Gerardo del Val (*) Gerardodelval.com
El cáncer histórico de la corrupción en el PSOE y los dilemas que conlleva para la izquierda.
El fantasma de la corrupción estructural sigue persiguiendo al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) a lo largo de los años, sin que el cambio impulsado por Pedro Sánchez y la mayoría de la militancia socialista en 2014 haya podido extirparla.
Lo que hace un par de años apareció como «caso Koldo», e inmediatamente, como caso «Abalos», ha terminado el 11 de Junio de 2025 por convertirse en caso «Cerdán» y, por tanto, afectando al secretario de organización del PSOE.
El contexto no puede ser más terrible. La derecha y el neofascismo español está inmerso en plena escalada golpista, siguiendo la consigna de su líder ideológico (José María Aznar), de que «el que pueda hacer que haga». Desde entonces políticos del PP y Vox (por supuesto) han lanzado una campaña de acoso contra el gobierno de coalición de izquierdas. Pero lo transcendente es que la mayoría de los jueces españoles están actuando como militantes de la derecha furiosa. También se han unido a la fiesta diferentes colectivos de fiscales derechistas, así como sindicatos policiales, todos ellos, en suma, inspirados por la «voluntad divina».
Quisiera detenerme en la «rebeldía de los jueces» frente a la timorata reforma judicial que pretende el gobierno. Quiero reivindicar aquí la opinión de que el único poder del Estado que no realizó ninguna transición (aparte de la monarquía) fue la judicatura. Por ello el Partido Comunista de España en 1980 presentó enmiendas a la totalidad a las Leyes Orgánicas del Poder Judicial y su Consejo General, así como al Estatuto del Ministerio Fiscal. Desde el minuto uno nuestro Partido vio claro el peligro de mantener sin control al poder judicial. De aquellos polvos, estos lodos…..
Cuando en Izquierda Unida y el PCE se tomó la controvertida decisión de entrar a formar parte del gobierno de Pedro Sánchez en 2019-2020, impulsada por Pablo Iglesias y Alberto Garzón, a muchos nos conmovía, por una parte, por la posibilidad de que por primera vez desde las elecciones generales de 1977 hubiera algún ministro de militancia comunista y un programa que recogiese propuesta de reformas políticas y sociales profundas. Pero también pesaba en nuestra reflexión la dilatada historia del PSOE de apego al neoliberalismo y, lo que es peor aún, la vinculación con la corrupción en todas sus variantes.
Debo decir que el caso «Koldo-Ábalos-Cerdán», a la vista de lo aparecido estos frenéticos días no es más que la continuación de una tradición de un sector del Partido Socialista, de apariencias «recias» (más bien podría decir que cercanas al lúmpen), que tiene sus antecedentes desde los primeros gobiernos de Felipe González en los años 80. A la sombra de su vicepresidente, Alfonso Guerra, aparecieron personajes de todo pelaje, empezando por su hermano Juan Guerra (el que recibía en un pasillo). Pero también por ahí, a la caza de los fondos reservados del ministerio del Interior, estaban Barrionuevo, Vera, Roldán y tantos otros, que abonaron el terreno a la victoria del tipo aquel de la foto de las Azores con Bush y Tony Blair. No olvido a Txiki Benegas y al Corcuera de la patada en la puerta, y sus exquisitas y coloquiales expresiones sobre sus propios «compañeros» de partido.
Al otro lado de la ecuación estaban los chicos de Narcís Serra (luego enfangado en el caso de Catalunya Caixa), y la nueva generación con vinculación judicial (la actual ministra de defensa Robles y su valedor Belloch), y, por supuesto, por ahí andaban también los bien vistos (y luego recompensados) Carlos Solchaga y Pedro Solbes. Ellos eran los guardianes del calabozo, de la respetabilidad ante Bruselas y del sometimiento acrítico de nuestro país a las exigencias de la Comunidad Económica Europea a nuestro país para desmantelar campos, sembrados, fundiciones, minas, astilleros e industria nacional, en aras del «proyecto europeo» del Acta Única Europea y del Tratado de Maastricht.
La diferencia entre unos y otros es que unos (los «recios») se lo llevaban en bolsas de basura (como lo hacía por aquellos entonces en entorno de Jesús Gil en Marbella) y los otros (los «impolutos» neoliberales) esperaban pacientemente a que el bipartidismo español y europeo les recompensara con un puesto bien remunerado en el FMI o una de las muchas instituciones al servicio del capital internacional. Impolutos, repito. Desgraciadamente eran y son los más peligrosos, porque son los que más fielmente representan los intereses del capital, sin dañar la «reputación» del sistema. Y sin coste por sus excesos y recortes con la mayoría social y la clase trabajadora.
Después de ello vinieron los dos gobiernos de Aznar que empezaron con la reforma de las pensiones de 1996 (desgraciadamente apoyada por los sindicatos de clase) y terminaron en 2002-2003 con los recortes salvajes y la implicación de España en la sucia guerra de Irak orquestada por George Bush y Tony Blair. Por medio tengo que resaltar aquellos gloriosos gobiernos llenos de “gente honesta e intachable” como Esperanza Aguirre, Jaume Planas, Zaplana, Rodrigo Rato y un largo etcétera de corruptos y corruptores en doble plano, previa reforma de la Ley del Suelo en 1997 que abrió las puertas a toda la orgía de recalificaciones y mordidas de los años 2000.
Rodríguez Zapatero se presentó como un candidato de la renovación en el PSOE tras la interinidad de Almunia – Borrell. Se enfrentaba a un adalid del bipartidismo estructural, es decir, José Bono (recordemos su «buen rollo» con Zaplana). Paréntesis para destacar que el tal Bono (no el de U2) aparece en las conversaciones de Koldo y compañía. Zapatero ganó el congreso por los pelos frente a Bono y a la tercera en discordia (la izquierda al parecer) Matilde Fernández. Pero Zapatero tenía una base ilusionada cansada de felipismo sin Felipe por un lado y, por otro, tenía un equipo de «fontaneros» (con perdón para los profesionales) liderado por Pepe Blanco y los «balbases», que se hicieron famosos porque dos de sus miembros (Tamayo y Sáez) protagonizaron el golpe del «tamayazo» para impedir que un gobierno PSOE-IU pudiera cambiar en 2003 el rumbo derechista de la Comunidad de Madrid. Era un mal augurio para Zapatero, el PSOE y su gobierno.
Y se repitió la historia. Pepe Blanco y sus chicos coparon la secretaría de organización del PSOE y también accedieron al Ministerio de Fomento, tradicionalmente el ministerio con más inversión. Entre los sinvergüenzas preguntar qué ministerio prefieres, tiene como respuesta Fomento. Y entre los munícipes, la concejalía de Urbanismo. Es desgraciadamente la historia viva de nuestra España de los años 2000 hasta la Gran Depresión de 2008.
A Zapatero (cuyo aporte como ex presidente es indiscutible por cualquier persona con ideales de progreso en la arena internacional) le sobrevino su debacle en 2010-2011 por el acompañamiento de esta «panda», pero, sobre todo por su acriticismo con una Unión Europea copada por neoliberales asilvestrados que le obligaron a modificar la Constitución española poniendo por delante la cancelación de la deuda a los intereses de la ciudadanía española y sus derechos. Fue aquel artículo 135. Se repetía la historia.
Rajoy (Partido Popular) trajo un gobierno obediente a Angela Merkel y los «hombres de negro» de la Unión Europea, con el único objetivo de salvar el culo a los bancos y patear el culo de la mayoría social, devaluando salarios, pensiones y condiciones laborales de la mayoría social trabajadora. Por medio, Kitchen, Púnica y tantos otros escándalos de corrupción debidamente administrados por la militancia del PP en la judicatura, para impedir el procesamiento o la condena de la mayoría de los implicados.
La irrupción de Pedro Sánchez, tras haber derrotado al nuevo felipismo de Susana Díaz de manera improbable frente al aparato del PSOE, parecía iniciar o reiniciar de nuevo una historia de «regeneración de izquierdas», o simplemente de reivindicar (ya les valía) aquello de «Somos la izquierda».
Los guerras de los 80 o los “pepeblancos” de los 2000 reaparecían esta vez a través de personajes de sospechoso parecido ….. los Ábalos y los Cerdán (con un ex portero de discoteca por medio -Koldo-).
Las izquierdas (todas), incluidas las gallegas, vascas y catalanas, caímos en el embrujo de la regeneración del PSOE sin reparar en algunos aspectos recurrentes:
- El Aparato del partido estaba en manos del nuevo Guerra – Blanco, es decir, Ábalos – Cerdán.
- El Ministerio de Fomento sería, no podía ser de otra manera, para Ábalos
- A las fuerzas de izquierda de Unidas Podemos y luego Sumar se les negaban los ministerios fundamentales del gobierno.
- Los Ministerios «de Estado» quedaban el manos de los «impolutos». No eran otros que los nuevos Boller, Solchaga o Solbes. En este caso eran los Calviño (luego Cuerpo), Robles, Marlaska o Ribera. Como nota a pie de página subrayo el destino de Calviño y Ribera. Destinos europeos y extra remunerados.
¿Qué podía salir mal?
Posfacio:
La izquierda se encuentra en un dilema terrible en junio de 2025. Toda Europa y los Estados Unidos están virando hacia las políticas belicistas y de extrema derecha. La elección en España es prácticamente imposible. Pero en los matices está la verdad (como decía Manuel Sacristán).
Siguiendo la senda del Manifiesto de Marx y Engels es necesario abordar la solución que menos perjudique a la clase trabajadora, y que no obstruya una perspectiva socialista. En esta oscura hora entiendo (de forma muy personal) que el «apoyo condicionado» a Pedro Sánchez tiene que llevar consigo condiciones que tengan en cuenta todo lo dicho con anterioridad -el peligro del PSOE corrupto y del PSOE neoliberal-, que imponga una agenda de progreso para combatir la alternativa neofascista que hay enfrente.
Pero también es cierto que, tras lo ocurrido en esta legislatura y por la propia historia del PSOE, más vale tomar distancia para ayudar a reconfigurar una propuesta realmente democrática y socialista. Izquierda Unida no debiera seguir en este gobierno. La crítica y la inteligencia de fuerzas nacionalistas de izquierda (como ERC, BNG o Bildu) nos señalan un camino prudente, coherente y alejado de populismos y brocha gorda de otros. Es la hora.
(*) Gerardo Del Val Cid (Miembro de la dirección federal de Izquierda Unida y militante del PCE desde 1978, Concejal IU Ayto. Madrid 1995-2003). Madrid, 13 de Junio de 2025.