Franco Ferrari. Rifondaziones.it
El próximo Congreso de la Rifondazione Comunista (RPC) debe ser una oportunidad para un replanteamiento profundo de su naturaleza, de su estrategia y de su modo de actuar en la sociedad italiana y en la dimensión internacional. Por esta razón, es esencial, en primer lugar, hacer un balance de su historia histórica en general, pero, en particular, de la experiencia que comenzó con el congreso de Chianciano en 2008 que llevó a una escisión a la mitad del partido.
Es necesaria una evaluación en profundidad que reconozca que esa hipótesis estratégica (“abajo, a la izquierda”) no funcionó aunque algunas de sus premisas eran ciertamente positivas y tenían el objetivo correcto de responder a la crisis abierta por la derrota de la Izquierda Arco Iris. La RPC se ha debilitado y ha perdido peso político, como atestiguan todos los datos objetivos. Un retroceso en la influencia electoral que hoy, como partido, no llega al uno por ciento, una fuerte reducción de militantes y militantes, el alejamiento de importantes sectores del grupo dirigente que había formado parte de la mayoría en Chianciano.
El estado actual del Partido, su progresiva exclusión de todos los escaños representativos, el fracaso de las diversas formas de agregación construidas desde 2008 hasta hoy, en un contexto de envejecimiento general del marco activo, plantean inevitablemente la cuestión de la existencia de la RPC como una fuerza autónoma capaz de iniciativa política.
Se hace indispensable un debate parlamentario que no termine en tácticas o en el choque de facciones que solo podría determinar un debilitamiento mayor y tal vez definitivo de la RPC, sino que supone como necesario un enfrentamiento sobre cuestiones fundamentales: perspectiva estratégica, cultura política, definición de los sujetos sociales protagonistas de la idea de transformación, elección de alianzas.
Un debate que explique, cuando sea necesario, los nudos reales sobre los que existen diferencias sustanciales en el partido y que, sin pretender reducirse a un solo pensamiento, pueda combinar la pluralidad de inspiraciones y puntos de vista con la capacidad de expresar una perspectiva clara y decidida en torno a la cual se desarrolle la iniciativa de los militantes y sea comprensible incluso para la gente común. Piden una respuesta política e ideal a sus necesidades y también una perspectiva de esperanza y cambio que no ven en el contexto político actual.
Rifondazione Comunista debe elegir: convertirse en secta o volver a la política de masas
La dirección identificada en el congreso de 2008 presuponía la existencia de una demanda política generalizada en los sectores populares para la construcción de una formación alternativa a la derecha y también a la centroizquierda, ya que esta última también se encuentra dentro del paradigma neoliberal. Los diversos intentos de construir este polo no han tenido éxito y, por lo tanto, esta es una pregunta que debe hacerse.
El riesgo real es que la búsqueda de un polo alternativo con influencia masiva conduzca a una visión cada vez más sectaria de la relación con otras fuerzas políticas, organizaciones sociales y las diferentes corrientes ideales que tienen influencia en la sociedad. Partiendo de una perspectiva bien fundamentada, la alternativa a la derecha y al centro-izquierda puede convertirse en la tapadera de un vacío estratégico y producir una falta total de influencia en el debate político y social.
Hoy en Italia hay decenas de formaciones que se llaman a sí mismas comunistas. Inicialmente, el PRC, bajo el efecto del colapso del bloque socialista y la desaparición del PCI, había agrupado todas las diversas tendencias en su seno, incluso si su principal dimensión de masas estaba dada por militantes provenientes de la experiencia del Partido Comunista. Los diferentes acontecimientos históricos y opciones políticas han llevado a una progresiva y creciente divergencia de posiciones, en parte vinculadas a diferenciaciones ideológicas, algunas de las cuales preexistían antes del nacimiento mismo de la RPC, y en parte a opciones políticas contingentes. La insuficiente capacidad para construir una gestión colectiva y participativa del Partido también ha influido en la dispersión.
La idea de recomponer todos estos fragmentos en un solo sujeto político es ahora imposible y en gran medida inútil, también debido a la prevalencia de lógicas sectarias en las que el modo autorreferencial y el desapego de los sujetos sociales es en muchos sentidos irreversible.
Para el PRC, que nació del deseo de representar a una mayoría social, el repliegue a la lógica de la secta sería un cambio de naturaleza y la renuncia a desempeñar su papel histórico como partido de transformación social.
Transformarse en una “secta política” y convertirse en un partido de lo que Marx llamaba los “cacareadores” es hoy un peligro real. No se trata sólo de la cantidad numérica de las fuerzas organizadas e influidas por el partido, sino de una lógica diferente de la acción política.
Una estrategia para el poder
Un partido político, a diferencia de una secta, una asociación cultural u otras formas de agrupación de personas, tiene como objetivo necesario e indispensable el de poder.
El poder, como bien sabemos, incluso por experiencia directa, no coincide con la presencia gubernamental e institucional, pero este es un área necesaria e indispensable para una fuerza política. Para una fuerza de transformación social, no puede ser el único ámbito.
Existe una dimensión electoral/institucional del poder, como una dimensión más estrictamente social (movimientos, conflictos, luchas, etc.) y una dimensión cultural/ideológica, dentro de la cual se puede ejercer una capacidad de hegemonía o de influir en el debate público y el sentido común.
El peligro para un partido que se ha encogido es perder de vista la dimensión del poder y pensar que basta con declamar objetivos cada vez más radicales, sin medir nunca la influencia real de sus propios discursos y acciones. De alguna manera, la RPC mantiene una capacidad de incidencia y relaciones debido a su naturaleza original, como una fuerza política con dimensiones de masas, pero esta incidencia está destinada a desaparecer si no se apoya en la capacidad de cambiar el equilibrio de fuerzas.
Es necesario rechazar la tesis, que ha tenido cierta circulación desde mediados de la década de 1990 como una teorización vinculada al surgimiento del movimiento zapatista, sobre “hacer la revolución sin tomar el poder”. Esa tesis tenía un núcleo de verdad en la reflexión crítica con respecto a una experiencia histórica del movimiento obrero y comunista que veía en el poder una forma de dominación del partido sobre la sociedad (y luego del grupo dirigente sobre el partido mismo), desprovista de límites y reglas. Pero de la crítica necesaria hemos llegado a un error opuesto de liquidación de la cuestión del poder. Hay que verlo en sus diversas dimensiones y, sobre todo, examinarlo en relación con los sujetos sociales, de los cuales los partidos de las clases populares son una expresión diferente y plural.
Las clases populares no se apoyan en fuerzas que no tienen poder solo porque elaboran un discurso puramente ideológico que, de manera completamente imaginaria, satisface sus necesidades y requerimientos. Los propios movimientos, cuando expresan figuras más o menos representativas que plantean el tema de la representación política, van a donde creen que hay alguna posibilidad de ejercer el “poder”. Esto también se vio en las candidaturas de las recientes elecciones europeas.
La radicalidad real de una fuerza política no se mide por las palabras escritas en un programa, sino por la capacidad efectiva y concreta de cambiar el equilibrio de poder entre los dominantes y los dominados. ¿Hasta qué punto nuestra acción ha cambiado o puede cambiar concretamente el equilibrio de poder entre los dominantes y los dominados? Este es el verdadero criterio de juicio que distingue a una fuerza política comunista de una secta ideológica autorreferencial.
El comunismo como horizonte, el ecosocialismo como actualidad
No basta, como hemos hecho en todos los congresos, reivindicar la alternativa de la sociedad sin tratar de hacer esta alternativa más concreta y comprensible.
El comunismo, entendido como una sociedad que anula estructuralmente la explotación de clase y todas las formas de opresión y que determina las condiciones para una libertad socialmente compartida a diferencia de la libertad del propietario individual y competidor en el mercado propuesta por los liberales, hoy sólo puede considerarse un horizonte hacia el que avanzar. Después del fracaso del socialismo real y de la derrota histórica de las fuerzas comunistas, no se puede hablar de manera realista de la “actualidad” del comunismo sino como afirmación de una perspectiva ideal.
El comunismo solo puede volver a ser relevante a través de un proceso histórico que transforme la crítica generalizada y masiva del capitalismo en la construcción de una amplia gama de fuerzas políticas y sociales que persigan consciente y claramente ese objetivo. Contrariamente a las teorías que se han extendido, no todas las condiciones materiales del comunismo están presentes hoy en día y, sobre todo, hay una falta de participación subjetiva de su necesidad.
Todo esto debe ser reconstruido a través de un proceso histórico del cual se pueden definir algunas etapas y momentos del recorrido. En el debate de la izquierda a nivel global, se ha intentado dar nuevas definiciones vinculadas a experiencias concretas. En particular, se habló del “socialismo del siglo XXI”, una fórmula que identifica la necesidad de una ruptura y una reformulación del proyecto histórico que surgió en el siglo XIX a partir del pensamiento marxista-engelsiano y del nacimiento de las grandes formaciones socialistas y luego comunistas. Pero seguía siendo insuficiente en su capacidad de indicar una forma social concreta de manera positiva.
Otra formulación que tiene cierta circulación en el debate internacional es la del ecosocialismo. Con este término tratamos de combinar algunos de los objetivos del movimiento obrero (afirmación del bien común y formas de propiedad compartida, redistribución de la riqueza social a favor de las clases populares, democracia participativa, prevalencia de lo social sobre lo económico, etc.) con la necesidad de enfrentar la crisis ambiental y climática que es en parte un producto significativo del capitalismo pero en términos más generales un tema que surge de todas las visiones derivadas de la modernidad, incluyendo aquellas alternativas al capitalismo (crítica al industrialismo, productivismo, una supuesta capacidad humana ilimitada para controlar la naturaleza).
La indicación del ecosocialismo como nombre sintético de una serie de acciones políticas y sociales que son necesarias en el futuro inmediato, puede representar una herramienta útil, interpretada de manera no dogmática, para unir una vasta gama de fuerzas que sienten la urgencia del cambio, a partir de diferentes puntos de vista y tradiciones intelectuales.
Rifondazione Comunista como parte de una gran tradición histórica
En su propio nombre, la RPC combina la necesidad de continuidad y la necesidad de una renovación incluso radical. Estos elementos se pueden mantener unidos de manera útil.
Dos tesis igualmente erróneas deben ser rechazadas. Por un lado, el de la tabula rasa, la idea de que los acontecimientos y las derrotas (pero también los éxitos) del movimiento obrero, socialista y comunista, del siglo XX representan una historia definitivamente cerrada y respecto de la cual es necesario un sesgo radical y una forma de “damnatio memoriae” inapelable. La historia tiene cesuras, pero éstas nunca son absolutas y definitivas. Todavía vivimos en la era del capitalismo, un sistema social basado en la oposición de clases y formas de opresión cuyo objetivo es la ganancia y la acumulación de capital.
La otra tesis que debe ser rechazada es que por esta razón podemos pensar en reconstruir alguna forma integral de visión y modo de actuar que las fuerzas alternativas han utilizado en el pasado. Incluso este camino, que no tiene en cuenta los cambios que se han producido en la acción del capitalismo, en los cambios en la estructura social y en las transformaciones que estos han producido en la subjetividad humana, por consolador que sea, está en un callejón sin salida.
La RPC debe reivindicar una continuidad crítica de toda la historia del movimiento obrero, comunista y socialista, de nuestro país, de sus experiencias prácticas así como de sus logros teóricos. En este patrimonio encontramos experiencias diferentes y a veces contradictorias, pero todas ellas forman parte de la historia de Rifondazione Comunista. Esto es cierto en primer lugar para el PCI, sin el cual y sin los recursos humanos y políticos que, en su crisis y disolución, puso a disposición para su formación, la propia RPC no habría nacido como una fuerza política minoritaria, sino como una fuerza política significativa. Luego están las diversas corrientes del socialismo de izquierda, particularmente ricas en Italia, como las mejores experiencias de la izquierda posterior a 1968 que, habiendo eliminado la peor escoria ideológica, se han medido sin embargo con la necesidad de una política de masas.
Es ilusorio pensar que la RPC debería convertirse en la encarnación de alguna rama minoritaria de esa rica experiencia social y política. La historia difícilmente permite una venganza tardía, especialmente cuando el contexto ha cambiado profundamente.
Rifondazione Comunista debe reivindicar y no dejar a otros la continuidad histórica de esas múltiples experiencias y tradiciones, especialmente cuando éstas han tenido una verdadera dimensión de masas y han podido entrar en conexión (sentimentalmente, decía Gramsci) con vastos sectores populares. Reconociendo la pluralidad de posiciones, sin tener que volver a librar las batallas ideológicas del pasado, pero también aprendiendo lecciones de método en la construcción de una política de masas que no esté completamente desfasada.
Huelga decir que una herencia histórica esencial son también todas aquellas aportaciones teóricas y prácticas expresadas por los movimientos sociales radicales (el feminismo en primer lugar) que nacieron en un terreno en parte diferente al del movimiento obrero y que se han colocado en una relación crítica y a veces conflictiva con él.
La estrategia es una búsqueda abierta, pero el punto de partida es la representación de los trabajadores
En las experiencias de los últimos años de la izquierda alternativa en Europa (permanecer en un área geográfica con características más cercanas a las de Italia) han surgido diversas hipótesis estratégicas que nunca se han expresado de manera “pura” en los diversos sujetos políticos.
Algunos pueden señalar que más que otros han influido en los grupos dirigentes de los diferentes partidos.
El populismo de izquierda fue teorizado principalmente por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, para quienes la acción política se basa inevitablemente en la definición de la pareja amigo-enemigo. Esto se traduce principalmente en un conflicto entre el pueblo y las élites. Sus tesis se basan a su vez en una serie de otros conceptos (por ejemplo, el de “significante vacío” según el cual, por ejemplo, el término patria puede connotarse a la derecha o a la izquierda, o el de una “cadena de equivalencias” a partir de la cual no hay un terreno principal de conflicto que pueda cambiar de vez en cuando en relación con la situación contingente) que en parte se expresaron en el primer Podemos y en La France Insoumise. Laclau y Mouffe han utilizado ampliamente el concepto de hegemonía de Gramsci, pero liberándolo de la visión de clase que era esencial en el pensador sardo. Fundamental para estos teóricos del populismo, influido por el postestructuralismo, se convierte en el terreno de la “narración” como dimensión esencial del conflicto.
Una segunda hipótesis puede definirse como una “fiesta arcoíris” o mosaico. La sociedad contemporánea está determinada por un conjunto de sujetos que pueden moverse bien en el terreno clásico de las reivindicaciones socioeconómicas o, cada vez más, en el terreno de las identidades y de su propio reconocimiento social (y, por tanto, de la conquista de derechos). El partido político se convierte en el sujeto que representa estas identidades en primer lugar en el terreno institucional. A lo largo del tiempo, esta idea estratégica ha tenido diferentes representaciones. La que hasta cierto punto era original (la Coalición Arco Iris de Jesse Jackson) tenía una dimensión conflictiva e innovadora y, por lo tanto, fundamentalmente progresista, pero también puede declinarse en una forma decididamente menos conflictiva y adaptarse al sistema político existente y a sus relaciones de poder. Hasta cierto punto, Sinistra Italiana es una expresión de esta visión en su forma más moderada.
Una tercera hipótesis es la que fue formulada por Sahra Wagenknecht con su movimiento y que me parece erróneo definir como marrón rojizo. Este término se aplica, correctamente, a quienes creen que el antifascismo es un fenómeno históricamente caduco y que es posible alguna forma de alianza con la extrema derecha, considerando que el principal enemigo hoy es el centro liberal. Yo hablaría más bien de social-comunitarismo. Wagenknecht no plantea la hipótesis de alianzas transversales, sino la idea de que la izquierda debe unir una perspectiva redistributiva a favor de las clases populares, dejando de lado aquellas reivindicaciones identitarias que pertenecerían a pequeñas minorías y llevarían a las fuerzas de la izquierda a separarse de las clases populares tradicionales. El mismo argumento se aplica a la cuestión de la migración, con una disyuntiva muy cuestionable pero que no debe equipararse a la xenofobia de la derecha, aunque los argumentos se superpongan en parte.
La cuarta hipótesis es, en primer lugar, continuar o volver a representar a las clases trabajadoras. Es decir, abordar los temas del conflicto de clases, sin oponerlos sin embargo a la identidad progresista o a los movimientos postmaterialistas. Esta perspectiva choca con los cambios sociales que han llevado a la fuerte reducción de la clase obrera de la gran industria, que era el arquitrabe de la antigua coalición de clases.
El conflicto, en cierta medida, se remonta a los orígenes del enfoque marxista, entre los propietarios de los medios de producción y los que tienen que vender su fuerza de trabajo a los primeros para vivir. Cómo reconstruir una identidad colectiva de los trabajadores, un sentido de sí mismos y de su papel en la sociedad no es ciertamente una cuestión fácil. Redefiniendo así, en esencia, una forma de representación política que se mide frente a sujetos reales, en su articulación concreta y compleja. El partido se presenta necesariamente como un instrumento de representación y autoorganización.
En la realidad italiana, parte de las diversas hipótesis estratégicas mencionadas son inaplicables o ya son parcialmente utilizadas y “quemadas” por otros. El Movimiento 5 Estrellas, como formación populista, también ha ocupado en parte el territorio del populismo de izquierda. Hoy es menos populista y más de izquierdas (como lo atestigua su pertenencia al grupo eurodiputado La Izquierda) y, por lo tanto, “ocupa” ese espacio electoral hasta cierto punto, mientras que sigue siendo muy frágil en el asentamiento territorial militante. Como ya se ha mencionado, la izquierda italiana, también a través del uso inescrupuloso de candidatos coquetos, “ocupa” el terreno de la formación del “arco iris” o “mosaico” (casi hasta el punto de la franquicia política). Rizzo pasó de una hipótesis inicial que podría haber parecido similar al social-comunitarismo del movimiento Wagenknecht (pero dándole toda la impronta de su tosquedad cultural y de su cínico oportunismo) al verdadero red-brownism.
La RPC, al tiempo que adquiere los elementos positivos derivados de otras hipótesis estratégicas, puede situarse en el terreno principal del conflicto social y de clases. Una elección que, contrariamente a lo que otros puedan creer, requiere de un enorme trabajo de innovación política y organizativa.
La necesidad del doble instrumento: el partido y el frente
La RPC ha llevado a cabo numerosos experimentos de agregación política, especialmente, pero no sólo, en la función electoral. La lista es larga, desde la Izquierda Anticapitalista a la Federación de la Izquierda, pasando por el Cambio Se Puede, la Revolución Civil, desde el primer Poder al Pueblo, a la Unión Popular, hasta la última: Paz, Tierra, Dignidad.
La premisa de estas iniciativas era que la RPC no era autosuficiente para construir un sujeto plural y unitario para la alternativa. Esta premisa es correcta, pero la forma en que se llevó a cabo no dio los resultados deseados. Por lo tanto, es necesaria una reflexión crítica sobre las razones que llevaron a un pobre impacto electoral y a la consecuente disolución de los diversos intentos de integración.
Se pueden señalar dos elementos que han caracterizado a las diversas agrupaciones de diferentes maneras. El primer elemento se relaciona con el papel en el sistema político. En algunos casos han unido a las principales formaciones a la izquierda del PD, pero esto no ha garantizado un resultado electoral positivo. Por ejemplo, La Otra Europa con Tsipras había contado con la participación tanto de la RPC como de la entonces SEL y había conseguido ser elegido. El posterior experimento de la izquierda en las elecciones europeas también integró tanto al PRC como al Sí, sin embargo, no alcanzó ni la mitad de los votos de la Otra Europa. Un segundo elemento considera la distinción entre listas que se proponen a sí mismas como un sujeto político general y otras que pueden definirse como “propositivas”. Las listas de “propósito” pueden considerarse no las que tienen como objetivo elegir (como si las otras, en cambio, propusieran desde el principio no recibir los votos suficientes para entrar en las instituciones), sino las que se forman en torno a un tema dominante y en torno a ese tema tratan de reunir la gama más amplia posible de fuerzas.
La Otra Europa podría considerarse una lista de propósitos porque tenía una construcción muy clara en torno a la oposición a las políticas de austeridad para las que Grecia representaba el terreno más importante de conflicto político. Del mismo modo también Paz, Tierra, Dignidad que, sin embargo, a diferencia de la primera no tenía el monopolio de la representación electoral a la izquierda del PD.
Las diferentes experiencias nos ofrecen dos modelos diferentes de construcción del sujeto plural. Por un lado, lo que Mélenchon llamó la “sopa de siglas”, la agregación de fuerzas políticas existentes, generalmente pequeñas, que buscan un denominador común entre sí, por otro lado, la agregación de fuerzas, no necesariamente ya organizadas, en torno a un tema dominante. La cuestión de la paz/guerra es, sin duda, un problema que condiciona y condicionará todos los acuerdos políticos de los próximos años, aunque las elecciones europeas hayan demostrado que sigue existiendo una brecha importante entre la conciencia genérica del problema y la convicción de que es necesaria una representación política específica y que ésta es adecuada para producir cambios efectivos.
La lección y la consecuencia estratégica que se puede extraer del PTD es que hoy necesitamos tener dos herramientas diferentes y paralelas en el campo. El primero, para nosotros, es sin duda el partido de la transformación social dotado de una serie de referencias ideológicas, de una perspectiva estratégica y de formas organizativas adecuadas y, al mismo tiempo, de un frente amplio que se define sobre la base de fuertes temas políticos y que tiene una estructura organizativa del movimiento, sin adhesión formal pero con una participación que consiste en hacer.
Este “frente amplio” debería tratar de definirse no sólo por una cuestión fundamental, sino también por la identificación de ámbitos de acción concretos que podrían ser básicamente tres: la presencia electoral en las citas institucionales de valor general (político, europeo, posiblemente regional), de un debate programático permanente que involucre sobre todo a los estratos intelectuales, pero que también tenga una amplia dimensión territorial y de una presencia sobre el terreno de la comunicación digital y orientación, en la medida de lo posible, del sentido común. Sin esperar a que otros formulen su propuesta, debería ser la RPC la que abra una discusión sobre esta hipótesis. (Desconfío de la idea de tomar modelos de otros países, pero si realmente quisieras examinar un ejemplo concreto, podrías referirte al ejemplo gallego y a la relación entre la Unión del Pueblo Gallego y el Bloque Nacional Gallego)
¿Por qué la Unione Popolare quebró?
También es necesario pronunciarse sobre la Unione Popolare y su fracaso. La UP nació para tratar de superar la ruptura del primer Poder al Pueblo, que tenía la forma de una coalición plural y dentro del cual surgieron presiones para transformarlo en un partido de facto. Esto ha sucedido, con una forma de disciplina y ausencia de debate público decididamente superior a la de la RPC, sobre todo por iniciativa de dos componentes: el antiguo centro social de la OPG y la Red Comunista. La influencia de este último se ve particularmente respaldada por su papel como líder de un sindicato de base que a menudo proporciona las tropas necesarias para las iniciativas de PaP, sin las cuales estas iniciativas tendrían aún menos resonancia.
La entrada en la Unione Popolare de De Magistris y del grupo Manifesta (procedente del Movimiento 5 Estrellas) se suponía que era el elemento indispensable para intentar sacar este tema de la esfera restringida de la extrema izquierda y de los nichos militantes que la componen. Por diversas razones, esto fracasó, y la cifra de las elecciones de 2022 fue solo en cierta medida superior a la del primer Poder al Pueblo. Ha habido una personalización del liderazgo sin que esto corresponda a una capacidad real de dirección política.
Al final, la Unione Popolare se encontró moviéndose en la misma zona restringida que el primer Poder al Pueblo, con una dificultad objetiva de coexistencia entre las dos grandes formaciones: la RPC y el PaP. La presentación de un proyecto de estatuto, prácticamente una fotocopia del de Potere al Popolo, en lugar de apuntar a unas pocas reglas de convivencia y a una formación política basada en la apertura y la implicación en el hacer, tendió a transformar a la UP en una estructura de partido tal que garantizara sustancialmente el dominio del PaP.
En lo que respecta a la naturaleza del Poder para el Pueblo, existen posiciones divergentes dentro de la República Popular China. Mi posición es que se trata de un grupo estructuralmente sectario, aunque instrumentalmente se presente como la traducción italiana de France Insoumise de Mélenchon. Ciertamente, hay que reconocer que el PaP ha logrado interceptar las necesidades presentes en algunas capas de militantes que querían dar vida a una experiencia diferente, en los métodos de presentación más que en los organizativos, que rompían con las experiencias previas de la izquierda alternativa considerada como agotada.
En realidad, las posiciones más sectarias han prevalecido en el seno del PaP, como suele suceder, no inmune a los rápidos giros oportunistas, que tienen muy poca capacidad táctica, incluso inescrupulosa, y a los replanteamientos estratégicos que han permitido a Mélenchon adquirir un papel protagonista en la izquierda francesa. Sobre todo porque Mélenchon no se ha encerrado en el nicho militante que en Francia está hegemonizado por las organizaciones trotskistas.
La relación entre el PaP y la RPC ha sido en general instrumental y poco a poco ha tenido como objetivo intervenir en las divisiones internas de nuestro partido para borrar de la escena política a lo que todavía se considera un competidor molesto. La experiencia demuestra que, a partir de algunas experiencias locales positivas de otro tipo, la relación con PaP sólo puede ser subordinada. La tesis de la lucha contra las “dos derechas” sin ninguna capacidad de analizar el marco político y la forma en que la realidad es realmente percibida por las clases populares hace que esta formación sea radicalmente diferente de la PRC. Además, la presencia de la Red Comunista impone a PaP nuevos elementos de cierre hacia el conjunto de los sindicatos y, en particular, hacia la CGIL.
Contrariamente a los que piensan que con el PaP hay una convergencia estratégica con alguna divergencia táctica, yo creo que, si puede haber alguna convergencia táctica (luchas individuales o incluso nombramientos electorales limitados), hay una diferencia radical en la estrategia y en la concepción de la acción política.
No hay política sin alianzas
El tema de las alianzas políticas y sociales no puede ser dejado de lado o resuelto con fórmulas simplistas que exorcizan la realidad en lugar de modificarla. A lo largo del tiempo, toda la izquierda alternativa europea se ha planteado el problema de cómo relacionarse con la socialdemocracia y la izquierda liberal. Ha tenido que tomar nota de la dificultad, en presencia de relaciones de poder casi siempre desfavorables, para producir cambios políticos efectivos. En general, nunca ha negado prejuiciosamente la posibilidad y la necesidad de formas de acuerdo.
A menudo ha pagado un precio electoral por participar en gobiernos que no han dado respuestas adecuadas a las necesidades de las clases populares, pero también ha tenido que mantener una táctica (que algunos tal vez consideran “tacticalismo”) lo suficientemente flexible como para no ser borrada de la escena política y convertirse en una fuerza completamente irrelevante.
Ciertamente, para formar una alianza, es necesario existir como una fuerza política dotada de autonomía e identidad estratégicas y de un mínimo de arraigo social y también de una voluntad conflictiva. Transformar una opción política en un marcador de identidad no es un signo de radicalismo, sino de falta de estrategia. El hecho de que se hayan producido tantas rupturas en el seno de la RPC sobre este tema no es el signo de un enfrentamiento perenne entre oportunistas y auténticos revolucionarios, sino el efecto de la insuficiencia del partido, una vez agotada la ola derivada de la oposición a la disolución del PCI, para fundar una nueva dimensión estratégica adecuada al cambio de contexto. Ciertamente, los diferentes sistemas electorales han contribuido a ello, pero si nuestra debilidad se confía sólo a factores objetivos sobre los que en la mayoría de los casos no tenemos ninguna posibilidad inmediata de intervenir, todo lo que queda es una especie de resignación, aunque enmascarada por una retórica tan declamatoria como irrelevante.
Las alianzas políticas no pueden desvincularse de un discurso adecuado sobre las alianzas sociales. La vieja estructura ptolemaica, que partió de la clase obrera de la gran industria y luego se expandió gradualmente a otros sectores sociales, ya no tiene la base material para su realización. Esto no implica que no sea necesario trabajar en la construcción para que una mayoría social se transforme en mayoría política.
Este objetivo requiere un trabajo de análisis mucho más profundo que el logrado hasta ahora, la capacidad de interactuar con sectores sociales específicos, así como con movimientos que no surgen inmediatamente del conflicto de clases.
No basta con invocar luchas para que sucedan (y hoy, por desgracia, el conflicto social en Italia está por debajo de lo que se debería hacer). Y aún más, la tarea de un partido político comunista no es sólo agitar la retórica de las luchas, sino también ser capaz de ayudar a asegurar que logren resultados positivos y, si es posible, la capacidad de representarlos dentro del sistema político-institucional.
Es necesaria una nueva alianza popular contra la derecha
Es de conciencia común que la centroizquierda, debido al papel hegemónico del PD y de las clases sociales a las que se refiere, a la profunda ruptura que se ha producido con importantes sectores de las clases populares, al alineamiento extremista con el atlantismo y el occidentalismo, no es capaz de responder a la necesidad de cambio que requiere en primer lugar un cambio en el equilibrio de poder entre las clases dominadas y las dominantes.
Por lo tanto, la cuestión de nuestra entrada en el centro-izquierda no se plantea, tanto porque, tal como está, no puede representar una barrera para la derecha, como porque, dada nuestra debilidad, seríamos sustancialmente irrelevantes. La emergencia del tema de la guerra como hecho central de la fase política hace aún más lejana la posibilidad de un acercamiento.
Sin embargo, debemos preguntarnos si podemos escapar a la necesidad, que responde a las expectativas de vastos sectores populares, tanto de quienes votan a la centroizquierda con la esperanza de que el indudable cambio de acento introducido por Schlein conduzca a cambios efectivos en la política, como de quienes se abstienen y también de algunos sectores populares que votan a la derecha, de indicar nuestra propuesta política que concierne al gobierno del país.
La idea del “tercer polo”, una definición que actualmente utilizan las fuerzas centristas, parece débil. Más aún a la luz de la parábola del 5 Estrellas que entró en el sistema político para oponerse tanto a la derecha como al centroizquierda y luego construir las alianzas más diversas y contrastantes.
Nuestra propuesta política no puede ser luchar por conquistar un espacio más o menos amplio en un contexto que, incluso desde el punto de vista institucional, ha cambiado profundamente. Esos cambios que en otras épocas se pudieron obtener por el PCI, que tenía una dimensión muy diferente, pero también por la presencia parlamentaria más limitada del PdUP y el PD, ahora se ven impedidos por el vaciamiento del parlamento y el predominio de los ejecutivos.
La posibilidad de indicar una perspectiva de gobierno puede parecer poco realista hoy, dada nuestra marginalidad en el choque político, pero reducir las propias ambiciones a la medida de la propia fuerza generalmente conduce a acelerar la tendencia a la decadencia, no a revertirla. Por diversas razones, la RPC todavía tiene cierta capacidad para intervenir en la dinámica política, encontrar interlocutores y escapar de la “damnatio memoriae” a la que muchos, a nuestra derecha y a nuestra izquierda, querrían someternos. La propia iniciativa de Santoro, aunque no siempre satisfactoria, ha llevado a varias figuras, a veces incluso alejadas de nosotros, a reconocernos como sujeto político. Lo mismo puede decirse del acercamiento del M5S al grupo parlamentario europeo de La Izquierda. La acción política (y aquí también se hace la distinción de sectas) no puede limitarse a tomar nota de lo existente y de su eternidad perenne, de la que sacamos la convicción de que somos los únicos que conocemos el secreto de la salvación del alma, sino más bien identificar la posibilidad de intervenir sobre los posibles conflictos y contradicciones existentes en los diversos campos para cambiar la situación a nuestro favor.
Tomando el ejemplo de algunas experiencias de otros países, la última de las cuales es la del Nuevo Frente Popular francés (sobre cuyo resultado es obviamente necesario mantener una prudencia razonable para evitar otro “efecto Syriza”), ¿podemos imaginar otra alianza amplia cuyos elementos programáticos y base social sean necesariamente diferentes de la actual centroizquierda? Una hipótesis que requiere la reconstrucción de una fuerza alternativa significativa de izquierda y actuar sobre las contradicciones que se abren en la centroizquierda actual. Y también en una perspectiva de cambio significativo en el equilibrio de poder entre la izquierda alternativa y la izquierda liberal.
Alianzas a nivel local
Un último punto al que quiero referirme se refiere a la política de alianzas a nivel local. Me parece que, sin duda, necesitamos una mayor flexibilidad que el “nunca con el PD”, pero también para evitar que esta flexibilidad se convierta en un “siempre con el PD”, lo que sería igualmente erróneo. Por esta razón, necesitamos definir mejor cuáles son nuestros objetivos.
En primer lugar, creo que tener una red de presencias institucionales locales (en primer lugar concejales, a ser posible concejales) es una necesidad existencial para la PRC. Esta presencia da sentido al hecho de que nos presentamos a las elecciones y también debe servir para derrotar la idea de que votar es inútil para nosotros. Dado que las condiciones políticas para nuestra presencia en el parlamento nacional en la próxima legislatura siguen siendo difíciles y más aún en las próximas elecciones europeas dada la necesidad de recogida de firmas y el mayor umbral de entrada, el terreno local, al igual que ocurrió con otros partidos comunistas y de izquierdas, es un entorno más fácilmente accesible.
Estar presente en el terreno local requiere una articulación de los métodos de presentación y también una potenciación de nuestra presencia institucional, aunque limitada.
Nuestras alianzas pueden diferenciarse siempre y cuando sean legibles dentro de una estrategia global. Construir agregaciones totalmente alternativas al centro-izquierda donde sea posible, crear alianzas con el Movimiento 5 Estrellas, entrar en alianzas locales de centro-izquierda donde estén lo suficientemente articuladas como para introducir elementos de novedad y reducir el peso del PD, son todas hipótesis viables, mientras que la simple cola para una realidad existente debe ser excluida. La participación se justifica si logramos introducir elementos efectivos de conflicto, pero sabiendo que estos deben buscarse en un contexto difícil del que, sin embargo, no podemos aceptar ser totalmente marginados.