Sergio Barrera. Contrahegemoniaweb.com
La Comuna de Paris de 1871, sólo duró 72 días. Pero su existencia, como potencia concentrada por lo que demostró en esas semanas, sigue brillando a través de los años.
En Francia, después de la revolución derrotada de 1848, resurgieron fuerzas más reaccionarias y conservadoras, que provocaron el creciente empobrecimiento de los trabajadores y el pueblo más plebeyo.
En medio de la guerra con Prusia, el 18 de marzo de 1871 la movilización popular presiona al tibio gobierno francés, para que enfrente un asedio a la ciudad de parte de los alemanes.
Hubo organización popular y una milicia ciudadana armada, integrada por obreros, artesanos y miembros del bajo pueblo. A la semana se elige en elecciones libres y democráticas el Consejo Comunal: nace La Comuna de París.
En el marco de una gran politización que se realizaba en clubes y locales barriales, el pueblo de París pudo prefigurar una sociedad sin clases sociales y sin Estado capitalista. Necesariamente había que romper con lo viejo y hacer una revolución con una nueva forma de hacer política.
Las ideas partían de construir desde lo COMUNAL, desde lo común, una organización donde los productores libres se asociarían libremente, sin condicionamientos ni tutores que explotaran el trabajo ajeno ¿Esas Comunas se podrían articular regional y nacionalmente? Se plantearon si era posible imaginar y soñar con una nueva humanidad, solidaria, fraterna, que retome las banderas pisoteadas de las revoluciones de 1789 y 1848.
La Comuna en acción
Se pusieron a producir sobre la base de cooperativas las fábricas abandonas por los dueños que huían ante la irrupción, como diríamos en nuestro país del “subsuelo de la patria”.
La Comuna, decretó la separación de Iglesia y Estado y expulsó a todos los religiosos de las aulas. La educación debía ser pública, obligatoria, laica y gratuita. Se abrieron guarderías en todos los barrios obreros, cerca de las fábricas y se reorganizaron las bibliotecas públicas.
Los comuneros y comuneras francesas, se atrevieron a pensar y a soñar otro mundo, otra sociedad y otras relaciones humanas. Todos y todas querían practicar “otra política”, romper con el pasado. Fue la primavera de la auto actividad del pueblo, que empujaba a pensar y crear nuevos mundos.
Los de pelo gris
Del 21 al 30 de mayo, se produce la represión a la Comuna, en lo que se conoce como “la semana sangrienta”. A la hora de los fusilamientos de los comuneros, Oliver Lissagaray, en su clásico libro sobre la Comuna, escribe:
“El domingo 28, dijo el marqués Galliffet: “¡Que rompan filas todos los que tengan pelo gris!”. Avanzaron ciento once prisioneros. “Vosotros – continuó Galliffet – habéis sido testigos de junio del 48; por lo tanto, sois más culpables que los demás”. E hizo rodar sus cadáveres a los fosos de las fortificaciones” (Hippolyte Prosper-Oliver Lissagaray: La Comuna de París (2017). Editorial Marat)
Quizás esto explique la crueldad del gobierno de ultraderecha de Milei-Bullrich.
Hoy como ayer, los jubilados, además de concentrar toda una vida de estudio, trabajo, amores de familia y sabores agridulces, son un ejemplo de lucha para vivir y sobrevivir.
Ya desde las luchas de Norma Pla contra el neoliberalismo cavallo-menemista, hay toda una tradición de lucha en defensa de sus aportes de toda la vida, licuados incesantemente durante décadas.
Pero las actuales organizaciones de jubilados y jubiladas, desde los ya famosos Jubiladxs Insurgentes y otras 30 agrupaciones más, tienen en su seno, a veteranxs militantes de lejanas e importantes batallas contra la clase dominante de nuestro país. Ya muchxs no tienen nada que perder, con jubilaciones mínimas de indigencia. Pero otrxs lo hacen por lo mismo que militaron toda la vida: contra la injusticia de un derecho robado, para que, “los desconocidos de siempre”, hagan sus negocios financieros.
¿Cómo se van a acobardar quienes militaron en la década del setenta y sufrieron las persecuciones de las bandas fascistas de la Triple A? ¿Cómo amedrentar a los que sufrieron persecución y se jugaron la vida durante la última dictadura cívico militar genocida? ¿Cómo parar a los que vieron caer y desaparecer amigos, familiares y compañeros de trabajo a manos de los grupos de tareas? No, no hay protocolo que valga que los pare, por eso hay que estar con ellos y sostenerlos.
Valgan estas líneas de homenaje a todos los abuelos de pelo gris que luchan, como aquellos de la Comuna de París, que nos siguen marcando el camino de la insumisión, de la resistencia de los pueblos que luchan por una sociedad sin explotación, más humana e igualitaria.