Tras el colapso de la campaña de Biden

El presidente Joe Biden sale del Air Force One en la base de la Fuerza Aérea en Dover, 17 de julio de 2024 [AP Photo/Susan Walsh]

Editorial. Wsws.org

La salida del presidente Joe Biden de las elecciones presidenciales estadounidenses es una muestra más de las vastas dimensiones de la crisis política en Estados Unidos. En tan solo nueve días, el nominado presidencial republicano por poco fue asesinado y el presidente demócrata se ha visto obligado a poner fin a su campaña de reelección.

Tras su desastrosa actuación en un debate del 27 de junio con Trump, Biden declaró durante semanas que no se retiraría de la contienda. Sin embargo, finalmente cedió a la presión combinada de los principales líderes del partido en el Congreso y los donantes multimillonarios. Si bien Biden ha respaldado a la vicepresidenta Kamala Harris para que lo reemplace como candidata presidencial demócrata, la decisión final está en manos de la oligarquía financiera y los representantes del aparato militar y de inteligencia.

En solo su séptimo mes, 2024 ya recuerda el año de crisis de 1968, cuando la política estadounidense se vio sacudida por la guerra de Vietnam, los asesinatos de Martin Luther King Jr. y Robert F. Kennedy, y la decisión del presidente Lyndon Johnson de renunciar a una campaña de reelección. Sin embargo, la crisis del capitalismo estadounidense actual es mucho más profunda y se avecinan más conmociones.

La retirada de Biden siguió a la Convención Nacional Republicana, que fue una orgía de reacción fascista, histeria antiinmigrante y fundamentalismo cristiano. Al nivel cultural y moral más bajo, la convención fue la culminación de la toma del Partido Republicano por parte del movimiento MAGA [pro-Trump, “Hacer Grande a Estados Unidos Otra vez”], es decir, su transformación en un partido del fascismo estadounidense.

Hace menos de cuatro años, Trump dejó el cargo en desgracia después de su fallido intento de derrocar la Constitución y bloquear la transferencia de poder a Biden y Harris. Pero hoy, Trump cuenta con el respaldo de una sección sustancial de la clase capitalista estadounidense, incluidos multimillonarios como Elon Musk. La posibilidad de un régimen fascista no es una cuestión de especulación descabellada. Es una realidad política.

Trump actualmente lidera en las encuestas nacionales, así como en los estados reñidos cuyos votos electorales probablemente sean decisivos. Esto no se debe a un apoyo masivo a las políticas fascistas defendidas por los republicanos. Más bien, el carácter reaccionario del Partido Demócrata y sus políticas de guerra en el extranjero y los ataques a la clase trabajadora en el país han dejado a un gran número de trabajadores vulnerables al pseudopopulismo de derecha personificado por el compañero de fórmula de Trump, el senador J.D. Vance.

El Partido Demócrata abandonó hace mucho tiempo cualquier conexión significativa con las medidas de reforma social que mejorarían los niveles de vida y los derechos democráticos de los trabajadores. Es un partido de Wall Street y las agencias de inteligencia militar, centrado sobre todo en la afirmación de los intereses globales del imperialismo estadounidense. Esto se combina con la promoción de políticas de identidad destinadas a dividir a la clase trabajadora y promover los intereses de los sectores privilegiados de la clase media-alta.

En los comentarios de los políticos y medios de comunicación sobre la salida de Biden, hay referencias omnipresentes a su “gran historial” como presidente.

De hecho, el Gobierno de Biden es despreciado por amplios sectores de la clase trabajadora, que se enfrentan a recortes salariales, inflación y las consecuencias de las guerras interminables en el extranjero.

La presidencia de Biden tuvo cuatro años para lidiar con la amenaza creciente del fascismo MAGA, y fracasó miserablemente. Cuando asumió el cargo apenas dos semanas después de la insurrección del 6 de enero instigada por Trump, Biden proclamó la necesidad de un Partido Republicano fuerte. La cooperación “bipartidista”, especialmente contra Rusia, fue proclamada la mayor prioridad.

Biden buscó la “unidad” con Trump para aprobar leyes antiinmigrantes, y los demócratas del Congreso respaldaron al ultraderechista presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, para obtener decenas de miles de millones en fondos para la guerra contra Rusia en Ucrania.

Biden dejó entrever la naturaleza de sus prioridades políticas en su reciente entrevista con ABC News. George Stephanopoulos le preguntó: “Has tenido tres meses para desafiar a Trump. Entonces ¿por qué no lo ha hecho? Biden respondió: “He estado haciendo muchas otras cosas, como guerras en todo el mundo”.

Incluso después del colapso de la campaña de Biden, la escalada de la guerra en Ucrania sigue siendo el foco principal del Partido Demócrata y sus partidarios en los medios corporativos. El New York Times, elogiando la decisión de Biden, puso en primer lugar que: “Esta elección determinará si Estados Unidos, como lo ha hecho bajo Biden, se enfrentará a la agresión de Rusia contra Ucrania”.

El editorial del Times insistió en que el Partido Demócrata debe girar aún más hacia la derecha, argumentando: “El próximo candidato demócrata debe reconocer y ofrecer soluciones para el dolor y el daño causado por la inmigración descontrolada”. En otras palabras, los demócratas deberían abrazar el fanatismo racista y la xenofobia, que fluyeron como una alcantarilla abierta a través de la convención republicana.

Y el editorial elogió la política de Biden de conciliar con los republicanos fascistas: “En una era de intensa polarización, Biden evitó las satisfacciones de mantener posiciones de principios a favor de concesiones necesarias para lograr un progreso tangible. Se comprometió respetuosa y honorablemente con los republicanos”.

De la mano de la guerra en Ucrania está el apoyo de Estados Unidos al genocidio israelí en Gaza y a una guerra más amplia en Oriente Próximo, como lo demuestran los ataques aéreos israelíes en Yemen el día antes de que Biden se retirara de la campaña. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, viajará a Washington esta semana para informar a una sesión conjunta bipartidista del Congreso sobre sus logros en el exterminio de los palestinos de Gaza.

Al armar y apoyar el genocidio en Gaza, la Administración de Biden ha enfurecido e indignado a millones de trabajadores y jóvenes en los Estados Unidos, al tiempo que ha alentado a las fuerzas fascistas que ven en Netanyahu un aliado y un copensador.

La lucha contra el peligro del fascismo y el Partido Demócrata, que lo permite, requiere también desenmascarar despiadadamente a aquellas fuerzas que apuntalan al Partido Demócrata y buscan darle credibilidad a los ojos de la clase trabajadora.

Biden ha afirmado durante mucho tiempo que es el presidente más “prosindical” de la historia. Con eso se refería al presidente que más depende del aparato burocrático de los sindicatos para finalizar huelgas y estrangular políticamente a la clase trabajadora.

Los funcionarios sindicales se están alineando detrás de Harris. La presidenta del sindicato magisterial American Federation of Teachers (AFT), Randi Weingarten, una de los principales defensoras de las guerras en Ucrania y Gaza, anunció el domingo por la noche que la Junta Ejecutiva del sindicato ya había votado a favor de respaldar a Harris para la nominación presidencial demócrata.

Los partidarios pseudoizquierdistas del Partido Demócrata, muchos de ellos parte del aparato sindical, desempeñan un papel particularmente repugnante en intentar bloquear cualquier movimiento político independiente de la clase trabajadora, dando así rienda suelta al continuo fortalecimiento del peligro de la derecha fascista.

En nombre de toda esta capa social, la diputada demócrata Alexandria Ocasio-Cortez se opuso rotundamente a cualquier intento de presionar a Biden para que renunciara, solo para abrazar la candidatura de Kamala Harris horas después. El senador de Vermont Bernie Sanders, quien ganó 10 millones de votos en las últimas primarias del Partido Demócrata, no ha sugerido que apoyaría a un candidato diferente, ni mucho menos que competiría por la nominación él mismo.

El candidato presidencial del Partido Socialista por la Igualdad, Joseph Kishore, emitió una declaración publicada en X en respuesta a la retirada de Biden de las elecciones. Escribió que:

Es urgente combatir el fascismo. Pero no es posible oponerse al fascismo a través del Partido Demócrata. De hecho, si a pesar de todo los demócratas son capaces de ganar las elecciones, seguirán políticas que fortalecerán aún más a la extrema derecha. La oposición al fascismo debe basarse en la lucha por liberar a la clase trabajadora, la gran mayoría de la población, del dominio de todo el sistema bipartidista.

Es necesario luchar dentro de la clase trabajadora por un programa y una perspectiva que articule sus intereses reales. Esto significa la lucha por el socialismo. Es imposible oponerse a la guerra imperialista excepto en oposición al sistema de Estados nación capitalistas, que es la causa fundamental de la guerra. Y es imposible defender los derechos democráticos excepto en oposición a la oligarquía corporativa y financiera, que controla ambos partidos políticos.

El mayor temor de la clase dominante es que el estallido de la crisis política sin precedentes en los Estados Unidos no solo fomente el crecimiento de la oposición social a la patronal estadounidense, sino que le dé a la clase trabajadora una apertura para liberarse de todo el sistema bipartidista controlado por las corporaciones.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 21 de julio de 2024)

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