el pensamiento más avanzado de la humanidad había planteado ya. Su doctrina surgió como la continuación directa e inmediata de las doctrinas de los más grandes representantes de la filosofía, la economía política y el socialismo”. (Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo). Ese es el método para leer a Lenin.
¿En qué sentido habla de nosotros? En el más general, que las contradicciones de un sistema capitalista basado en la explotación y la desigualdad crean las condiciones para la lucha por el socialismo, entendido como la emancipación económica, social y democrática de la humanidad. En el sentido más concreto, que eso no asegura la victoria de las clases trabajadoras, que hay que prepararse mediante la organización, la conciencia y la formación. La adecuada combinación entre estrategia y táctica es la clave de toda actividad política orientada a la revolución. Ahora que la mayoría de las fuerzas políticas actúan con mirada corta y no suelen pensar más allá de las próximas elecciones, podemos aprender de Lenin a establecer las relaciones necesarias entre el objetivo estratégico de cambiar la sociedad con el trabajo cotidiano para ganar la confianza de la mayoría de las clases trabajadoras.
No se ha descubierto mejor herramienta que una organización, un partido político, que agrupe democráticamente a quien quiere luchar por el socialismo, que controle a los dirigentes, que esté bien enraizada en las clases trabajadoras y sobre todo que no pretenda sustituirlas. Las malas experiencias del pasado no han encontrado una respuesta positiva en la llamada política liquida, que ha embrollado más las ideas, se ha convertido en un mero aparato electoral, ha obviado la implantación en la base social pensando que las redes sociales podían resolverlo y ha facilitado que los dirigentes decidan por su cuenta sin una participación real de las bases en los contenidos y las decisiones. El fracaso de los experimentos de Podemos y Sumar es ilustrativo de que no es liquidez lo que se necesita sino solidez de ideas, paciencia para convencer, saber integrar las diferencias e independencia de criterios frente al Estado y al sistema. Leyendo a Lenin podemos reaprender del esfuerzo de los revolucionarios para construir un instrumento útil para la emancipación.
Si se trata de analizar la evolución del sistema capitalista, fue él, junto con otros, quien estudió la evolución imperialista del capitalismo y a partir de sus trabajos podemos afirmar que la tendencia natural es la continua concentración del capital y la conquista de los mercados. Ambas tesis se han visto confirmadas en el denominado proceso de globalización en el que vivimos. Imperialismo significa opresión y/o colonización de las naciones y pueblos y es también sinónimo de guerras. Para conquistar los mercados o para disputarlos con otros imperialismos el recurso al militarismo y la guerra es su opción. Dos guerras mundiales lo atestiguan y centenares de guerras locales lo confirman. Ayer fue el imperialismo americano quien invadió Vietnam, hoy es el ruso quien ha organizado la guerra en Ucrania y la OTAN la expresión militar de Estados Unidos y Europa. En la medida que el sistema capitalista en su etapa imperialista siga gobernando el mundo las guerras seguirán presentes. La efectiva lucha por la paz entre los pueblos es acabar con el actual sistema.
La actualidad de Lenin se muestra cuando a lo largo de toda su vida política hizo de la internacional y el internacionalismo un eje vertebrador de la lucha por el socialismo. El lema del Manifiesto Comunista “Proletarios del mundo entero, ¡uníos!” no es una simple consigna sino un llamamiento a unir todas las fuerzas contra el poderoso enemigo común. Animó la proclamación de la Tercera Internacional cuando la socialdemocracia traicionó los intereses de las clases trabajadoras al apoyar a la burguesía en la Primera Guerra Mundial, consciente de que sin una internacional el movimiento obrero revolucionario no podría triunfar. Con toda razón necesitamos ahora una nueva internacional, tanto para combatir las internacionales de las extremas derechas como al capitalismo globalizado. Una internacional que anime los esfuerzos de las clases trabajadoras y los pueblos por su emancipación.
A menudo se ha generado la falsa idea de Lenin como un revolucionario para tiempos revolucionarios. De los aproximadamente 36 años de vida política (los que van desde su primera actividad en 1888 hasta su fallecimiento en 1924) solo durante 9 vivió en Rusia y tuvo una actividad legal, el resto los vivió en el exilio y en épocas no revolucionarias, de dura represión y con las izquierdas y el movimiento obrero con serias dificultades políticas y organizativas. Cambió el mundo dirigiendo la revolución de 1917, pero no hubiera sido posible sin el trabajo paciente y metódico durante los años de exilio y clandestinidad. Debemos tenerlo muy presente los actuales revolucionarios que nos toca luchar en un momento no revolucionario.
Ese trabajo paciente incluye la lucha por las reformas. Mejorar el salario, la vida de las ciudades, los derechos democráticos, los de las mujeres, luchar por una república son peldaños necesarios en la lucha contra el capitalismo. La diferencia es que los reformistas se paran ahí, mientras que los revolucionarios continúan porque su objetivo es otra sociedad.
Durante esos años de maduración lenta hubo que poner en práctica tácticas que permitieran reanimar y politizar al movimiento obrero. Por ejemplo, participar en sindicatos montados por la policía zarista en los que estaban los obreros y obreras, intervenir en elecciones con las antidemocráticas limitaciones impuestas por el zarismo, publicar prensa legal acosada por la censura, es decir, abrir todos los cauces posibles de limitada legalidad mientras se mantenía la clandestinidad del partido para esquivar la represión. Estas experiencias son clave para entender que los revolucionarios deben intervenir en todas las actividades que les permitan relacionarse y organizar a la clase trabajadora y a otros sectores de la sociedad. Por ejemplo, participar en los sindicatos de clase que, aunque no se compartan sus opiniones, son los que organizan y a los que se vota en las elecciones sindicales, en vez de ir montando sindicatos por aquí o por allá. A veces se duda sobre participar o no en las elecciones. Con todas sus limitaciones son un medio de acción y de propaganda política que no debe dejarse solo a burgueses y reformistas, hay que hacer un análisis concreto de la situación concreta, pero, en líneas generales se puede decir que hay que intervenir en tales procesos salvo cuando la alternativa inmediata sea un estallido revolucionario.
Lenin habla de nosotros cuando aparece como el más ardiente defensor del derecho de los pueblos a la autodeterminación. Él, que era un gran ruso, perteneciente a la nación opresora, fue un firme defensor de los derechos nacionales que incluye el derecho a la separación. La unidad de la clase trabajadora en la lucha contra el capital no puede lograrse a costa de mantener la opresión de un pueblo. La unidad real sólo puede realizarse libremente, sin imposiciones. Eso sirve para defender el derecho de Cataluña, el País Vasco o Galicia a decidir libremente su futuro, y democráticamente la clase trabajadora y las izquierdas del Reino de España deberían defenderlo, de la misma manera que Palestina y Ucrania tienen derecho a una existencia independiente.
Hay que leer a Lenin para tener una opinión propia y no filtrada a través de sus enemigos, los burgueses, ni de sus tergiversadores, toda la formación y literatura estalinista. Por ejemplo, la mentira sobre el antidemocratismo de la tradición leninista, o que no tuvo en cuenta los derechos de las mujeres, solo hay que leer algunos de sus textos o discursos y sobre todo conocer la obra del gobierno soviético durante los primeros años para desmontar esa falsedad.
Tengamos en cuenta lo que él mismo escribió: “Hablan muy bien de nosotros, los bolcheviques. A veces dan ganas de decirles: “¡Por favor, alabadnos un poco menos y esforzaos un poco más en investigar la táctica de los bolcheviques y en llegar a conocerla un poco mejor!”.
Bajo todas las dictaduras políticas el humor ha sido una vía de escape y de denuncia de la opresión. Al final de la época de la antigua URSS se explicaba la siguiente historia: Los dirigentes del partido están preocupados por la situación y no saben qué hacer. Deciden resucitar a Lenin y le invitan a una reunión para que les ayude en la toma de decisiones. Lenin les pide que le dejen un despacho en el Smolny (lugar donde se reunían los soviets durante la revolución de octubre) que le proporcionen el Pravda (el periódico del partido) de los últimos 10 años y que le dejen unos días para estudiarlo. Pasan los días y los dirigentes no reciben ninguna noticia. Alarmados deciden entrar en el despacho y comprueban que Lenin no está. Una ventana está abierta y el viento voltea las cortinas, encima de la mesa encuentran una nota: “Regreso a Suiza. Hay que empezar de nuevo”.
Efectivamente, hay que leer a Lenin para empezar de nuevo, con la experiencia acumulada y para no repetir los errores cometidos.