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La declaración confederal del sindicato de la CGT, fechada el 10 de marzo de 2025, se inscribe en una visión persistente de una “Europa social de la paz”, que se supone que se opone al auge de la extrema derecha y a la guerra. Sin embargo, esta perspectiva se basa en peligrosas ilusiones. La Unión Europea es una construcción supranacional moldeada por y para el capitalismo, encuadrada por tratados que prohíben cualquier política de ruptura con el euro-atlantismo dominante.
Una Europa irreformable: el peso de los tratados y la prohibición de las nacionalizaciones
Lejos de ser un ámbito de progreso social, la Unión Europea es ante todo una máquina de guerra contra los derechos de los trabajadores. Sus propios cimientos –desde la libre circulación de capitales hasta la prohibición de las ayudas estatales y las nacionalizaciones– imponen la austeridad y la privatización de sectores clave. Hablar de “justicia social” en un marco que prohíbe cualquier palanca real de soberanía económica es una tontería. Es ilusorio esperar que el Banco Central Europeo financie los servicios públicos y las infraestructuras, ya que sus orientaciones intrínsecas sirven a la defensa de los mercados financieros y no de los ciudadanos.
El ejército europeo: un caballo de Troya del belicismo atlantista
La CGT plantea la idea de una “diplomacia y defensa basada en el multilateralismo”, independiente de Estados Unidos y la OTAN. Pero en realidad, la “defensa europea” que se está construyendo no es más que la prolongación de las estrategias militaristas impuestas por el imperialismo euroatlántico. No servirá ni a la soberanía de los pueblos ni a la paz, sino al ciclo bélico contra Rusia y otras potencias percibidas como rivales, aunque eso signifique provocar lo que hoy todos temen conscientemente: un tercer conflicto de alcance global potencialmente exterminador para la especie humana.
Romper con las ilusiones europeístas y reconstruir un sindicalismo de clase independiente
Los trabajadores no deben dejarse atrapar en el callejón sin salida de una lucha por la “reorientación de Europa”, porque ésta es por naturaleza hostil a las reivindicaciones sociales y a la independencia de las naciones y, por tanto, a la soberanía popular y democrática de los pueblos y de los trabajadores. Es urgente construir una fuerza sindical de clase, independiente de las direcciones confederales subordinadas a la lógica del europeísmo. Esta independencia es esencial para rechazar la euro-austeridad, para luchar contra los ataques a los derechos sociales y para oponerse a la economía de guerra, así como a la fascistización que amenaza nuestras libertades y que pronto llevará al clan Lepéniste al poder.
Los sindicalistas de clase deben unirse finalmente para construir una oposición resuelta a las políticas dictadas por Bruselas y por los Estados al servicio del capital. La lucha por la nacionalización, por la soberanía económica e industrial, y contra la guerra, exige una ruptura clara con la Unión Europea y sus instituciones, es decir, un FREXIT progresista. Cualquier otro camino no haría más que prolongar la ilusión de una “Europa social” que nunca ha existido y que nunca existirá.