Todas las formaciones palestinas, incluidas Hamás y Fatah, firmaron un acuerdo en Beijing (China) para acabar con la desunión. Seguidamente incluimos un análisis crítico del Coordinador del Congreso Nacional Islámico con el que coincidimos.
Munir Shafiq. Arabi21.com
Acerca de la declaración de Beijing (China)
El primer y más importante aspecto negativo de la Declaración de Pekín, respaldada por los distintos actores políticos palestinos, es que colocó a todas las facciones de la resistencia, principalmente Hamás y la Yihad, bajo el paraguas de exigir la aplicación de las resoluciones internacionales (resoluciones emitidas por las Naciones Unidas).
Estas resoluciones, desde su primera resolución 181 de 1947, que dividió Palestina en dos Estados: Judío y Árabe, han sido una injusticia para los palestinos y un regalo para los colonos judíos que entraron ilegalmente en Palestina bajo las bayonetas del colonialismo británico. Comenzaron a crear una fuerza militar para desarraigar de sus hogares y tierras al mayor número posible de palestinos y reemplazarlos por la fuerza. Esto es lo que ocurrió en la guerra de 1948 que tuvo como resultado el desplazamiento de dos tercios del pueblo palestino (unas novecientos mil personas) y el establecimiento del llamado Estado de Israel: La Nakba.
Del mismo modo, otras resoluciones exigían a la entidad sionista el retorno de los refugiados o la retirada a las fronteras de la partición, y luego las resoluciones emitidas después de 1967, exigían la retirada a las fronteras anteriores a junio de 1967, renunciando o “sustituyendo” a las resoluciones de retorno, al igual que la retirada del ejército sionista a las fronteras de la partición (Resolución 181).
No solo eso, la Declaración de Pekín incluso hizo hincapié en volver a aplicar, o partir del Documento del Acuerdo Nacional emitido en El Cairo el 4 de mayo de 2011, que se basa en los resultados del Acuerdo de Oslo.
Lo curioso de la realidad del conflicto en Palestina es que a los palestinos se les exige internacionalmente, y ahora por parte de China y Rusia, que reconozcan y apliquen todas las resoluciones internacionales que, de la primera a la última, son injustas con los derechos palestinos en Palestina, mientras que a la entidad sionista no se le exige que reconozca estas resoluciones, ni que aplique ninguna de ellas. La “legitimidad” de su existencia ilegal se basó y se basa en la Resolución 181 de 1947.
La entidad sionista no tiene más “legitimidad” que las resoluciones de la ONU, mientras que la legitimidad del pueblo palestino está establecida desde hace al menos 1400 años en Palestina, y está consagrada en el derecho internacional, que limita el derecho a la autodeterminación en Palestina a las personas que vivían allí en 1917, cuando estaba ocupada por el colonialismo británico. La Carta de la ONU no otorga a la Asamblea General el derecho o la autoridad para decidir el destino o la partición de Palestina o de cualquier país del mundo.
Si dejamos esta dimensión de principio y derecho internacional en el error del reconocimiento palestino de las resoluciones internacionales, para abordar el tema desde un punto de vista puramente político y un beneficio puramente práctico. ¿A qué nos enfrentaremos?
Nos enfrentamos a una repetición del error de las facciones de la OLP cuando hizo la misma concesión, sin ninguna compensación. Luego hicieron otras concesiones, sin la recompensa exigida, que es lo mínimo para los derechos palestinos: Un “Estado” en Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Este. Es decir, menos del 20% de Palestina en tierras, y con la negación del derecho al retorno de dos tercios del pueblo palestino, salvo en palabras para quedar bien.
¿Qué indica esta concesión, que expresaba una terrible injusticia en el trato, y que no llega a una quinta parte de la resolución de partición, sino un flagrante fracaso, en lo que respecta al mundo de la negociación y del pragmatismo político?
Así, este problema se repite. La Declaración de Pekín debería haber evitado todo esto y haberse limitado a detener la agresión y la guerra de aniquilación, por un lado, y a apoyar a la resistencia, a sus dirigentes y al pueblo de la Franja de Gaza, haciendo hincapié al mismo tiempo en la retirada incondicional de la ocupación de Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén. Si existe la demanda de un Estado, no debe estar vinculada a resoluciones internacionales.
Si alguien piensa en el destino de lo que se ha acordado, como poner fin a la división, formar un gobierno o proceder a la reconstrucción de la OLP, todo esto se ha probado y no se ha aplicado, por lo que no es más que arar en el mar, cuando la máxima prioridad en este momento es detener la agresión y la guerra de aniquilación, y asegurar la victoria de la resistencia y del pueblo en esta guerra.
En una palabra, esta dimensión de reconciliación y unidad no será más que volver a probar lo que ya se ha probado.
Finalmente, una pregunta relacionada con el papel de China: ¿Está limitado únicamente al lado palestino. La pregunta es: ¿Qué hará China con sus acuerdos económicos, técnicos y militares con la entidad sionista? ¿Escucharemos una postura equilibrada que imponga a la entidad sionista, al menos algo de lo que los palestinos ofrecieron en la Declaración de Pekín? Por ejemplo, ¿que reconozca las resoluciones internacionales, o que detenga inmediatamente la agresión, o que se tomen medidas para limitar el enorme nivel de acuerdos de cooperación con la entidad sionista?
Todo ello sin dejar de subrayar la importancia de la relación con China.