Jeremy Corbyn. Gacetacritica.com
Teme Wanga y yo solíamos compartir un edificio de oficinas de Finsbury Park, en el norte de Londres. En una sala estaba nuestro equipo de asistencia social, que ayudaba a los residentes de Islington Norte con los muchos problemas que afrontaban. Al lado se encontraba el Consejo de la Comunidad del Congo (Congolese Community Council), que ayudaba a los refugiados congoleños. Nuestras oficinas trabajaban juntas para garantizar que la gente recibiera la ayuda que necesitaba. Teme es -y siempre ha sido- un pilar de la comunidad de Islington, y hay innumerables personas en Islington que tienen con él una deuda de gratitud. Me enorgullece decir que yo soy una de ellas.
A lo largo de la campaña electoral en Islington Norte, Teme habló con cientos de personas para pedirles que me eligieran como diputado independiente suyo. No se apuntó al sistema de «banca telefónica» de nuestra campaña, que pedía a los voluntarios que llamaran a los votantes que ya habían expresado su apoyo. No le hacía falta. Tenía su propia agenda de contactos y llamó a sus amigos y vecinos uno por uno. Teme ha dedicado su vida a ofrecer consejos a su comunidad; no me extraña que le escucharan cuando les explicaba por qué debían poner una cruz junto a mi nombre.
Estas elecciones no se centraban en mí. Se trataba de nuestra comunidad, y sólo había una forma de ganar estas elecciones: juntos. Teme fue una de los miles de personas que dedicaron su tiempo a apoyar nuestra campaña de diversas maneras: llamando puerta a puerta para hablar con los votantes, ofreciendo carteles a residentes y comercios, enviando mensajes en grupos de WhatsApp familiares o callejeros, gestionando actos de campaña, creando obras de arte o preparando tazas de té para quienes iban procesando datos hasta altas horas de la noche.
En el fondo, hay un esfuerzo común: llegar a la gente, conectarla y movilizarla para construir un poder colectivo. No repartimos folletos en colegios y estaciones de tren para hacernos selfies en las redes sociales. Hemos repartido folletos para animar a la gente a hablar con sus amigos y vecinos sobre cómo podemos mejorar juntos nuestro mundo. No organizamos concentraciones para sentirnos mejor. Celebramos mítines porque queríamos que la gente de toda la circunscripción se entusiasmara con nuestra campaña de base y se sumara a ella. Y no visitamos lugares de culto y centros comunitarios buscando votos de última hora. Los visitamos para aprovechar años de solidaridad práctica, de trabajo conjunto para mejorar la vida de los demás. Estos lazos eran mucho más fuertes de lo que podría haber esperado reproducir cualquier campaña publicitaria digital.
Sin embargo, ya ha pasado el momento de las celebraciones. La construcción del futuro empieza ahora. Estamos plantando, aquí, en Islington, las semillas de una nueva forma de hacer política. Esto empieza con nuestro primer Foro Popular. Será una oportunidad mensual de que los residentes me pidan cuentas a mí, su representante electo. Será una oportunidad de que los vecinos me pregunten sobre cualquier asunto del mes transcurrido y me den instrucciones para el mes siguiente. Será un espacio compartido y democrático para que las campañas locales, los sindicatos, los sindicatos de inquilinos, los sindicatos de deudores y los movimientos nacionales se organicen, juntos, en favor del tipo de mundo en el que queremos vivir. Escuchar las voces de quienes me han elegido. Debatir las preocupaciones y esperanzas de nuestra comunidad. Capacitarnos mutuamente para hacer algo al respecto. Así es la verdadera democracia.
Las elecciones generales no permitieron la plena expresión del poder popular. Por el contrario, hemos asistido a un rechazo del sistema político establecido, que desembocó en un aplastante triunfo sin afecto; en estas elecciones se registró la segunda participación más baja desde 1918 y la menor proporción de voto combinado de los dos principales partidos desde 1945. El descontento público con un sistema político descompuesto no hará más que crecer a medida que el gobierno deje sin realizar el cambio real que la gente espera.
Esa energía necesita dirigirse siguiendo algún rumbo. Hay que canalizarla. Hay que movilizarla. Por eso nuestra campaña se organizará con quienes se han inspirado en nuestra victoria para construir el poder comunitario en todos los rincones del país. Una vez que nuestro modelo de base se haya reproducido en otros lugares, eso puede ser la génesis de un nuevo movimiento capaz de desafiar al anquilosado sistema bipartidista. Un movimiento que ofrezca una alternativa real a la pobreza infantil, la desigualdad y la guerra sin fin. Un movimiento que ofrezca una oposición real a la extrema derecha, que no ceda terreno a la retórica divisiva, sino que se atenga a sus principios de antirracismo, igualdad e inclusión.
No me cabe duda de que este movimiento acabará presentándose a las elecciones. Sin embargo, crear un nuevo partido centralizado, basado en la personalidad de una persona, es poner el carro delante de los bueyes. Recordemos que sólo cuando la fuerza se construye desde abajo podemos desafiar a los de arriba.
Fijémonos en aquellos casos en los que otros independientes desafiaron a los principales partidos con mayor eficacia. Se basaron en el poder comunitario para defenderse a sí mismos y en contra de quienes habían ignorado sus demandas de paz y humanidad. Ese tipo de poder es el que hay que construir por doquier. No nos equivoquemos: esto es sólo el principio. Es el comienzo de un movimiento que puede vencer con -y para- comunidades de todo el país. Los poderosos subestiman el poder de la gente por su cuenta y riesgo.
El futuro mejor del que hablamos no es una quimera. Nuestra comunidad de Islington Norte es la prueba de que es posible un mundo más justo. Hemos demostrado que se puede desafiar a la maquinaria de los partidos con una campaña de base bien organizada. Hemos demostrado que no se puede aplastar la disidencia sin que eso tenga consecuencias. Hemos demostrado que, con gente como Teme Wanga de nuestro lado, podemos superar las adversidades y vencer.