España ha sido señalada por algunos como «un modelo» de crecimiento en Europa, con un PIB en expansión y cifras aparentemente optimistas. Sin embargo, una mirada más profunda revela una economía endeble y maltrecha basada en el turismo, la precariedad laboral y la especulación inmobiliaria. ¿Es este un verdadero «modelo» a seguir?
Redacción. Canarias Semanal
España parece estar sorprendiendo a algunos en Europa por su crecimiento económico del 3,2% en 2024, porcentaje que supera al de la mayoría de los países de la zona euro.
Mientras Francia y Alemania apenas logran salir del estancamiento, la economía española está dando la impresión de encontrarse en fase de arrollador florecimiento.
Algunos, incluso, han llegado a calificar esta fase de la economía española como un «modelo a seguir», expresando asimismo que se trataría de una prueba tangible de que la socialdemocracia todavía puede continuar ofreciendo prosperidad en tiempos difíciles como los que vivimos. ¿Es esto como lo cuentan? ¿Existen, entonces, razones fundadas para el optimismo?
La realidad es, sin embargo, que nos bastaría con acercarnos al análisis de las fuerzas motrices que mueven la economía española para darnos de bruces con la amarga realidad. Detrás de los mágicos porcentajes que utilizan algunos para echar las campanas al vuelo se esconde un bluff, unas realidades que ponen al descubierto los límites del auténtico modelo económico español: una economía basada fundamentalmente en el turismo y en sectores de baja productividad, con salarios congelados y una creciente y galopante desigualdad .
Más que un «milagro», lo que en realidad España está viviendo es un crecimiento impulsado basándose en la precariedad y a los fuertes desequilibrios estructurales. Aproximémonos, pues, a analizar los datos reales.
1. Un crecimiento que no es lo que parece.
A primera vista, el «crecimiento español» luce «impresionante». Con un aumento del PIB superior al de sus vecinos europeos, algunos han llegado a sugerir que se trata de «una historia de éxito económico». Sin embargo, cuando observamos a largo plazo, la realidad es bien diferente.
Según Eurostat, el PIB español ha crecido un 20,2% desde 2010, una cifra similar al promedio de la UE (21%). Esto indica que el crecimiento de España no es en absoluto excepcional, sino que se trata de una recuperación tras la crisis de 2008 y tras los años de austeridad entre 2010 y 2015.
Además, el PIB per cápita sigue estando por debajo del de 2008, lo que que nos está sugiriendo que la riqueza generada no se ha traducido en una mejora real para la mayoría de la población. En otras palabras, España crece, pero no de manera equitativa.
2. El turismo y la mano de obra barata son los pilares del crecimiento español.
Uno de los principales motores que mueven el «crecimiento español» es el auge del turismo.
En 2024, España recibió casi 94 millones de turistas, convirtiéndose en el segundo destino más visitado del mundo. Este sector aporta más del 12% del PIB,una dependencia que hace que la economía española sea extremadamente vulnerable a las crisis externas y a los cambios en la demanda global.
El turismo genera, ciertamente, empleo, pero en su mayoría, empleos mal remunerados y precarios. La temporalidad y los contratos a tiempo parcial son la norma en el sector. Aunque el salario mínimo ha aumentado un 80% desde 2016, esto no ha significado una mejora general en los ingresos de la clase trabajadora, ya que el resto de los salarios han permanecido prácticamente congelados.
Según un informe de la OCDE, los salarios por hora reales en España han disminuido un 2,5% desde 2019, mientras que en Francia se han mantenido estables. La estrategia española de crecimiento se basa en mantener el coste de la mano de obra bajo, lo que consolida un modelo de explotación laboral en beneficio del capital.
Ana Rodríguez, una camarera en Barcelona, nos lo expresaba de una manera muy gráfica:
«Trabajo en hostelería desde hace más de 10 años, y cada verano hay más turistas, pero mi sueldo sigue siendo el mismo. Ahora tengo un contrato fijo discontinuo, pero en la práctica sigue siendo lo mismo: meses de trabajo intenso y otros sin ingresos suficientes para vivir.»
3. Vivienda y desigualdad: el otro lado del crecimiento
El crecimiento español también ha sido impulsado por la especulación inmobiliaria y la macroinversión extranjera en el sector vivienda. Ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia han visto dispararse los precios del alquiler, dificultando el acceso a la vivienda para miles de personas.
El turismo de masas y el auge de plataformas como Airbnb han agravado esta situación. En algunos barrios, por ejemplo, la conversión de viviendas en alojamientos turísticos ha reducido la oferta de alquileres residenciales, aumentando los precios y desplazando a los residentes de toda la vida.
Según Eurostat, el porcentaje de personas en riesgo de pobreza en España apenas ha cambiado en los últimos cinco años, pasando del 20,5% en 2019 al 20,2% en 2024. A pesar del crecimiento económico, las condiciones de vida para muchos españoles no han mejorado significativamente.
Carlos Méndez, un trabajador de comercio en Madrid, lo explicaba de esta manera:
«Llevo años trabajando en Madrid y cada vez es más difícil encontrar un piso asequible. Los sueldos no suben al mismo ritmo que los alquileres, y al final, gran parte del salario se va en la vivienda.»
4. Un modelo insostenible
El crecimiento económico español se sostiene en bases extremadamente frágiles:
Baja productividad: La inversión en industria y tecnología sigue siendo insuficiente. España depende de sectores de baja productividad como la hostelería y la construcción.
Crisis ambiental: El turismo masivo consume enormes cantidades de recursos y agrava problemas como la escasez de agua y la contaminación.
Precariedad laboral: La creación de empleo no ha significado mejoras en la calidad del trabajo.
El gobierno de Pedro Sánchez ha tratado de atajar algunos de estos gravísimos problemas con medidas planteadas de cara a la galería, tales como la reducción de la jornada laboral de 40 a 37,5 horas semanales. No obstante, estas medidas están muy lejos de ir a la raíz del auténtico problema: un modelo de crecimiento basado en la explotación de la fuerza de trabajo y la sobreexplotación del territorio.
España: ¿un modelo a seguir?
España no es, pues, el «eldorado« del crecimiento europeo. Su economía ha crecido, sí, pero a costa de la precariedad laboral, la crisis de la vivienda y la explotación del turismo. El PIB puede aumentar, pero si la riqueza generada no se distribuye de manera justa, este crecimiento es solo una vana ilusión.
Para que España pudiera acercarse, dentro de un marco capitalista, a un discutible modelo a seguir , necesitaría un cambio estructural:
– Mayor inversión en sectores productivos con alto valor añadido.
– Medidas para garantizar empleos de calidad y salarios dignos.
– Regulación del mercado inmobiliario para evitar la especulación y garantizar el derecho a la vivienda.
Hasta que eso ocurra, -y parece difícil que ello llegue a suceder- , el «milagro económico español» no pasará de ser un gigantesco bluff, un espejismo construido sobre la desigualdad.