Redacción. Tribunasocialista.com
Estábamos pendientes de si Francia seguiría la senda de Italia y Hungría, de si veríamos un nuevo gobierno de ideología fascista, lo que hubiese sido un golpe muy duro para los pueblos de Europa, pues Francia es la segunda economía del continente europeo y la séptima a nivel mundial, pero el pueblo francés ha parado ese golpe.
Compartimos la alegría y la celebración de los y las francesas. No obstante, para no darle la razón a Marí Le Pen y que no sea cuestión de tiempo que la extrema derecha alcance el gobierno, hay que sacar lecturas de cómo y por qué se ha llegado a esta situación.
El primer responsable de los resultados de las elecciones del 9 de junio, desencadenante de las elecciones a dos vueltas que se cerraron el domingo, es el presidente de la República, el señor Macron, en el Elíseo desde mayo de 2017. Este tecnócrata liberal llegó a la política desde la banca francesa, parasitó como asesor y como ministro en el Partido Socialista francés, para dar el salto a la primera línea bien apoyado por el capital.
Él es el responsable de su pertinaz ataque al Sistema público de Pensiones, elevando la edad de jubilación de 62 a 64 años, en un país en el que se necesitan 43 años cotizados para optar a una pensión completa. Una reforma rechazada contundentemente por el movimiento sindical, con una ola de protestas y huelgas. Los sondeos dicen que 2/3 de la población la rechaza. A pesar de todo, Macron mantuvo su reforma contra la voluntad de su pueblo en una actitud ultraliberal. El coste social está ahí.
La otra gran ola de protestas surgió contra la subida de los precios de los carburantes, en 2018, no por la guerra -penúltima escusa del oligopolio de los carburantes-, sino por la utilización que la economía liberal está haciendo del cambio climático. Un impuesto sobre las emisiones de carbono desencadenó el movimiento de los chalecos amarillos, pues quien vive de la utilización de un vehículo recibe una penalización por algo de lo que no es responsable o su responsabilidad es muy limitada, mientras que la gran industria contaminante y las clases pudientes pagan, porque pueden permitírselo, y continúan contaminando.
Ante la respuesta reivindicativa y de protesta, Macron ha optado por adoptar una política xenófoba y represiva. Se pasea por el mundo alentando la Guerra en Ucrania, hablando incluso de enviar tropas, su apoyo al genocidio en Palestina… Es una huida hacia adelante, pero no para aportar soluciones sino para agrandar los problemas.
La experiencia demuestra que las movilizaciones sirven, incluso cuando el objetivo inmediato de las convocatorias no se consigue. La movilización contra las decisiones de los gobiernos que lesionan los derechos de los pueblos da un punto de apoyo para la democracia, mientras que la laxitud y el dejar pasar no solo no resuelve el problema, sino que engorda y fortalece la reacción, hábitat del fascismo.
Por tanto, el ascenso de la extrema derecha tiene su origen en las agresiones que el pueblo recibe en forma de decisiones económicas que sesudos asesores y técnicos diseñan en los despachos de instituciones económicas como el FMI, el Banco Central Europeo o la Comisión Europea. Todo esto: decisiones económicas que solo benefician a una minoría, a costa del sufrimiento de la mayoría, las instituciones económicas y no económicas al servicio de esa minoría, junto al poder económico y mediático, incluso judicial, está lanzando al neofascismo a la primera línea del poder político.
Lo positivo de esta “debacle” es la evidente capacidad de respuesta que tiene la izquierda, cuando deja de matarse entre sí misma y busca la unidad. El Nuevo Frente Popular (NFP) ha obtenido 182 diputados, el partido de Le Pen ha quedado en tercera posición con 143 y el partido de Macron ha quedado en medio con 168. Sabiendo que la mayoría absoluta se sitúa en 289 diputados, parece que lo razonable sería la conformación de un gobierno de coalición o un acuerdo de gobierno que siente las bases para frenar el ascenso del fascismo en Francia, con medidas sociales que favorezcan a la mayoría, o lo que es lo mismo que revierta las políticas antisociales que Macron ha venido aplicando, como por ejemplo derogando la reforma de las pensiones, políticas que han llevado a Francia a esta situación. Esperemos que no se produzca ninguna maniobra por parte de los liberales de Macron que rompa el NFP para continuar con más de lo mismo, porque el resultado será más de lo mismo, es decir, continuidad del ascenso de la ultraderecha de Le Pen y desafección de la mayoría social hacia la democracia.
De igual modo que la revolución francesa de 1789 cambió la historia, al echar el cerrojo al medievalismo, esperemos que estas elecciones en Francia sirvan para cambiar la tendencia de ascenso del ultraliberalismo. Motivos hay. El pueblo británico ha defendido su Sistema de Sanitario Público y los demás servicios públicos, con su voto. El pueblo francés ha puesto freno a la extrema derecha, pero para poner fin a las políticas económicas de Macron, no para que este continúe haciendo lo mismo.
Los pueblos de Europa estamos sufriendo un saqueo constante con la subida de los precios, con la privatización de nuestros sistemas públicos sanitarios, de pensiones y educativos. Todo para alimentar la avaricia que promueve un sistema económico desenfrenado en la búsqueda del beneficio, sin importarles los constes en vidas humanas ni el deterioro del planeta.
Estos problemas y sus soluciones no son de un barrio, un pueblo, una ciudad o un país, es cosa de la clase asalariada a nivel internacional.