Maîté Piñero. Legrandsoir.info
Una inmensa palmera, arrojada hasta el suelo, enderezando su cresta emplumada en ángulo recto: nos esperaba en la Ciénaga de Zapata, cerca del bohío de los carboneros que compartieron con Fidel Castro la primera Nochevieja de la Revolución. “Esta es mi familia”, dice un compañero. Los hijos de estos niños, desnutridos, semidesnudos, son ahora maestros, ingenieros, médicos”. La magia de la imagen, del lugar, de la historia, una versión condensada de la odisea cubana: el sufrimiento y la resistencia de un pueblo rebelde; De su lucha por la independencia desde el siglo XVIII, que se convirtió en una revolución socialista; La obra de Sísifo del gobierno.
El viaje de los lectores de L’Humanité, con Cuba Linda, llegó al final de un recorrido de 1.400 km.
Diez días de visita a los museos -casi todas las ciudades tienen el suyo- invadidos por grupos de escolares uniformados, porque la historia viva riega Cuba. Durante la visita del encargado de la lucha contra “los bandidos”, los mercenarios infiltrados, Oliviero, nuestro chofer, se había quedado afuera. Nació dos días después de la muerte de su padre en combate: “Cuando veo a los niños jugando con su padre, se le saltan las lágrimas”.
Diez días para descubrir los paisajes: Las ciudades coloniales, el arco iris de casas amarillas, rosas, blancas; Un entorno verde de todos los tonos de verde; el brillo de las buganvillas y los hibiscos, morados, blancos, rojos y, en las acequias, el nácar de “la Mariposa”, la flor nacional. En las calles, animadas y ruidosas, una “bella americana” se codea con carros tirados por caballos, campesinos con sombreros en sus caballos, minibuses de gacela, “bicy-taxis”. En el campo, yuntas de bueyes por todas partes.
Nuestro reto, nuestro orgullo
Detrás del disco exótico, de la economía colapsada, Cuba vive con las venas abiertas. La sociedad resiste. David, agricultor de Viñales: “Tardamos cinco siglos en convertirnos en los dueños de nuestra propia casa. Construir el socialismo a 150 km de Estados Unidos, esa es nuestra desgracia, nuestro desafío, nuestro orgullo”.
El bloqueo está cavando heridas. La más larga, la más injusta, la más cruel de la historia, ha sido reforzada por Obama, que ha restablecido las relaciones al tiempo que ha agravado el estrangulamiento financiero, endurecido por Trump (243 medidas más durante la pandemia).
Las heridas están abiertas: cambio oficial de 120 pesos por euro, 320 en el mercado negro, inflación, cortes de luz y agua, falta de combustible, gas, repuestos.
Entre los cortes de energía, las familias cocinan con carbón. Marcelo, nuestro guía: “El bloqueo quiere llevarnos de vuelta a la Edad de Piedra. Acabamos de convocar las reuniones para informar sobre los mandatos de los diputados. Allí, como en los mítines del partido, escuchamos que si tenemos que volver a la Sierra Maestra, volveremos”.
Un barco de gas doméstico permaneció atracado durante quince días, porque el Estado no tenía medios para pagar. Nelson, pediatra del Policlínico Playa Larga: “Nos faltan suturas, farmacia básica. Cuba producía el 80% de sus medicamentos. Desde Trump, ya no podemos importar moléculas. Nuestros pacientes morirían por falta de respiradores. La alimentación de la población y la creación de vacunas han absorbido las reservas del estado. Las arcas están vacías”.
Antes de la pandemia, la canasta de la Libreta proporcionaba a cada persona 3 kilos de arroz, 3 kilos de azúcar morena, 2 kilos de azúcar blanca, 1 kg de frijoles, 6 huevos, 1 litro de aceite para tres personas, sal, tabaco, por la suma de 300 pesos. Durante la epidemia, complementado con arroz, frijoles y sardinas. A principios de diciembre, en Cienfuegos, Pinar de Río, Trinidad, se entregó 1 kilo de arroz y 2 kilos de azúcar por persona. El litro de leche, que se suministra a cada niño hasta los 7 años, a veces llega con varios días de retraso.
Resolver, priorizar, rectificar.
Una fuente de frustración son las desigualdades creadas con la creación de pequeñas y medianas empresas y microempresas (Mipymes). Escapan del bloqueo, importan productos para el sector turístico y la construcción. El gobierno ha acelerado su creación para garantizar la llegada de mercancías. El problema es que casi todo lo que hay en el mercado está disponible, a precios prohibitivos.
Amado, un veterano del partido, explica: “Este pueblo es igualitario y no tolera la desigualdad. Fueron borrados mientras el Estado garantizaba la subsistencia, la salud, la educación, la cultura”.
En el Comité Central del Partido Comunista, el jefe del sector Europa declaró: “Vivimos en una economía distorsionada, una economía de guerra. Estamos tomando medidas, siempre con carácter de urgencia. No necesariamente nos gustan, pero son los únicos posibles en este momento. Debemos resolver, priorizar, rectificar constantemente. »
En la prensa, en las mesas redondas de la televisión, el debate es público. Cada uno tiene su propia idea sobre las disfunciones. En resumen: “Unificación monetaria en medio de una pandemia”, “las centrales térmicas y el parque fotovoltaico deberían haberse construido hace 20 años”; “Hay que aumentar el número de trabajadores del Estado”; “Nos estamos quedando sin gasolina, pero tenemos que priorizar la recolección de basura. Afecta la salud y la moral”; “No hay suficientes controles de precios, no hay suficiente lucha contra la corrupción, contra la burocracia”.
A veces, se forman multitudes. “Es normal que se exprese el descontento”, dice Aníbal, quien dirige una casa de huéspedes en Villa Clara. Activistas y vecinos se apresuran a calmarse, a convencer. Nunca dejaremos que la confusión se instale. Siempre lo conseguimos: la gente quiere más socialismo, no un derrocamiento del régimen”.
Granos de arena
Lo más llamativo sigue siendo, visible en todas partes y todo el tiempo, una energía vital para resistir el bloqueo y los desastres naturales, multiplicados por diez por el cambio climático: “La situación es crítica”, admite Gerardo, el jefe de la red Avispa (Los Cinco de Miami), ahora presidente de los 238 mil CDR (Comités de Defensa de la Revolución). No está en nuestra mentalidad sufrir, sentarnos y lamentarnos. Lo que no funcione, lo arreglaremos. Nadie vendrá a destruir nuestras conquistas”.
En la reserva de orquídeas de Soroa, los jardineros han borrado las huellas del último tifón. Habían fotografiado los daños, los torres de alta tensión colapsados, ahora en pie. En el Jardín Botánico de Ciienfuegos, sus colegas trabajan con machetes. Entre ellos, Niurka, el subdirector: “El Estado ahora solo proporciona 80 litros de gasolina al mes en lugar de 1.200. Se suprime la cantina. Nos mantenemos unidos, nos ayudamos en la familia, entre los trabajadores. Sentimos que somos granos de arena esenciales, cada uno de nosotros inventando para aferrarnos”.
A cada corte de luz, las pocas casas, equipadas con generadores, abren sus puertas a los vecinos, que han venido a tirar de un cable, recargar el teléfono, calentar un plato.
Mientras que el salario promedio no supera los 4.200 pesos (35 dólares), el de un maestro de 6.000, el de un médico 10.000 y el de un jubilado de 2.500, todos viven con el doble trabajo. En las casas de huéspedes, el vigilante de los sábados por la noche es un maestro, el camarero del hotel un médico.
Cada restaurante tiene su propio grupo de músicos, muchos de ellos profesores. Alejandro, un maestro, dice: “A través de la educación, para resistir, hemos aprendido a hacer todo. Cantar es ser feliz y hacer feliz a la gente. Al final cantamos la canción del Che. Una forma de decir lo que somos. Nada, nadie, silenciará nuestra música”.
Hay un sufrimiento modesto que se cuestiona con cautela porque inevitablemente hace llorar las lágrimas. Oliviero: “Cuando el último de sus amigos de la infancia se fue, mi hijo me dijo: ‘¡Papá, me quedo!’ En la mayoría de las familias que conocimos, falta un niño. Inmigrantes económicos, envían paquetes, generadores y divisas. Educados por la revolución, socavaron los cimientos de los anticastristas de Florida. “Cuando mis vecinos vuelven, nos besamos y compartimos una botella de ron”. En represalia por el bloqueo, Estados Unidos limitó las remesas de divisas y los viajes a Cuba.
En vísperas del 66 aniversario de la revolución, antes del segundo mandato de Trump, la isla está agrupando sus fuerzas. La Asamblea Nacional del Poder Popular votó nuevas medidas de “rectificación”, anunció mayores siembras, un aumento del PIB en 2025 y la continuación de la modernización de las leyes. Después de varias reformas (economía, Constitución, Familia, Código del Trabajo) se abrirá el debate público sobre los Derechos del Niño.
Durante el último Comité Central del Partido Comunista, una encuesta reveló que la mayoría de la población apoya la revolución y su gobierno.
Prueba de que la confianza es mutua, ésta apela una y otra vez al pueblo: el 20 de diciembre, detrás de Raúl Castro, Miguel Díaz Canel, los líderes del partido y del Estado, una monstruosa manifestación, contra el bloqueo y por la salida del país de la lista de estados terroristas, ahogó el Malecón de La Habana. Más formidable que un tifón.